Letras tu revista literaria

martes, 29 de enero de 2013

ENCONTRAR UN CAMINO DE ARMONÍA


ALGO MÁS QUE PALABRAS

Por Víctor Corcoba Herrero*



            Se acumulan las discrepancias. Cuando se pierde el respeto natural, la propia vida se convierte en un caos. Cada día estoy más seguro que el conocimiento profundo de las religiones puede unirnos y derribar tantos muros que nos separan. Claro, siempre que seamos sinceros. Por eso, pienso que el mundo debe realzar la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional entre las diversas religiones, confesiones y creencias. Ciertamente, es un acontecimiento anual relativamente reciente, puesto que es desde 2011 y durante la primera semana de febrero, cuando tiene lugar dicha celebración, pero ha de servirnos para afianzar los mensajes de amor. Precisamente, en la resolución dictada por la Asamblea General de Naciones Unidas, se subraya la necesidad de comprensión y de diálogo entre todas las culturas, cada uno según las propias tradiciones o convicciones religiosas. En la medida que podamos crecer en la mutua comprensión, compartiremos una estima por los valores éticos, algo que tiene que ser conocido y reconocido por todos, para reencontrar ese camino armónico que en nuestro interior buscamos.

            Hallar un camino de armonía, o lo que es lo mismo de autorrealización de la familia humana, en un mundo crecido por tantas discordancias no es fácil, máxime en un momento de tantas dificultades para buena parte de la población. Sin duda, las iglesias y las comunidades religiosas constituyen espacios privilegiados para tender puentes de auxilio social imprescindibles. Sirva, como ejemplo, la solidaridad entre generaciones que es una obligación en la tradición judeocristiana y en otras religiones. Lo mismo sucede con el medio ambiente que no es solo un lugar natural sino también sagrado. La comunidad y la fidelidad entre el hombre, la naturaleza y el Creador es el principio básico tanto del judaísmo como del cristianismo y el islam. En todo caso, todo diálogo vive de la pretensión de verdad de los que en él participan, y tratándose de un parlamento entre religiones, la plática si cabe debe ser aún más profunda, no en vano las religiones reconocen a la divinidad atributos esenciales como la bondad y la justicia. Desde luego, se hace necesario encontrar formulas de consenso, que nos permitan superar lecturas parciales y eliminar falsas interpretaciones, sobre un mundo cada día más interdependiente.

            El acercamiento de unos y de otros, desde el respeto a la diversidad, ha de ser prioritario para encontrar esa vía armónica, de equilibrio y conciliación, que todos necesitamos para disfrutar de la propia vida. Tenemos que superar las tensiones y los conceptos erróneos para con las multitudes de creencias. Es preciso avivar la tolerancia para que disminuya el aumento vertiginoso de la violencia, que tanto se ha mundializado, y que nos impide resolver las controversias de manera pacífica. Evidentemente, en la raíz de muchas religiones, la unidad es concebida como un don del Creador. Así, la unidad entre los cristianos más que un fruto del esfuerzo humano es obra y don del Espíritu Santo, que nos guía hace la plena comunión, y nos permite recoger la riqueza espiritual presente en las diversas iglesias y comunidades eclesiásticas.  Un caminar más allá de la fe, acaba de recordar Benedicto XVI, lo que significa  es también "superar el odio, el racismo y la discriminación social y religiosa que divide y daña a toda la sociedad".  Sin ese mundo de las creencias religiosas en conexión con el mundo de la racionalidad secular, va a ser dificultoso entablar un diálogo profundo y continuo, cuestión que considero vital para el bien armónico de nuestra civilización.

            La armonía es un conjunto de acordes que nos entusiasman y embellecen, que demandamos como el aire para respirar, una partitura requerida para vivir en paz. La incitación, pues, al odio religioso o la denigración de las religiones, me parecen hechos absurdos y mezquinos. A propósito, quisiera reclamar la atención de las instituciones internacionales, para abordar directamente estos problemas de discriminación sobre la base de la religión y las creencias. Los cultos, como la vida misma, no se pueden silenciar. Limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva del ser humano.

            Realmente somos algo más que un trozo de cuerpo, tenemos sentimientos, como es la necesidad de transcender la propia materialidad, cada cual desde sus culturas y desde sus devociones. Por supuesto, esa libertad religiosa no es únicamente patrimonio de los creyentes, lo es de todos, de toda la familia humana. Ahora bien, ¿cómo negar la aportación de las muchas religiones del mundo al desarrollo de la civilización, sí la propia búsqueda de Dios ya conlleva  un mayor respeto por la dignidad del ser humano?. Tanto la sociedad que quiere imponer, como la que quiera negar las creencias, es injusta y tremendamente manipuladora. El patrimonio moral y espiritual  no pertenece a ningún poder, es de las personas que han de ser (y sentirse) libres para escuchar la propia voz interior que todos llevamos dentro.

            Observando, en consecuencia, que el diálogo entre religiones y culturas es más preciso que nunca, por aquello de avanzar en la comprensión, en la tolerancia y en el respeto hacia toda persona, debemos acoger con beneplácito cualquier Semana Mundial de Armonía Interconfesional, sabiendo que sus frutos propician la paz como una prioridad sagrada, puesto que todas las verdaderas religiones se esfuerzan por conseguir que las personas obedezcan a su Creador, así como por promover el buen hacer colectivo e individual. En ese camino de armonía, no pueden crecer otras campañas que no sea la del amor verdadero, que es un elemento común en todas las religiones. Condenamos cualquier interpretación religiosa que preconice el pánico porque ningún motivo puede justificar el terror y el asesinato. Sabemos que todos aspiramos a esa fraternidad armónica, cuyo sentir religioso es un motor fundamental que ofrece un sentido ético, principios morales y una guía positiva para conducirse por este planeta. Las personas con creencias profundas, siempre actúan  de acuerdo con el principio de reciprocidad: tratemos al prójimo como quisiéramos ser tratados nosotros. Dicho queda.
           
           

*Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
27 de enero de 2013


viernes, 25 de enero de 2013

Nadie conoce a nadie


La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*


"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".

John Donne


                                   Este depravado estado de cosas que genera el estigma de la corrupción, no parece encontrar ni el fin de sus días ni la salida hacia otros espacios diferenciadores y oxigenados. Como untuosa mancha de aceite, la grasienta y viscosa sensación del tacto corrompido penetra hasta lo más profundo. Desde los partidos políticos a los sindicatos pasando por la monarquía y el sistema financiero, la sensación de desamparo es más que notable entre los ciudadanos. En este turbulento designio de los nuevos tiempos, adquiere sobresaliente presencia la impunidad. Cierto es que la separación de poderes insufla cierta confianza a la justicia, aunque no sin ciertos reparos y sustraendos a su acción. Mediatizada politicamente hasta límites que desconocemos. Y en los que se intuyen  la catalogación y consideración procesal de casos que quedan archivados u otros, a los que se atribuye el indecoroso principio de no ser inocente hasta que no se demuestre lo contrario.

