Por Marcos González Sedano
Yo nací entre vides, almendros e higueras. Frente a la mar. En los días claros, desde la era de arriba se pueden ver las costas de África. Las brisas del Mediterráneo suben despacio, caminando entre barrancos y paratas arrebatadas a la montaña bocado a bocado, a ritmo de pico de gancho, de cantes muleros y trovos para matar la soledad o la dureza del terreno.
De chaval cambié el monte por la vega. Me gustaba correr por los rastrojos, amontonar paja bajo alguno de los olivos centenarios que salpicaban los sembrados y, tumbado boca arriba, mirar cómo los vencejos y las golondrinas se columpiaban en el azul blanquecino del cielo de Graná. Ya de mayor, tras un puñado de exilios donde fui dejando en cada uno de ellos un trozo de mí, sigo conservando la costumbre. Busco en la ciudad un claro, una plaza, un banco que sustituya el lecho de paja, y con la misma ilusión que aquel niño dejo los sueños volar en las alas de las palomas.
Tal vez hará ya una década que escuché la disyuntiva "democracia o mercado". Aquellos ecos premonitorios se han convertido en gritos, leyes y normas. Desde el presidente de la Comisión Europea, el Sr. José Manuel Durão Barroso, hasta el primer ministro griego, Lucas Papadinos. Y mientras se legisla en contra de la mayoría de los ciudadanos con un atraco de guante blanco, nos enseñan las botas de los militares como respuesta a la movilización de los pueblos. ¿O guantes o pólvora?.
No nos estaban preguntando, no era un plebiscito (los han prohibido, son tabú). Los ciudadanos, según ellos, tenemos poco que decir. La pregunta, si acaso, y después de la firma del compromiso de la mayoría de los partidos parlamentarios griegos con la troika de pagar la deuda aunque sea a base de leña, es: ¿quién o quienes van a continuar el robo, los social-liberales, la derecha o la extrema derecha? Esto no significa que no haya alternativas, en el caso griego las hay y también parlamentarias. Grecia es en todo caso el tubo de ensayo de la UE. Nuestro destino está unido al de ellos.
En definitiva, aquella disyuntiva de mercado o democracia tenía trampa. Las élites o los de arriba lo tienen claro. Su objetivo es aumentar la tasa de explotación, engordar los beneficios, utilizando a los parlamentos o lo que haga falta. La correlación de fuerzas es hoy tan favorable a ellos que poco o nada disimulan sus intenciones. En esta situación histórica el que crea que salvar su culo es la solución está equivocado. El modelo de desarrollo al que acompaña esta democracia ya solo le es rentable a un grupo de privilegiados. Así que estamos abocados, querámoslo o no, a un encuentro. Hay que organizar la ruptura con el régimen y, cómo no, también con el sistema (que cada cual marque sus tiempos).
No hay lugar a dudas, el solo pensar en esta confrontación produce vértigo. Pero si alguien tiene otra salida que no sea la de volver a un pasado ya inexistente, que la ponga encima de la mesa.
Es necesario, y ya, un bloque social amplio y profundamente democrático que en un programa de mínimos organice la resistencia frente al robo organizado de las élites, que camine hacia un mundo más justo, más humano y que conviva en armonía con la naturaleza. ¡Último aviso!
Yo nací entre vides, almendros e higueras. Frente a la mar. En los días claros, desde la era de arriba se pueden ver las costas de África. Las brisas del Mediterráneo suben despacio, caminando entre barrancos y paratas arrebatadas a la montaña bocado a bocado, a ritmo de pico de gancho, de cantes muleros y trovos para matar la soledad o la dureza del terreno.
De chaval cambié el monte por la vega. Me gustaba correr por los rastrojos, amontonar paja bajo alguno de los olivos centenarios que salpicaban los sembrados y, tumbado boca arriba, mirar cómo los vencejos y las golondrinas se columpiaban en el azul blanquecino del cielo de Graná. Ya de mayor, tras un puñado de exilios donde fui dejando en cada uno de ellos un trozo de mí, sigo conservando la costumbre. Busco en la ciudad un claro, una plaza, un banco que sustituya el lecho de paja, y con la misma ilusión que aquel niño dejo los sueños volar en las alas de las palomas.
Tal vez hará ya una década que escuché la disyuntiva "democracia o mercado". Aquellos ecos premonitorios se han convertido en gritos, leyes y normas. Desde el presidente de la Comisión Europea, el Sr. José Manuel Durão Barroso, hasta el primer ministro griego, Lucas Papadinos. Y mientras se legisla en contra de la mayoría de los ciudadanos con un atraco de guante blanco, nos enseñan las botas de los militares como respuesta a la movilización de los pueblos. ¿O guantes o pólvora?.
No nos estaban preguntando, no era un plebiscito (los han prohibido, son tabú). Los ciudadanos, según ellos, tenemos poco que decir. La pregunta, si acaso, y después de la firma del compromiso de la mayoría de los partidos parlamentarios griegos con la troika de pagar la deuda aunque sea a base de leña, es: ¿quién o quienes van a continuar el robo, los social-liberales, la derecha o la extrema derecha? Esto no significa que no haya alternativas, en el caso griego las hay y también parlamentarias. Grecia es en todo caso el tubo de ensayo de la UE. Nuestro destino está unido al de ellos.
En definitiva, aquella disyuntiva de mercado o democracia tenía trampa. Las élites o los de arriba lo tienen claro. Su objetivo es aumentar la tasa de explotación, engordar los beneficios, utilizando a los parlamentos o lo que haga falta. La correlación de fuerzas es hoy tan favorable a ellos que poco o nada disimulan sus intenciones. En esta situación histórica el que crea que salvar su culo es la solución está equivocado. El modelo de desarrollo al que acompaña esta democracia ya solo le es rentable a un grupo de privilegiados. Así que estamos abocados, querámoslo o no, a un encuentro. Hay que organizar la ruptura con el régimen y, cómo no, también con el sistema (que cada cual marque sus tiempos).
No hay lugar a dudas, el solo pensar en esta confrontación produce vértigo. Pero si alguien tiene otra salida que no sea la de volver a un pasado ya inexistente, que la ponga encima de la mesa.
Es necesario, y ya, un bloque social amplio y profundamente democrático que en un programa de mínimos organice la resistencia frente al robo organizado de las élites, que camine hacia un mundo más justo, más humano y que conviva en armonía con la naturaleza. ¡Último aviso!
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