Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de
cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti". John Donne
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti". John Donne
Restricciones,
espejismos y tinieblas
La intransigente realidad compone un perverso
cuadro de efectos. La melodía del desahucio, pérdida de poder adquisitivo,
reducción de salarios, liberalización del despido y un panorama negro a corto y
negrísimo a medio plazo, parecen recrearnos en la conocida fábula "El
flautista de Hamelin", documentada por los Hermanos Grimm. La hilazón
de estos hechos la mantiene el Gobierno del Partido Popular -PP-, desde que el
pasado 20 de noviembre se alzara con la mayoría absoluta en un retroceso sin
precedentes en el socialismo democrático representado por el Partido Socialista
Obrero Español -PSOE-, y que conforme se aproxima el 25 de marzo, fecha de
las elecciones en la Comunidad
Autonoma de Andalucía, evidencia un mayor síntoma de debilitamiento. Y no
porque, precisamente, la alternativa conservadora sea un dechado de virtudes y
esperanzas, todo lo contrario.
La
ausencia de autocrítica, la permisividad con la corrupción, contenida en
una tibia respuesta desmerecedora con la gravedad de los delitos, así como una
indefinida línea de acción que irradie solidez y crédito en las actuaciones y
no sólo mero efectismo mediático, son síntomas de un proceso de decadencia del
PSOE tras 30 años de poder autonómico. Los ajustes económicos que afectan a la
cobertura sanitaria y educativa, iniciados en Cataluña por Convergencia i Unio
-CIU- y respaldados por el PP, son un adelanto inequívoco de lo que nos espera
en el resto del territorio nacional. Si Mariano Rajoy, desde la oposición, aderezaba
su discurso con la necesaria y obligatoria apelación a la verdad, para
contrarrestar el exceso de optimismo de José Luis Rodríguez Zapatero, simulaba
su estudiada estrategia con la pegadiza melodía del flautista para adular
conciencias. Pero hete aquí que llegado el momento prescinde de aquélla y da
entrada a los clarines. "Coger el toro por los cuernos" y ni
corto ni perezoso despliega sus galanuras en la autojustificación. Porque la
única salida posible es la que decide y toma el Gobierno por el bien de los
españoles. Y es que a pesar de los sacrificios que quieren disponer como
inherente proceso de cambio, no garantizan ni el más mínimo avance, ya que el
horizonte redentor no se vislumbra con nitidez. Mientras las restricciones
copan las más de las medidas gubernamentales, ya que otras se despachan, por
ejemplo, con el refuerzo de referencias falsas de los libros de texto para
suprimir la asignatura de la Ciudadanía, un emergente sentimiento de exclusión
acompaña la soledad de sus decisiones. El común denominador de las políticas en
Europa son los recortes que expresan la consistencia del espejismo como acción
politica. Reducir costes puede entenderse como una primera apuesta con que
hacer frente al despilfarro que resume un periodo de indolencia y perversión en
la gestión de los recursos económicos públicos. Sin embargo, no puede ser la
única ni categorizarse como la panacea que resuelva este travestismo político
empeñado en sacudirse su responsabilidad. Antes porque no estaban ellos, y
ahora porque la herencia recibida esta dilapidada.
La
desproporción que procura la punta de lanza del Gobierno desprotege la
integridad de los derechos sociales que, en el caso laboral, incurre en una
fractura al atribuir un desmesurado poder a los empresarios. Conferirles
atributos de merecimiento y compensación absolutos, niega cualquier bondad para
los trabajores. La tragedia se cierne sobre éstos a quienes se les exige
inmolarse en la pira económica que supone el despido libre. El valor del
trabajo se menosprecia y minimiza reduciendo su repercusión. La cifra de
desempleados trivializa el desencanto y procura el advenimiento de la apatía.
Todo el proceso de reivindicación de los márgenes proletarios que comprimió la
Dictadura, explotó con la pugna de los sindicatos en la reconquista y defensa
de la libertad. La realidad del trabajador en la actualidad queda en las
tinieblas de una reconversión del panorama laboral con una reforma adecuada a
los intereses empresariales, que pretende, entre otros objetivos, paralizar la
respuesta sindical. Pero lo que aparenta coherencia en la determinación de
ensanchar las posibilidades de gestión económica, resulta un asqueante
espectáculo en los desahucios. La intervención del Gobierno es irrisoria, ya
que se ha limitado a proponer a la Banca un gesto de generosidad. La que,
evidentemente, ésta no aplica ni por asomo. La solidaridad no es moneda de
cambio para los avaros y codiciosos.
*Pedro Luis
Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida.
Contacto: pedrolerida@gmail.com
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