                                   Nos encontramos sumidos en un vertedero en el que, acostumbrados al hedor que desprende, deambulamos sin apercibirnos del pestilente olor. Es de tanta intensidad que se adhiere a los tejidos y fibras artificiales de las vestimentas y forma parte de nuestra cotidianidad. Nadamos en la abundancia corruptora que no cesa, que no se le ve punto y final. Las 2300 toneladas de basura, que se acumularon durante los 15 días de huelga de los trabajadores de la limpieza en Granada, son poca cosa comparada con la vasta extensión que consideramos. Pero no menos de lo que deben de heder las cuentas suizas que consagran el secreto tanto de su apertura como el de la inmundicia económica y moral que la facilitaron. Aunque eso es lo de menos. Lo demás es ese sentido de la responsabilidad que parece atusarles el pelo, porque lo que es la conciencia continúa en su estado de feliz y descansada somnolencia. El sueño de la mentira y su poder de seducción. El mejor ejemplo lo tenemos en el ciclismo y el ganador de siete tours, que hace unos días manifestó el descorazonador relato de sus falacias y lo que le reportaron en el bolsillo. La mentira se manifiesta como principio de hermanamiento. Gentiles almas devotas del pecunio que no dudan en extender el paradójico brazo incorrupto de la infesta corrupción.

                                   Este año se celebra el centenario de la publicación de la obra La metamorfosis, de Franz Kafka. Su protagonista, Gregor Samsa, se convierte en un insecto. El derroche de efectismo que puede considerarse con esta conversión, se diluye en los primeros párrafos. La voz en tercera persona que cuenta esta inverosimilitud, arrincona cualquier atisbo de espectacularidad para el lector . El hombre se ve a sí mismo como lo que, a su vez, los demás hacen de sí, una víctima. La verdad se desenfoca y ésta -la víctima- se muestra depreciada. El perfil infrahumano es afecto a la mentira. Y nutre la atmosfera que propicia este sentir, este considerar, esta extraña superposición de efectos. Nadie repara en la condensación de caracteres humanos que contiene la imagen impactante de un insecto. En su verdadera naturaleza -la humana- que precisamente pasa desapercibida, implosiona el sino de la maldad y su invisibilidad en la sociedad. El escritor Gustavo Martín Garzo afirma que "La realidad está enferma (...)". Tal distinción no es gratuita. Es -como vuelve a señalar- "esa ficción absurda que llamamos realidad". Y que no es otra que la manifestación radicalizada de la mentira opresiva. Todo ese numeroso grupo de depredadores sociales va adquiriendo la notoriedad invisible que les protege. Como el lector que dice haber leído y, sin embargo, hace tiempo que lo dejó. Pero aún recuerda su última lectura y la explota en las conversaciones para fabular sobre ese vácuo valor,  que ni siquiera él mismo ejerce pero sí fomenta. Ya no lee pero dice que lee. No es honesto pero afirma que lo es. En esa fabulación se reduce el versátil embuste, lo soy pero no lo soy. Descartes en su obra El discurso del método, publicada en 1637, con cierta ironía precisaba, "El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él que aun los más descontentos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen".

                                   Esta resaca de furtivos emprendedores de lo ajeno, posee el efecto reclamo -a la vista del rosario de acontecimientos- que otrora denunciaba el actual gobierno sobre el proceso de regularización de los inmigrantes. El número de desempleados próximos a 6 millones, no alcanza esta cifra, en parte, porque muchos de aquéllos han decidido, en vista de la situación en España, regresar a sus respectivos países. Y es que aún reverbera en el Congreso de los Diputados aquella frase: "¡que se jodan!" exclamada desde los asientos conservadores. En este contexto y de esta rahez, es imaginable pensar que las bebidas espirituosas hacen mella en el entendimiento. Y, quizás, como afirmaba el cantante y actor estadounidense Dean Martin, la mejor opción es que "Permanezcan borrachos". Es decir que todo siga igual: encarnando la personalidad de la periodista Amy Martin , siendo beneficiario de la amnistía fiscal de Hacienda o argumentando errores contables y su deriva a estipendios gastronómicos. Porque nadie conoce a nadie. La literatura nos revela en la figura del leopardo jaspeado que aparece en el escudo de armas de la familia Salina, que protagoniza y da título a la obra El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y que en palabras de Tancredi nos dice, "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie"
                                  
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

Artículo patrocinado por LetrasTRL Nº. 54-febrero-2013 http://www.alvaeno.com/letrasTRL.htm

 

jueves, 24 de enero de 2013

Ocupando el sistema agrícola y alimentario*



Por Esther Vivas

 Se han ocupado plazas, bancos, viviendas, aulas, hospitales e incluso supermercados. Se han desobedecido leyes y prácticas injustas. Hemos reivindicando más democracia en la calle, en las instituciones, en la banca... Una marea indignada ha cuestionado y ha puesto en jaque al actual sistema económico, financiero, político... pero es necesario llevar esta indignación más allá. Y uno de los temas pendientes, entre muchos otros, es ocupar, algo tan básico, como el sistema agrícola y alimentario.

Todos nosotros comemos. Alimentarnos es fundamental para sobrevivir, pero, y aunque puede parecer lo contrario, no tenemos derecho a decidir sobre aquello que consumimos. Hoy un puñado de multinacionales de la industria agroalimentaria deciden qué, cómo y dónde se produce y qué precio se paga por aquello que comemos. Unas empresas que anteponen sus intereses empresariales a las necesidades alimentarias de las personas y que hacen negocio con algo tan imprescindible como la comida.

De aquí que en un mundo donde se produce más alimentos que en ningún otro período histórico, 870 millones de personas pasen hambre. Si no tienes dinero para pagar el precio, cada día más caro, de los alimentos ni acceso a los recursos naturales como la tierra, el agua, la semillas... no comes. Asimismo, en los últimos cien años, según la FAO, ha desaparecido un 75% de la diversidad agrícola. Se produce en función de los intereses del mercado, apostando por variedades resistentes al transporte de largas distancias, que tengan un aspecto óptimo..., dejando de lado otros criterios no mercantiles. El empobrecimiento del campesinado es otra de las consecuencias del actual sistema agroindustrial. Se apuesta por un modelo agrario que prescinde del saber campesino, subvenciona la agroindustria y donde la agricultura familiar y a pequeña escala no tiene cabida.

Un sistema en que los alimentos viajan una media de cinco mil kilómetros antes de llegar a nuestro plato. Se prima, por un lado, la producción en países del Sur, explotando su mano obra y aprovechándose de unas legislaciones medioambientales muy laxas, para luego vender el producto aquí. Y, por el otro, multinacionales subvencionadas con dinero público producen en Europa y Estados Unidos muy por encima de la demanda local y venden su excedente por debajo de su precio de coste en la otra punta del planeta, haciendo la competencia desleal a los productores del Sur. Los campesinos del mundo son los que más salen  perdiendo con un modelo de agricultura globalizada al servicio de los intereses del capital.

