Por Esther Vivas
Asistimos a un retorno de lo político y de la contestación social. Una ola de indignación recorre Europa y el mundo, desde las revueltas en el mundo árabe, pasando por el levantamiento de los indignados en Europa hasta el surgimiento de Occupy Wall Street en Estados Unidos. Los de abajo se levantan y reclaman recuperar el control, la capacidad de decidir, sobre aquello que les han robado. Daniel Bensaïd (1946-2010) no vivió estos hechos pero sí escribió sobre la indignación y aún más sobre la revolución. Su obra al calor de dichos acontecimientos es una guía imprescindible para acompañarnos en este laberinto de tiempos inciertos.
Indignación
y revolución
Como
decía Bensaïd, “la indignación es un comienzo. Una manera de levantarse y
ponerse en marcha. Uno se indigna, se subleva, y después ya ve. Uno se indigna
apasionadamente, antes incluso de encontrar las razones de esta pasión”
(Bensaïd, 2001:106). Y este comienzo se ha puesto en marcha con la primavera
árabe en Túnez, Egipto, Libia, Yemen..., con el “no pagaremos su deuda” del
pueblo islandés, en Grecia, con el movimiento de l@s indignad@s en el Estado español, con el “Somos
el 99%” en Estados Unidos. Para Bensaïd, la indignación era “el contrario
exacto de la costumbre y la resignación. Incluso cuando se ignora lo que podría
ser la justicia del justo, queda la dignidad de la indignación y el rechazo
incondicional de la injusticia” (Bensaïd, 2001:106)
Y
así ha sido. Estos últimos meses hemos visto como miles de personas salían a la
calle para reivindicar sus derechos, diciendo ‘no’ a gobiernos dictatoriales,
exigiendo justicia social, económica y democrática, negándose a pagar una deuda
ilegal e ilegítima y señalando la responsabilidad no sólo de los “mercados”
sino la complicidad activa de gobiernos e instituciones. Un movimiento que ha
rechazado sin ambigüedades una política supeditada a los intereses privados, a
la vez que reclamaba “otra política”, la política de los de abajo y los sin voz.
Bensaïd
escribió también sobre la revolución. Una revolución que vuelve ahora al calor
de las revueltas en el mundo árabe, cuando las masas irrumpen públicamente a
gran escala cuestionando y haciendo tambalear el orden social establecido. Unas
revoluciones, las primeras del siglo XXI, con un final incierto pero que nos
devuelven la esperanza en que la acción colectiva es útil y sirve para cambiar
las cosas. Y que despertaron la indignación y el malestar colectivo en una
Europa adormecida.
En
La discordance des temps (1995:238-239), Bensaïd escribía a propósito de
la revolución: “Siempre anacrónica, inactual, intempestiva, la revolución llega
entre el ’ya no’ y el ’todavía no’, nunca a punto, nunca a tiempo. La
puntualidad no es su fuerte. Le gusta la improvisación y las sorpresas. Sólo
puede llegar, y ésta no es su menor paradoja, si (ya) no se la espera”. Y así
lo hemos visto estos últimos meses.
Movimiento
altermundialista
Esta
ola de indignación colectiva abre un nuevo ciclo de protesta y movilización
social. Hoy podemos afirmar que el ciclo del movimiento altermundialista de los
años 90 y 2000 terminó. Observamos elementos de continuidad entre ambos (la
emergencia de una nueva generación militante, la acción directa no violenta, la
crítica al actual modelo económico...) pero la profundidad y el arraigo social
de la indignación va mucho más allá que la del movimiento altermundialista y
tiene lugar en un escenario muy distinto, el de la mayor crisis capitalista en
décadas.
El
ascenso del movimiento altermundialista ocupó buena parte de los escritos de
Daniel Bensaïd. Y su auge, significó, como recoge en Le nouvel
internationalisme (2003), el nacimiento de “un nuevo internacionalismo de
las resistencias”, tomando el concepto del filósofo francés Jacques Derrida. El
movimiento, sin embargo, no utilizó dicho término, lastrado por los fracasos
del siglo XX y confiscado por el vocablo estalinista que en su nombre levantó
la bandera de un imperialismo burocrático. De aquí que Bensaïd lo denominara a
menudo el “internacionalismo sin nombre de las resistencias” (Bensaïd,
2003:37).
