Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de
cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
La arcilla y el
ladrillo
Convengamos en que el periodo electoral suele
adocenarse de verdaderas demostraciones de falta de rigor y fundamento en los
planteamientos e ideario de los programas políticos Y, en algún caso, más de lo
que cabría esperarse, en el trato y consideración personal, de cierto grado de
arribismo en el que se concentra la denostación, el ninguneo y un arraigado
sentir de oprobio. La degeneración política se hace patente en la sustracción
de la nobleza como rasgo de aquélla. Cuando el carácter honroso y estimable
declina y favorece la amoralidad en la conducta y el propósito. Entonces el
estigma se inflama y la marca indeleble se reconoce en la apatía y el
conformismo que despierta entre quienes serían los naturales receptores del
empuje político. Los ciudadanos asisten a un espectáculo bochornoso en el que
como en la película "El castañazo", dirigida en 1977 por
George Roy Hill e interpretada en su personaje principal por Paul Newman, el
fiasco competitivo de un equipo se reconduce aplicando la violencia como
señuelo para captar la atención del público y el triunfo en los partidos. Como
señala el silogimo maquiavélico, "El fin justifica los medios".
Esta manera de replantear la tensión política, en cuanto a la adopción de
formas y maneras incontrolables, al ser vertidas como opinión pública y
publicada, revierte en un hediondo reguero de promiscuidad. En ello la gestión
gubernamental del partido Popular -PP- está siendo especialmente acusada. Las
manifestaciones de los ministros en temas de sanidad, educación, justicia y
economía no dejan lugar a dudas sobre lo que abundaba el novelista, dramaturgo
y poeta austriaco Thomas Bernhard, cuando afirmaba que "los gobiernos
se agotan en una baja propaganda verbal". La ironía y el humor negro
de sus obras se adecua a la sensación que hoy nos hace tiritar entre tanta
ofuscación social y política en el continente europeo. Notas que asienten en la
depreciación de la verdad y en su relación directa con la mancebía informativa
en que se están convirtiendo los medios de comunicación.
En
las elecciones andaluzas estamos asistiendo a lo hasta ahora nunca visto.
La derecha se encuentra reforzada desde la misma izquierda. No necesita, ni tan
siquiera, asistir a debates con otras formaciones políticas con representación
parlamentaria para dejar constancia de su aspiración no contenida. El espectro
de la izquierda formada, exclusivamente, por el Partido Socialista Obrero
Español -PSOE- e Izquierda Unida -IU- perviven en su antagónico ejercicio de
contradecir el espíritu de solidaridad que deberían incrementar entre ellos.
Sin lugar a dudas es el PSOE quien debería haber dado el primer paso para
convenir un principio de acción común. Porque
sin duda alguna lo que sería realmente esperanzador es el compromiso de
políticas transformadoras con el beneplácito de ambas formaciones. Dilucidar el
futuro más inmediato desde una incidencia social incontestable es la respuesta
valedora de un compromiso afianzado en la práctica real de asumir una nueva
posición. Ya es tarde para ello, pues si bien un acuerdo postelectoral
reordenaría la animosidad de la izquierda, las tensiones que podrían vivirse en
el seno de un posible gobierno compartido -experiencias anteriores así lo han
demostrado- o la permanente corrección del tino gubernamental por el socio de
gobierno sin asumir por éste responsabilidades de ese calibre, no parece una
disyuntiva aceptable. Salvo que la secuencia de los hechos condicione de tal
manera que la coalición sea la salida real y obligados por sus discursos en
cuanto aque Andalucía se convierta en un freno a la derecha, doblegue los
intereses partidistas y suponga la reescritura de las encuestas que vaticinan
la debacle del PSOE.
En
los espejos deformados de la realidad andaluza, donde los esperpentos se
hacen dueños de la situación. Emerge, como por encanto dulcificador, el
candidato del PP a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Javier Arenas. Si
bien la galanura de la que hace demostración en sus mitines y declaraciones
realza la chispa de lo recurrente, no es menos accesorio analizar el calado
real de las mismas. Señala que defenderá sin ningún complejo la construcción
como pieza clave de la recuperación económica, rehusará de la economía
sostenible y alentará una política urbanística, desentendiéndose de los matices
conservacionistas que limitan la profusión de enclaves de acero y cementos en
medios naturales. Parece que una nueva ola de ladrillo nos espera, si de sus
manos la arcilla vuelve a refundirse para seguir manteniendo un modelo de sociedad
cuya solidez es simplemente barro sobre el
que nos deslizamos hacia un nuevo precipicio de recesión
*Pedro
Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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