Conclusión: actualmente contamos con un modelo de agricultura irracional, que genera hambre, pobreza, desigualdad, impacto medioambiental... y que sólo se justifica porqué da cuantiosos beneficios a las multinacionales que monopolizan el sector. No hay democracia en el sistema agroalimentario. Y por eso es necesario reivindicar esa “democracia real” también en el actual modelo de producción, distribución y consumo de alimentos.

Si algo ha caracterizado al movimiento del 15M es el empezar a construir aquí y ahora ese “otro mundo posible” que reivindicamos. Planteando que son viables otros modelos económicos, sociales, de consumo, energéticos, de cuidados... De la ocupación de plazas se ha pasado a la ocupación de tierras para cultivar huertos urbanos, se han creado redes de intercambio, se han organizado grupos de consumo agroecológico. Generalicemos estas prácticas. Y exijamos: soberanía alimentaria. Volver a decidir sobre aquello que comemos, que los campesinos tengan acceso a los recursos naturales, que no se especule con la comida, que se promueva una agricultura, local, campesina y de calidad. Ocupemos el sistema agroalimentario. Sólo así podremos garantizar que alimentarnos sea un derecho para todos y no un privilegio para unos pocos.


*Artículo publicado en la revista Números rojos, nº5.

Bárcenas, Sanchís y la agricultura del siglo XXI



Por Vicent Boix*


Con los recientes escándalos que apuntan al ex tesorero del PP, Luís Bárcenas, se ha podido saber que este es socio de una empresa agrícola situada en Argentina llamada La Moraleja SA. Ángel Sanchís, ex diputado, también ex tesorero del mismo partido y amigo de Bárcenas, es el presidente de esta compañía, que posee 30.000 hectáreas en las que se siembran limones, trigo, maíz, hortalizas, etc.

Este artículo no pretende analizar ni ofrecer datos nuevos sobre la variante más escandalosa de todo este asunto: los créditos otorgados por el gobierno de Aznar a una empresa de coleguitas de partido situada a miles de km. de la península. Más bien se pretende confrontar los dos modelos agrícolas predominantes, que además resultan ser incompatibles el uno con el otro.

Modelo agrícola local y social: en vías de extinción.

Es el que practican millones de agricultores en el mundo. El que repartía la riqueza y mantenía vivo el tejido rural. El compuesto por pequeños y medianos minifundios que generan trabajo y alimentos para el consumo local, nacional y también internacional. Es el modelo que sucumbe ante las políticas neoliberales apadrinadas en los últimos lustros por el PP y el PSOE, que en el estado español han y están expulsando a cientos de miles de agricultores. Es el que podría y debería potenciarse en tiempos de crisis como una posible salida laboral.

En el estado español, este modelo está en decadencia ante la manifiesta falta de rentabilidad originada por los bajos precios de compra que imponen los intermediarios, la distribución y los supermercados. Todas las organizaciones agrícolas y ganaderas sin excepción, han coincidido en señalar este hecho como el principal causante de la sangría en el campo español. Ante ello llevan años solicitando la intervención del estado para que se establezcan precios mínimos de compra. El problema es que en esta democracia no manda la gente, sino el Dios mercado.

Modelo “agrodarwinista”, global y corporativo: en clara expansión.

Con él ya no es importante generar trabajo y comida, sino obtener beneficios y ser competitivo aunque se genere hambre y abandono de tierras en millones de personas. Con este modelo, unos eslabones de la cadena agroalimentaria están dominados por unas pocas transnacionales que venden semillas o agroquímicos. Otro está infestado de especuladores e inversores, cuyas acciones financieras han originado el incremento de los precios de los alimentos en los mercados de futuros. Y uno más está controlado por intermediarios y distribuidores que comercializan y venden la producción agraria.

El único eslabón que permanecía exento de los depredadores era precisamente la tierra. Pero desde hace unos años se ha constatado un fenómeno denominado acaparamiento de tierras, en el que inversores, transnacionales y empresas privadas y públicas están adquiriendo millones de hectáreas especialmente en África aunque también en América Latina (Argentina, Brasil, etc.). Además también se apropian de otros recursos como el agua, para que sus explotaciones industriales estén bien irrigadas aunque luego los campesinos no puedan regar las suyas.

No deja de ser paradójico que mientras millones de agricultores europeos abandonan la tierra, algunos inversores deslocalizan la producción agraria hacia países empobrecidos cuyos campesinos y habitantes son expulsados de sus tierras para que ellos puedan emprender sus proyectos agrícolas. Lógicamente no pretenden combatir un hambre que ayudan a generar, sino que siembran alimentos y sobre todo agrocombustibles que luego se exportarán a Europa, China, USA o los países árabes.

Los más atrevidos argumentarán sobre este modelo, que la vida es así y que solo los más aptos están condenados a sobrevivir y triunfar, como dijo en su día el graduado en teología Charles Darwin. Y de los menos aptos, ya se encargarán la FAO, las ONG’s caritativas y los religiosos que rezarán para que los pobres ganen en el cielo las parcelas que les son usurpadas en la tierra.

Acuerdos comerciales y corredores.

El PP y el PSOE han defendido y apoyado el Acuerdo Bilateral entre la UE y Marruecos para liberalizar el comercio de productos agrícolas y pesqueros. A grandes rasgos y sin entrar en detalles, el acuerdo consiste fundamentalmente en la liberalización del comercio mediante el desmantelamiento arancelario, para que los productos agroalimentarios puedan fluir con más facilidad entre las dos regiones.

La embajada española en Marruecos ha alentado la inversión agrícola española en el país africano. Mientras, todas las organizaciones agrarias españolas que representan a cientos de miles de agricultores, se han posicionado en contra de este acuerdo porque permitirá la entrada de unos productos más baratos cultivados en una región con unas políticas fiscales, laborales y ambientales más laxas, y por tanto, con un precio de coste más bajo que los sembrados en el estado español. Que nadie piense que los pequeños agricultores marroquíes se beneficiarán, pues en algunos casos también han sido expulsados de sus tierras y en cualquier caso este pastel agroexportador está horneado para inversores extranjeros y terratenientes locales.

Con las tierras acaparadas y las barreras comerciales derribadas, solo queda por resolver el apartado logístico, y para ello, las autoridades analizan dos posibles corredores (el “central” y el “mediterráneo”). Existe un debate para ver cuál de los dos es el más conveniente, pero en ambos casos el punto de partida es el puerto de Algeciras, situado a escasos kilómetros de África. A pesar de las benevolencias que se han dicho sobre estos corredores, no hay duda de que esta infraestructura que pagaremos entre todos permitirá el transporte y el comercio de productos agrícolas africanos, que dejará sin trabajo y futuro a los campesinos de aquí y a los de allá.

Cuestiones morales.

No se conoce una plaga más dañina para el campo español que la política agraria emprendida por el PP y el PSOE. Ambas formaciones han tomado decisiones estructurales que lo han masacrado y destrozado, mientras han ignorado y desoído la voz del agricultor -y votante- representada por las organizaciones agrarias.