Este
internacionalismo del siglo XXI se caracterizó, según Bensaïd, por su dimensión
planetaria y global, al responder a la mercantilización generalizada del mundo,
a diferencia de la Segunda y la Tercera Internacional más centradas en Europa y
América. Asimismo, consideraba este “nuevo internacionalismo” como más
complejo, comparándolo con sus predecesoras, al integrar no sólo al movimiento obrero
tradicional sino a una gran diversidad de culturas y sujetos como feministas,
ecologistas, jóvenes, sindicalistas.
El
ciclo del movimiento altermundialista y de los foros sociales significó, para
Bensaïd, la aparición de una “ilusión social”, un sentimiento de
autosuficiencia de los movimientos y de rechazo de la cuestión política, en una
primera fase de ascenso de las luchas (Bensaïd, 2007a). Un concepto que planteó
en simetría con “la ilusión política” denunciada por el joven Marx en relación
a aquellos que consideraban que las emancipaciones “políticas” (la consecución
de los derechos civiles, etc.) eran suficientes para conseguir la emancipación
de la humanidad.
Para
Bensaïd esta “ilusión social” significaba el “momento utópico” de los
movimientos sociales y, en concreto, del movimiento altermundialista. Y lo
ilustró con distintas “variantes utópicas”: liberales, keynesianas y, en
especial, neo-libertarias, aquellas que apostaban por “cambiar el mundo sin tomar
el poder o contentándose con un sistema equilibrado de contrapoderes” (Bensaïd,
2007a:1).
Después
de una primera etapa de crecimiento y ascensión lineal del movimiento
altermundialista, y agotado su impulso inicial, fue apareciendo, como señaló
Bensaïd, un retorno de la cuestión político-estratégica. Así lo indican las
polémicas y debates suscitados a raíz de las obras de Michael Hardt, Toni Negri
y John Holloway a principios de los años 2000; el balance comparado entre los
gobiernos “progresistas” de izquierdas en América Latina, por ejemplo entre el
proceso bolivariano en Venezuela y el gobierno de Lula en Brasil; o el cambio
en la orientación zapatista con “La otra campaña” (Bensaïd, 2007a).
Es
entonces, afirma Bensaïd, cuando se agota “la fase de la gran negación y de las
resistencias estoicas - el ‘grito’ de Holloway, los eslóganes ‘el mundo no es
una mercancía’, ‘el mundo no esta en venta’. Se vuelve necesario precisar cuál
es este mundo posible y sobre todo explorar las vías para alcanzarlo” (Bensaïd,
2007a:1). Ésta es una de las grandes preguntas político-estratégicas que se
planteó: ¿Cómo cambiar el mundo? Y aunque él mismo señaló, en una de sus
últimas entrevistas (Bensaïd, 2010a), que “nadie sabe cómo cambiar la sociedad
en el siglo XXI”, sí que partimos de una serie de hipótesis estratégicas, de
una memoria acumulada y del análisis de las experiencias del pasado.
Hardt, Negri y Holloway
Bensaïd
polemizó vivamente con las obras de Michael Hardt y Toni Negri Imperio
(2000) y de John Holloway Cambiar el mundo sin tomar el poder (2002).
Ambas referentes de las utopías neo-libertarias.
En
relación a la obra de Hardt y Negri, Bensaïd analizó críticamente las nociones
de Imperio y Multitud. Estos autores sostenían el final del imperialismo
clásico y su sustitución por un Imperio sin centro, abstracto, donde el capital
domina sin mediaciones institucionales. Frente a estas posiciones, Bensaïd, al
igual que otros autores, enfatizó la necesidad de estudiar las transformaciones
y las evoluciones del imperialismo sin abandonar dicho concepto. Asimismo
criticaba la negación que estos hacían de las diferencias geográficas entre
Estados-nación y que les llevaba a afirmar la no existencia de una ruptura
Norte-Sur (Bensaïd, 2010b).
Sobre
Multitud, en su libro Cambiar el mundo (2010b) y en otros escritos,
Bensaïd cuestionó la solidez del concepto desde un punto de vista teórico,
filosófico, sociológico y estratégico. Para Bensaïd, la indeterminación
conceptual alrededor de la noción de Multitud contribuía a ocultar un gran
vacío estratégico, a la vez que la fusión entre lo social y lo político, que
proponían ambos autores, más que resolver una dificultad la escamoteaban.