Claro, ahora este agricultor que se quema la piel bajo el sol, que tiene las manos cubiertas de callos, que paga impuestos en su nación, que genera puestos de trabajo en su ciudad y que desde hace años el llegar a final de mes le supone un auténtico malabarismo, observa cómo se lucran de la deslocalización de la producción agraria los altos ex cargos públicos Luís Bárcenas y Ángel Sanchís, fomentando a la vez en América Latina un modelo agroexportador que ha causado estragos.

Si le parece extraño que la clase política no controle los precios de compra que le arruinan, si le acongoja la futura invasión de cultivos africanos en manos de inversores, ahora ¿qué esperanza le queda tras ver que algunas ex figuras políticas se benefician de un modelo que a él lo exprime y lo deja sin futuro? Pero ¿a quién narices le quedan ganas de ser emprendedor con semejante marabunta hispánica?


*-Investigador asociado de la Cátedra “Tierra Ciudadana - Fondation Charles Léopold Mayer”, de la Universitat Politècnica de València. Autor de los libros El parque de las hamacas y Piratas y pateras. Artículo de la serie “Crisis agroalimentaria”-


Patrocina este artículo El parque de las hamacas




lunes, 21 de enero de 2013

ES PRECISO QUE EL PODER DETENGA AL PODER


ALGO MÁS QUE PALABRAS

Por Víctor Corcoba Herrero*



            Montesquieu está de moda. Nadie me negará el abuso de poder que sufren muchos ciudadanos en casi todo el mundo. Para frenar este injusticia, "es preciso que el poder detenga al poder". Ya lo expresaba, en su tiempo, este relevante cronista y pensador político francés que vivió en la llamada época de la ilustración. Evidentemente, hace falta llevar a buen término esa gran transición mundial, que nos lleve a servir mejor y a poder menos. Tantas veces somos aplastados por las ruedas de los poderosos, que más que poderío, hace falta una moral de combate. O una ética de vida. Las influencias políticas en España son un claro testimonio de las esencias corruptas. Ciertamente es difícil combatir este tipos de hábitos, cuando los principios han sido devorados por un exceso de inmoralidad, al ver que todos los caminos se abren si el dinero va por delante. No importa de dónde provenga, ni la manera de conseguirlo. Don dinero manda, y lo que es peor, nos gobierna. Es la meta a la que aspiran llegar muchas gentes.

            Tenemos que retornar a ese espíritu crítico avivado por Montesquieu. En su obra, El espíritu de las leyes, manifiesta admiración por las instituciones y llega a afirmar que la ley es lo más importante del Estado. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a vivir para los nuestros, para nuestro grupo de incondicionales, y eso es una postura muy egoísta. Una ley que debe ser igual para todos y que no lo es, para dolor de la humanidad, cuestión que conlleva una dificultad añadida. Algún fiscal anticorrupción, de la madre patria, nos ha injertado una frase que se ha convertido en célebre ya: "es más difícil combatir la delincuencia de moqueta que la de metralleta". Y es que cuando el poder deja de ser deber, todo se confunde y camina a la deriva. Se oprime a la ciudadanía con total descaro, en parte, porque el comportamiento de las autoridades se ha despojado de toda conciencia.

            Para crear una cultura de rechazo a estas prácticas corruptas, como pueden ser los sobresueldos opacos recibidos por ciertos dirigentes políticos, habría que cambiar la manera de dar respuesta a la realidad social. La separación de poderes o división de poderes que, por cierto, trazó Montesquieu, precisamente es una ordenación y distribución de las funciones del Estado, en la cual la titularidad de cada una de ellas es confiada a un órgano u organismo público distinto. A mi entender, tenemos una excesiva politización, o lo que es lo mismo,  una enorme utilización abusiva del poder, encaminado hacia beneficios partidistas, totalmente alejados del bien común de los pueblos.

            Desde luego, no podemos permitir que los intereses partidistas socaven la justicia. Para que el poder detenga a ese poder corrupto tiene que primar el estado de derecho. Con urgencia hemos de hacer realidad la aplicación igualitaria de la ley. Inspirados en las palabras de Montesquieu, de que "no hay nación tan poderosa como la que obedece sus leyes, no por motivos de miedo o razón, sino por pasión", nuestro entusiasmo debe ir encaminado a frenar el abuso de funciones, el enriquecimiento ilícito, el soborno en los diversos sectores y la malversación de recursos públicos, el encubrimiento y la obstrucción de la justicia ante cualquier tipo de actitudes delictivas.

            Ante este cúmulo de hechos ofensivos, Montesquieu, lo tenía claro: "la ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie". Por desdicha, en el mundo cada día hay más fortunas secretas conseguidas a través de juegos sucios. Es una desgracia que gobiernos que están para servir a sus ciudadanos se vean salpicados por casos de corrupción. Pienso que se deben instaurar medidas de anticorrupción para frenar esos poderes a los que para nada le tiembla la mano a la hora de robar. En muchos países la política se ha convertido en el gran negocio, donde todo sirve y todo se tapa. A mi juicio el mundo de la era global requiere de grandes consensos, como el de parar el poder ilícito, para asegurar una gobernanza en la que todos podamos seguir conviviendo. Negar esta evidencia -el poder corrupto- es como consagrar la impunidad.

            El estado de derecho debe impedir la arbitrariedad de estos poderes que por sistema violan los derechos de las gentes, creyéndose superiores, haciendo de la corrupción un instrumento del poder político. Sin duda, los malos ejemplos son tan dañinos como un crimen. Entiendo, por otra parte, que la cooperación internacional para detener esos poderes perversos  es fundamental. En todo caso, para Montesquieu no hay poder que no incite al abuso, a la extralimitación. Para evitarlo propone encontrar una disposición de las cosas que de la misma derive una situación en la que "el poder detenga al poder", por ello se convierte en indispensable la disociación entre potestades.

            La corrupción no pude seguir destruyendo el estado de derecho. De un tiempo a esta parte, España no sólo se ha convertido en la capital del desempleo, también en la capital de la corrupción. Los ciudadanos han empezado a alzar su voz. Es preciso que el poder honesto detenga al poder corrupto. Hace años que en este país se potencia una cultura subvencionada, sin transparencia alguna. Podemos tener las mejores leyes, pero cuando todo se politiza con comportamientos interesados, germina la extorsión y el soborno en cualquier lugar del poder. Con este tipo de actitudes, se dificulta aún más la prestación de servicios básicos necesarios a la ciudadanía. Tanto cuando se dilapida como cuando se roba dinero público para obtener beneficios personales, disminuyen los recursos destinados a la construcción de centros educativos, centros sanitarios e infraestructuras. Por tanto, -como dijo Montesquieu- "no hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia". Incuestionable. Pongamos, pues, límites a esos poderes; al menos el del tiempo (en el pedestal) y el de dar cuenta a poderes independientes.
           

*Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
20 de enero de 2013

domingo, 20 de enero de 2013

Susan George: “Ensayan con los españoles para ver cuánto aguantan”


"Lo importante no es el coche oficial, sino que el Estado gobierne para el mercado"


Estadounidense de nacionalidad francesa, Susan George (1934), activista y pensadora, es presidenta de honor de la Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y ayuda a la Ciudadanía (Attac). George denuncia el "austericidio" al que se somete a España
Decir de Susan George que es una activista y pensadora es empequeñecer la figura de esta combativa estadounidense de 78 años afincada en París. Y su ensayo El Informe Lugano, en el que imagina un terrorífico escenario ecológico, económico, laboral y social hacia el que abocaba el capitalismo del siglo XXI, constituye una biblia para los movimientos sociales y el anticapitalismo. George asistió en Valencia al Máster en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional de la UV. La activista advierte de que "la democracia está en peligro ante el ataque de la clase de Davos: una clase transnacional desvinculada de la suerte del resto de la sociedad y compuesta por las altas finanzas, las empresas transnacionales y algunos gobiernos que consideran que la democracia es demasiado lenta".

-Usted denuncia el "austericidio" de Europa.

-Es que la actual política de austeridad, en particular en Grecia y España, es inaceptable. Es inaceptable que la mitad de jóvenes españoles no tenga trabajo. ¿Para quién se gobierna? Porque esa es la gran cuestión en democracia. Las constituciones de Estados Unidos, Francia -y me imagino que también la de España- subrayan que el pueblo es soberano. Pero con este principio de austeridad aprobado por Europa, ¿se gobierna para la gente o para los mercados financieros?

-Cree entonces que el pueblo ya no es soberano...

-El pueblo está deviniendo cada vez menos soberano. Y con el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la UE se está robando no solo el poder a los ciudadanos, sino también a los representantes de los ciudadanos. Por tanto, ni tenemos democracia directa, ni democracia representativa.

-Pero apenas reaccionamos...

-Está el frente de los indignados y algunos huelguistas. Pero la última huelga en España no ha tenido éxito. Y pienso que es porque la gente tiene miedo de perder su trabajo. Yo comprendo ese miedo, porque el miedo es la disciplina de una sociedad capitalista, que usa el miedo individual para disciplinar y calmar la población con el objetivo de que acepte lo que le digan. De hecho, creo que los griegos y los españoles son como ratas de laboratorio para ver qué nivel de castigo y sufrimiento puede ser aceptado por esta sociedad sin que la gente se rebele. Eso puede alentar al fascismo.

-¿Considera que la extrema derecha saldrá reforzada?

-Es el paradigma clásico que ya vimos en los años 20 y 30: el poder de la extrema derecha. Pienso que es normal. ¿Hacia dónde se volverán las personas sin formación? Mirarán al vecino, al inmigrante que tienen al lado... Desgraciadamente, es una reacción que ya hemos visto y para la que hemos de estar preparados.

-Con la crisis, la población española ha redoblado sus críticas contra los sueldos y privilegios de los políticos.

¿Eso es desviar la atención de lo importante?

-¡Pero si son los banqueros a los que deberían criticar! La actual crisis es la continuación de lo que ocurrió en 2007 y 2008 por culpa de los banqueros y, en España, de la burbuja inmobiliaria, que al final también era culpa de los bancos por dar préstamos imprudentes y alimentar esta burbuja. Sin embargo, cuando estalló la burbuja, fue el Estado el que asumió la deuda privada. La deuda pública de España era muy moderada cuando estalló la crisis. Sin déficit y con el 50% de deuda pública, cuando se permitía tener hasta el 60%. ¡Estabais perfectos, mejor que Alemania! Pero el Estado cargó con la deuda de los bancos. Y ha gastado muchísimo dinero para capitalizar y salvar los mismos bancos que habían causado el problema. Por eso la deuda pública aumentó muy rápidamente. Es una respuesta muy larga a la pregunta, pero no es el coche oficial de los políticos lo importante, sino que el Estado gobierna para los mercados financieros y no para el pueblo. Se ha castigado a los inocentes y los culpables han sido recompensados.

-¿Y, ante ello, qué pueden hacer los ciudadanos españoles?

-Unirse. Unirse los estudiantes, los parados, los jubilados, los trabajadores, los sindicalistas, los agricultores... Todo el mundo ha de unirse contra esta realidad. Porque la clase de Davos, que es la que gobierna por ellos, está muy unida.

-En Pakistán, una niña que quería estudiar ha sido víctima de un atentado que casi le arranca la vida. ¿El mundo está loco?

-No, el mundo no está loco. El mundo musulmán de los talibanes es sexista, machista y tiene un miedo terrible a la mujer, a la sexualidad de la mujer y al poder de la mujer. Y cuando ellos tienen el poder, lo utilizan para oprimir a las mujeres. Puede llamársele locura, pero responde al interés de los hombres por coartar la sexualidad femenina.

-Si Karl Marx resucitara y viera esta Europa, ¿qué pensaría?

-Él pensaría que la guerra de clases está acabando y que los ricos la están ganando. De eso trata mi próximo libro, que publicará Planeta en España en febrero y que se titulará El Informe Lugano 2. Cómo ganar la guerra de clases. El subtítulo procede de una frase de Warren Buffet, la tercera fortuna del mundo, que escribió: 'Hay una guerra de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando'.

-Es cierto.

-¡Claro! Y por eso hay que unirse y no dejarse perder. Porque en juego está la democracia y todo lo que hemos hecho desde el siglo XVIII. Todo aquello que los europeos hemos hecho desde el fin de la II Guerra Mundial. Todo lo que los españoles han hecho desde el final del franquismo.


El uranio de Mali y la hipócrita intervención humanitaria

Posted on 19 enero, 2013                                                                    by Despertares                                                                     Por Pura María García

Nombren un país o región que tenga alguna riqueza o interés estratégico y allí estarán las hienas de la ONU y la OTAN así como todo tipo de organizaciones humanitarias de dudoso origen autoinvitándose en nombre de la paz a la sangrienta carnaza que les ofrecen dichos territorios.

Mali, un país que tiene las desgracia de tener Uranio, un país que ha sido sometido a la farsa de la intervención humanitaria de los buitres occidentales mientas sus viles siervos de los grandes medios de comunicación occidentales se llenan la boca pretendiendo justificar la invasión, el expolio y el asesinato por razones humanitarias.


Una ya hace tiempo, demasiado, que sabe que los movimientos en el damero donde se juegan las partidas geopolíticas y culminan, en forma de guerras o genocidios, los planes largamente gestados por los gobernantes que repentinamente se erigen representantes de “la ciudadanía” y “de la intervención con fines humanitarios”, son en realidad movimientos que esconden intereses.
Siempre ha sido así, con lo que no debería producirnos ni el mínimo asombro.

Tras una guerra siempre ha habido una boca que vende y una mano que compra:

· Vietnam,
· Guerras eternas y eternizadas (como la que propicia Israel sobre el pueblo palestino o
· La guerra encubierta, descarada e inadmisible que los USA realizan contra Cuba, Libia, Irán, Siria, Sudán, Kosovo, Sierra Leona, Congo, Mali
· Y un etcétera que jamás va a cesar porque no cesa el hambre de poder y las interesadas transacciones económicas que forman las bambalinas de los enfrentamientos bélicos.