En
lo que se refiere a la obra de Holloway, Bensaïd criticó la simplificación con
la que dicho autor abordaba el pensamiento revolucionario y la trayectoria del
movimiento obrero. “Holloway reduce la rica historia del movimiento obrero, de
sus múltiples experiencias, de sus grandes polémicas constitutivas, a una
marcha única del estatismo a través de los siglos” (Bensaïd, 2010b:131). Para
Bensaïd, éste ignoraba la literatura crítica sobre la cuestión del Estado y las
controversias sobre el Estado en la historia del marxismo y el movimiento
obrero, a la vez que asociaba pensamiento revolucionario a “estatismo
funcionalista”, donde incluía desde la socialdemocracia hasta la ortodoxia
estalinista.
Para
Holloway, el cambio revolucionario, como bien indica el título de su obra, no
pasaba por tomar el poder. Y, para Bensaïd, aquí radicaba una de sus mayores
debilidades. Si bien los fracasaos revolucionarios del siglo XX hundieron
muchas creencias y certidumbres, esto “no es razón suficiente para olvidar las
lecciones de las derrotas y de los fracasos. Quienes han pretendido ignorar la
conquista del poder han sido a menudo atrapados por él. No querían tomarlo,
pero el poder les tomó. Y quienes creyeron poder esquivarlo, evitarlo o dar un
rodeo sin tomarlo, han sido a menudo triturados por él” (Bensaïd, 2010b:139).
Sociedad
fragmentada o pluralidad de lo social
Otra
de las preocupaciones en la obra de Daniel Bensaïd era cómo recomponer la
unidad en la diversidad de las luchas sociales. Contrariamente a las teorías
autonomistas que en nombre de la diversidad enfatizaban la fragmentación, para Bensaïd una cuestión era afirmar la pluralidad de lo
social y otra muy distinta valorizar la fragmentación social.
Como
recogía en su obra Cambiar el mundo (2010b:102), “es el propio capital
quien actúa como elemento unificador de las distintas esferas sociales”. La convergencia
de las luchas sociales bajo la globalización neoliberal es resultado de la
mercantilización del mundo y del dominio del capital en todos los ámbitos de la
vida.
De
este modo, rebatía a aquellos que consideraban la pluralidad como una yuxtaposición
de espacios, un mosaico social, en nombre de la “autonomía relativa” de las
diferentes opresiones, donde faltaba el elemento estratégico unificador que
permitía la convergencia de los distintos movimientos sociales. Para Bensaïd,
“la ‘lógica de autonomía’ (o de diferencia) permite (...) que cada lucha
conserve su especificidad, pero al precio de un cierre de los diferentes
espacios los unos respecto a los otros” (Bensaïd, 2009:337).
Al
mismo tiempo, criticaba la lógica reduccionista de señalar
una contradicción principal y otras de secundarias, de considerar las
opresiones específicas (de género, etnia, orientación sexual) subalternas al
conflicto de clase, como tradicionalmente partidos
comunistas y algunas corrientes obreristas de la izquierda han sostenido.
El
“nuevo internacionalismo” tenía el reto de promover la unidad y la convergencia
de las resistencias plurales a la globalización neoliberal, de avanzar, en “un juego de
construcción que conjuga el fragmento singular con la forma del todo” (Bensaïd,
2010c: 156). Así es como, desde la práctica, movimientos ecologistas,
sindicales, de mujeres, inmigrantes, indígenas, jóvenes, campesinos establecían
alianzas estratégicas y encontraban aquello que les era común.
De
lo político y lo económico
Bensaïd
habló en sus obras también del secuestro de la democracia a manos de los
poderes financieros, de cómo la economía escapa al control político y al
control social librada a la única potencia de los mercados. Una política que
claudica ante los intereses del capital. Un análisis plenamente actual cuando
vemos la supeditación de las soberanías nacionales a los intereses privados.
Cuando el interés particular choca con el interés colectivo. A más mercados,
menos democracia.
Pero
el capitalismo no sólo acaba con los derechos sociales, económicos y
democráticos sino también con los del planeta, manifestándose esa “discordancia
de los tiempos”, una de las referencias ineludibles en su obra, entre los
tiempos sociales y ecológicos y los tiempos del capital. “El tiempo de la
democracia se ve desbordado tanto por la brevedad de la urgencia y el arbitraje
instantáneo impuesto por los mercados, como por el largo plazo de la ecología”
(Bensaïd, 2010b:19).