Tradicionalmente, las guerras enfrentaban países, territorios, impulsados por la defensa de una identidad, la rebelión contra la construcción externa de esa realidad robada o por la conquista de territorios lindantes.

En la era contemporánea, las guerras han ido convirtiéndose en un eufemismo, un laboratorio de ensayo de nuevas armas y estrategias, incluido el desarrollo hasta cotas increíbles del terrorismo mediático como el mejor pestillo para cerrar la fase inicial del conflicto, el preparar ideológicamente a la sociedad para que asuma como inevitable, lógico e incluso beneficioso, el conflicto y las muertes civiles que conlleva.

Desde hace unas décadas, las guerras encubren tratos económicos, tráfico de armas, intereses imperialistas no por motivos étnicos o religiosos (ese el disfraz con el que quieren los políticos vestir las guerras actualmente) sino por aseguramiento de la posesión de fuentes de energía y riqueza, petróleo, electricidad.

La guerra del Golfo significó no solo un inmejorable escenario, preparado de modo cuidadoso con atrezzo falso y todos los ingredientes con los que caracterizaríamos a las nuevas guerras.

Significó un ejemplo óptimo de planificación de la estrategia social previa  a la guerra: el mundo entero creyó en la madre de todas las guerras y el todo social la concibió, tras las convenientes acciones del terrorismo mediático, tan útil y certero como los drones, como una cuestión social, un deber del mundo para salvar a un país de un monstruo.

Unió a unos y a otros, a quienes miraron absortos, aliviados y emocionados, la muerte de civiles, cayendo como moscas muertas en las pantallas de televisión, porque cualquier cosa valía, todo era lícito, para conseguir salvar a otros, a un pueblo que, hasta la fecha de la guerra, no nos había importado lo más mínimo.

A partir de ella, una telenovela, ciertamente sangrienta y letal, con un aparente final feliz, escrita tras un guión firmado por americanos y europeos, nunca más una guerra conservó su perfil tradicional.

Aquella madre de todas las guerras parió hijos de muerte, más preparados si cabe para el genocidio y la aniquilación: los países ya no se enfrentarían entre ellos para generar una guerra.

Eso quedó atrás.

Un país comenzó a ser susceptible de formar parte de la lista de posibles escenarios de un conflicto bélico si cumplía uno de los requisitos de un perfil, silenciado, no aceptado oficialmente, pero obvio, resumido, en dos puntos principales:

· Poseer yacimientos de petróleo, diamantes, uranio, plantas productoras de energía eléctrica;
· Estar situado (el azar les dispuso en territorio estratégico, los llamados enclaves prioritarios) en puntos clave por los que  se accede a países con potencial energético o son zonas de paso para el comercio;
· Ofrecer buenas perspectivas para empresas, relacionadas con los políticos que darán el pistoletazo de salida para empezar el conflicto, que “reconstruirán” el país que, premeditadamente, quedará asolado.

Y empieza el juego, una partida del póker en la que la banca siempre gana.

Se introducen elementos que, hasta la guerra del Golfo no habían sido utilizados con excelsa maestría:

Se ven las guerras como…

· Una oportunidad de incalculable valor para justificar los presupuestos millonarios, pagados por los ciudadanos que, como es de suponer, no participan en las decisiones sobre el conflicto, que sustentan las  aberrantes transacciones militares y tráfico de armamento que se autorizan en determinados organismos e instituciones, verdaderas empresas de la muerte, como la OTAN.
· El marco que socialmente hará creíble la necesidad de crear bases militares con las que trazar la cartografía que sustentará posteriores conflictos, una telaraña de conexiones mortales en las que espera la tarántula venenosa imperialista.

Pero el mundo está en crisis, ha sido paulatinamente llevado a una aparente crisis.

Digo aparente porque la crisis no es real para los gestores de la guerra: son más las oportunidades de negocio, los planes de inversión en países derruidos, a un coste mínimo, que después darán sus frutos, cuando ellos, los que iniciaron la guerra, lo decidan.

En un mecanismo curioso, pero ya demasiado frecuente, en el mundo decrecen, aparentemente, los recursos, pero crecen, por el contrario, los intereses y el hambre de los gobiernos, aliados con extraña facilidad cuando se trata de clavar la cuchara en una guerra.

Y tienen que inventar, diseñar planes les llaman ellos, nuevas formas de invasión.

Y encuentran un filón magnifico, que enternece al ciudadano, el mismo que lloró y se emocionó, como en una final apoteósica de una importante liga de fútbol, con la caída de la estatua de Hussein: la llamada intervención humanitaria, la tapadera menos creíble y más voraz para impulsar, costear y avivar una guerra.

Tradicionalmente, el gobierno americano era el que se ponía, con frecuencia periódica, ese uniforme de héroe de Marvel Group y, sin dudarlo, desinteresadamente se embarcaba en guerras para ayudar a un amigo indefinido contra un enemigo, indefinido también.

Desde hace unos años, al guerrero sin antifaz americano le ha salido un amigo sincero: una esquizoide Europa, una medusa de tantas cabezas como Estados poderosos que se devoran entre sí, pero que, al toque desafinado del banjo del Tío Sam, se une para acompañarle en cruzadas que, obviamente, esconden intereses económicos y energéticos.

Es la misma Europa que debe favores al Tío Sam, que no ha acabado de digerir, aunque lo lleva fingiendo mucho tiempo,  que su pasado de “ama de colonias y territorios de salvajes africanos” terminó hace mucho.

Es la mima Europa que mira hacia otro lado ante los desahucios, los suicidios por hambre, la guillotina creciente del paro. Es la misma Europa que, misteriosamente, se unió como una secta para apoyar el genocidio de Libia.

La misma que ensaya el Himno de la Amistad que precede a la intervención, por motivos humanitarios, de Mali.

El terrorismo mediático, muy bien definido por Alfredo Oliva como:

“El protocolo o acción previamente diseñada en la que se utilizan los medios de comunicación nacionales e internacionales (prensa, radio, televisión, cine, Internet, redes sociales, celulares, vallas, etc.) para crear atmósferas y/o sembrar miedo, odio y terror en la población con el propósito de desestabilizar y/o derrocar gobiernos, destruir su economía, destruir liderazgos, horadar apoyos populares, provocar confrontaciones violentas entre la población, guerras civiles, etc.”

Prepara el terreno, abona la programación ideológica y mental, mostrando, es el caso de Mali,  imágenes de un país que vive en la pobreza y que, sospechosamente, no nos había importado en lo más mínimo, ni había despertado el instinto maternal de la vieja Europa, hasta que empezó a correrse la voz, entre el grupo de amigachos europeos-americanos de los negocios de la guerra, que Mali cumplía a la perfección el perfil de próximo escenario de guerra.

Es una vergüenza que nos lleven con ellos, que con su inercia nos arrastren a contemplar y consentir una guerra que esconde  exclusivamente la pretensión de apropiarse del URANIO de Mali.

La burla adquiere dimensiones insoportables, cuando además, nos obligan a escuchar sus evangelizadores voces:

“Francia solo lleva a Mali valores. No nos mueve ningún otro interés, ni mucho menos ningún motivo económico”, ha dicho Hollande, vocero de la secta del grupo de amigos-de-la guerra, en un acto que yo considero, además de una burla, un ejemplo de terrorismo político, mucho más peligroso que esa invención-exageración de los terroristas islamistas asesinos, necesaria para que los que lloraron e hicieron la ola cuando Sadam Hussein fue ejecutado vuelvan a ponerse en pie y se propinen golpes de pecho

¿De dónde han salido los terroristas islamistas y todos los –istas que caben en las etiquetas de la muerte?

¿Han estado hibernando mientras ustedes no hacían ni caso de ellos y no sentían la necesidad de “protegernos” de ellos?

Me ha avergonzado, ya no debería provocármelo ningún ejemplar de la especie corrupta del politicus oficinalis vulgaris,  escuchar a  Hollande burlarse del nosotros social.

Francia solo lleva a Mali valores.

Será el valor de la muerte, el valor del negocio, del expolio, del asesinato, de la violencia.

Siento vergüenza mientras intento protegerme de la campaña europea que se pone en marcha para que veamos como salvación la muerte que llevamos al continente africano, pero no me escandalizo demasiado de la caradura, deshonestidad y falta de ética que Hollande y los suyos esconden, incluido el político-empresario-maquiavélico que gobierna  Españistán, y que de repente, en nombre de la mayoría electoral, que no suelta ni un segundo, ha decidido colaborar con la intervención de Francia en Mali con el beneplácito, extremadamente ágil si lo comparamos con las medidas contra desahucios y otras “necesidades del pueblo”, del Consejo de Ministros -lo que pase con los españoles le importa un bledo ahora que hay en Mali negocios a la vista.

No me escandalizo porque, para cara dura e hipocresía, nos deberían servir las palabras-aviso de las santísimas Naciones Unidas (otra secta de mentiras) que se atreven a incluir en su página oficial, bajo el  irónico epígrafe PAZ Y SEGURIDAD, las mentiras encubiertas que cito a continuación:

“La principal motivación para la creación de las Naciones Unidas, cuyos fundadores vivieron la devastación de dos guerras mundiales, fue salvar a las generaciones venideras del azote de la guerra.
Desde que se fundó, se ha pedido con frecuencia la colaboración de la ONU para prevenir que las disputas desencadenen guerras, para ayudar a restaurar la paz en conflictos armados que ya hayan estallado, y para promover la paz duradera entre las sociedades que salen de las guerras.
El Consejo de Seguridad, la Asamblea General y el Secretario General desempeñan papeles muy importantes y complementarios a la hora de promover la paz y seguridad.
A lo largo de estas décadas, la ONU ha contribuido a erradicar numerosos conflictos.
A menudo, lo ha conseguido gracias a las acciones del Consejo de Seguridad, el órgano que, como establece la Carta de las Naciones Unidas, tiene como principal responsabilidad mantener la paz y la seguridad internacionales.
Cuando se presenta ante Consejo la queja de que alguna situación pone en peligro la paz, el primer paso suele ser recomendar a los involucrados que lleguen a un acuerdo de forma pacífica.
En algunos casos, el propio Consejo lleva a cabo tareas de investigación y mediación.
Puede enviar a representantes especiales, o pedir al Secretario General que participe o que interponga sus buenos oficios.
También puede establecer sucesivas bases para lograr un acuerdo pacífico.
Cuando una disputa desencadena la lucha, la primera preocupación del Consejo es que conseguir que termine lo antes posible”.
Fuentes: periodismoalternativoblog y lamoscaroja

Artículos relacionados:

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· La tenebrosa historia de la asociación ecologista “WWF”  ADENA


viernes, 18 de enero de 2013

Algo va mal

La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*


"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".

John Donne


                                   Durante esta semana, una nueva vuelta de tuerca más ha venido a fijar el síntoma evidente de la decadencia que sufrimos. Desde la más estricta legalidad han refrendado el modelo que auspicia el sentido y la sensibilidad más voraz. Consolidar el ideario político a la sombra de la proyección personal colma la ejemplaridad. Tan firme ha sido este principio que, incluso, la Defensora del Pueblo ha elevado la voz disintiendo del clamor popular. En un arranque, que se puede catalogar de insana autoestima política, ha invocado el respeto al trabajo de los que han sido responsables políticos. Quién duda de tan noble, leal y hoy, más que nunca, necesaria actividad laboral, cuando las cifras de desempleo son delirantes. Lo que llama a la estupefacción es la animosidad del que quién en su calidad de gestor público privatiza un servicio de salud para, a la postre, ser beneficiario como gestor privado. Bien señala el refranero popular cuando sentencia "A buen entendedor, pocas palabras bastan". Porque de eso se trata, de atender y entender que la legalidad no es signo de ejemplaridad. Pero llegados a este punto parece más terciar las orejeras que las entendederas. Sólo el alud de críticas ha procurado que este hecho no quede impune.

                                   En ese empeño, de escasa lucidez, de refrenar la capacidad crítica del ciudadano frente a las actitudes institucionales. El gobierno ha encomendado al director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, la búsqueda de fórmulas que reconcilien a los ciudadanos con aquéllas. La política ha pasado a convertirse en un problema, ya no sólo porque no ofrece soluciones. Sobre todo por la manga ancha de sus ejecutores que se aprovechan de su coyuntura con fines meramente promocionales. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas -CIS- la imagen de los políticos es la tercera preocupación de los españoles. La solución es bien sencilla. Y no son necesarios maquillajes, componendas estéticas o fariseos argumentos sobre un cambio drástico en la atención a los problemas de los ciudadanos. Simplemente adicionar honestidad y transparencia en sus actuaciones. Y ello significa que los postulados no se ciñan al aspecto meramente material. Las ideas no son patrimonio exclusivo de los partidos. El flujo de las ideas revitaliza el concepto de la sociedad que construimos. El marcado carácter desregulador de la economía ha colapsado los salideros de aquéllas -las ideas- y las han sometido a un estado de asfixia. Replantear los objetivos de la sociedad a través de las ideas no está al alcance de los políticos que se empeñan en centrarse, única y exclusivamente, en la maraña económica como excusa a su ineficacia e incompetencia.