Asistimos
al enfrentamiento entre dos lógicas contra-opuestas. La del individualismo, la
del beneficio a cualquier precio, la de la competencia y la lucha del todos
contra todos en oposición a la lógica de la solidaridad, de los bienes comunes,
del servicio público (Bensaïd, 2001). Y en este combate es imposible no tomar
partido. Hay que elegir entre “una lógica competitiva implacable –‘el aliento
helado de la sociedad mercantil’, escribía Benjamin– y el aliento cálido de las
solidaridades y del bien público” (Bensaïd, 2008:88).
Es
necesario reivindicar la primacía de la política sobre la economía. Lo
contrario nos conduce a la extinción de la justicia social. En nombre de un
supuesto progreso se subordina la democracia a la voluntad anónima de los
mercados. Europa es hoy un buen ejemplo.
Sobre
los bienes comunes
La confrontación entre ambas lógicas, Bensaïd la
analiza en varios textos. Y vincula los debates actuales sobre la globalización
y la mercantilización de la vida con la propia naturaleza del capitalismo y los
debates sobra la dinámica de la acumulación capitalista que tenían ya lugar en
la época de Marx. Así lo recogió en su pequeño libro Les dépossédés
(2007b), donde analizaba los escritos del joven Marx sobre el robo de leña.
Desde
esta perspectiva, Bensaïd abordó la defensa de los bienes comunes, la naturaleza
y el ecosistema, donde pueblos indígenas y comunidades campesinas son hoy la
máxima expresión de las resistencias y el combate contre el expolio de los
recursos naturales llevado a cabo por empresas transnacionales. Su preocupación
era cómo integrar estas reivindicaciones en una perspectiva socialista renovada
y en un proyecto de emancipación, sin al mismo tiempo caer en una idealización romántica de las
mismas.
El
análisis sobre la mercantilización generalizada del planeta, de la sociedad y
de la vida le llevó a entrar en los debates acerca de la crisis ecológica y
climática, donde apostó por un anticapitalismo con un fuerte contenido
ecologista. Atajar la crisis ecológica global, implica tocar los cimientos, el
“disco duro”, del sistema capitalista. Para Bensaïd, la propia dinámica de
acumulación del capital, la creación de necesidades artificiales de consumo, la
carrera sin freno por un crecimiento sin límites, en definitiva su “desmesura
devastadora”, engendran un eco-comunismo radical como respuesta (Bensaïd,
2010d).
Hoy
la crisis sistémica evidencia la necesidad urgente de cambiar el mundo de base,
pero “también son mayores las dudas sobre las fuerzas capaces de llevar
a cabo esta transformación radical y sobre la posibilidad misma de conseguirla”
(Bensaïd, 2008:90). ¿Cuál será el resultado de este
combate entre los de arriba y los de abajo? Sólo hay una respuesta segura: si
no luchamos no hay cambio posible. Y la vida y la obra de Daniel Bensaïd así
nos lo enseñan.
Bibliografía
Bensaïd, D.
(1995) La discordance des temps, París,
Les Éditions de la Passion.
Bensaïd, D.
(2001) Les irreductibles. Théorèmes de la résistance à l’air du temps,
París, Les éditions Textuel.
Bensaïd, D.
(2003) Le nouvel internationalisme, París, Les
éditions Textuel.
Bensaïd,
D. (2007a) Sobre el retorno de la cuestión político-estratégica en: www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=1565
Bensaïd,
D. (2007b) Les
dépossédés,
París, La Fabrique editions.
Bensaïd, D.
(2008) “Retornos de la política” en Viento Sur, nº95, pp. 81-92.
Bensaïd,
D. (2009) Elogio de la política profana, Madrid, Península.
Bensaïd,
D. (2010a) “No hay que contar cuentos: nadie sabe cómo cambiar la sociedad en
el siglo XXI” en en Viento Sur, nº111, pp. 75-84.
Bensaïd, D.
(2010b) Cambiar el mundo, Madrid, Público. [1a edición en castellano en
Los Libros de la Catarata, 2004]
Bensaïd, D.
(2010c) Fragmentos descreídos, Barcelona, Icaria editorial.
Bensaïd, D.
(2010d) “Potencias del comunismo” en Viento Sur, nº108, pp. 9-13.
*Contribución
al seminario “Daniel Bensaïd. El internacionalista”, en el International
Institute for Research and Education (IIRE) en Ámsterdam enero 2012.
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