                                   En el año 2010 fallecía Tony Judt. Historiador, escritor y profesor británico de origen judío. Desde el año 2008 padecía esclerosis lateral amiotrófica. Durante esos dos años fue -como el mismo definía- prisionero en su propio cuerpo. En su obra ensayística Algo va mal, que da título a este artículo y que fue publicada de forma póstuma, define con elegancia y rigurosidad los entresijos de esta tendencia desquiciada que nos ha llevado a un crecimiento abominable. Ahora los referentes se han desdibujado con el afán de poseer a toda costa. El lenguaje es de una sencillez y claridad accesible a cualquier persona que desee conocer un planteamiento intelectual y diferenciador sin ninguna traza de elitismo. Una conciencia ligada a la reflexión sobre los acontecimientos como herederos y precursores de los que fueron y otros que están por llegar, y que sólo desde una firme convicción colectiva podemos tener la esperanza de construir en el futuro. En Algo va mal la sensación de pérdida es constante. Quizás por la propia experiencia del autor en la degradación física de su cuerpo, como un lento e inexorable camino a la muerte. Aunque sabiendo de la independencia de su pensamiento, podemos considerarla como la cruenta briega que tuvo que mantener para ser contumaz en su objetivo final. La solidez de sus reflexiones y la constatación en ellas del tiempo actual se corresponde en este fragmento que viene a colación de lo expresado en el primer párrafo de este artículo: 
"Si no respetamos los bienes públicos; si permitimos o fomentamos la privatización del espacio, los recursos y los servicios públicos; si apoyamos con entusiasmo la tendencia de la joven generación a ocuparse exclusivamente de sus propias necesidades: no debería sorprendernos una disminución constante de la participación activa en la toma de decisiones públicas. (…) Se ha generalizado la sensación de que como ‘ellos’ harán lo que quieran en cualquier caso -al tiempo que sacan todo el beneficio personal posible- por qué habríamos de perder el tiempo ’nosotros’ en tratar de influir en sus actos". 
Aunque, por otro lado, la demostración palpable de la regresión de la idea frente al concepto económico, forma parte de ese otro lenguaje, la neolengua, que ya indicara George Orwell en su obra 1948 y que Tony Judt describe de esta manera tan gráfica: 
"No es probable que muchos legos en la materia se opongan al ministro de Economía o a sus asesores. Si lo hicieran, se les diría –como un sacerdote medieval podría haber aconsejado a su grey- que son cosas que no les incumben. La liturgia debe celebrarse en una lengua oscura, que sólo sea accesible para los iniciados. Para todos los demás, basta la fe".
                                  
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

Artículo patrocinado por LetrasTRL Nº. 54-febrero-2013 http://www.alvaeno.com/letrasTRL.htm

 

jueves, 17 de enero de 2013

Adictos a la comida basura*


Por Esther Vivas**

¿Qué puede pasarte si durante un mes te alimentas a base de Big Macs, Cheese Burguers, batidos de fresa, Mc Nuggets...? El resultado: once kilos de más, hígado hinchado, dolores de cabeza, depresión y colesterol por las nubes. Lo cuenta en carne propia el director Morgan Spurlock en la película 'Super Size Me' (2004), que retrata las consecuencias de desayunar, almorzar y cenar diariamente en Mc Donald's. Pero el problema del fast food no es sólo que nos enferma, sino que nos convierte en adictos a su comida.

"Lo importante no es que vengas, es que vuelvas" reza el último anuncio de Mc Donalds. Y nunca mejor dicho. La comida basura se convierte en imprescindible para aquellos que frecuentan sus establecimientos. Así lo constata la investigación llevada a cabo por The Scripps Research Institute en Estados Unidos, publicada en 2010 en la revista Nature Neuroscience. Sus conclusiones no dejan lugar a dudas: la ingesta de comida basura desarrolla los mismos mecanismos moleculares del cerebro que propician la adicción a las drogas, y en consecuencia su consumo es especialmente adictivo. Tal vez tendríamos que sugerir a las  Autoridades Sanitarias que advirtieran a los consumidores que comer en Mc Donalds, Kentucky Fried Chicken, Pizza Hut, Burguer King, Dunkin' Donuts... "puede perjudicar gravemente su salud".

Aunque no es necesario entrar en un establecimiento de comida rápida para consumir alimentos de baja calidad. La mayor parte de comida que compramos está elaborada con altas dosis de aditivos químicos de síntesis como colorantes, conservantes, antioxidantes, espesantes, estabilizantes, potenciadores del sabor, reguladores de acidez, almidones modificados, etc. que alteran el alimento en función de los intereses de la industria. Así se consigue dar al producto un color más atractivo, la apariencia de recién hecho o un intenso sabor. El objetivo, vender más.

Pero, ¿cuáles son las consecuencias para nuestra salud? Varias investigaciones señalan el impacto negativo que el consumo recurrente de algunos de estos aditivos puede tener en la aparición de enfermedades como alergias, hiperactividad infantil, problemas de sobrepeso..., que no han hecho sino aumentar en los últimos años. Así lo aseguraba una investigación realizada en la Universidad de Southampton, en  2007, a petición de la Agencia de Estándares Alimentarios de Gran Bretaña, y publicada en The Lancet, que demostraba el vínculo entre el consumo de determinados aditivos por parte de niñas y niños con el desarrollo de hiperactividad. La solución radica en sustituir dichos aditivos artificiales por otros de naturales, pero estos son más caros y la industria alimentaria los descarta. El dinero manda.

La periodista francesa Marie Monique Robin lo documentaba al detalle en su penúltimo trabajo, el título del cual no deja lugar a dudas, “Nuestro veneno cotidiano”, donde investigaba las consecuencias en nuestro organismo de una agricultura adicta a los fitosanitarios y de una industria alimentaria enganchada a los aditivos químicos. Las consecuencias, según el documental, eran claras: aumento de enfermedades como el cáncer, la esterilidad, los tumores cerebrales, el parkinson..., fruto, entre otros, de un modelo agrícola y alimentario supeditado a los intereses del capital. Sino ¿cómo es posible -como señala el film- que la industria agroalimentaria, por ejemplo, siga utilizando un edulcorante no calórico como es el aspartamo, en productos etiquetados como light, 0,0%, sin azúcar, cuando varios experimentos han demostrado que el consumo continuado de dicha sustancia puede resultar cancerígeno?

Algunos dirán que dichos trabajos, informes e investigaciones son alarmistas y que todos los aditivos químicos aplicados en la Unión Europea son previamente evaluados por una agencia independiente: la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Hace unos meses la organización Corporate European Observatory hizo publico un informe en que señalaba los vínculos estrechos del EFSA con la industria biotecnológica y agroalimentaria, así como la dinámica de "puertas giratorias" entre ambos. El conflicto de intereses entre quienes legislan y las empresas del sector es claro. Algo que sin lugar a dudas, y por desgracia, no sólo afecta a este ámbito sino a muchos otros.

La industria agroalimentaria, en su carrera por reducir costes y obtener el máximo beneficio, ha dejado en un segundo plano la calidad de aquello que comemos. Escándalos alimentarios como el de las vacas locas, la gripe aviar, los pollos con dióxinas, la e-coli... son sólo la punta del iceberg de un modelo agrícola y alimentario que antepone el afán de lucro de unas pocas empresas que monopolizan al sector a las necesidades alimentarias de las personas.

Somos lo que comemos. Y si consumimos productos elaborados con altas dosis de pesticidas, fitosanitarios, transgénicos, edulcorantes, colorantes y sustancias que nos convierten en adictos a la comida basura, esto acaba, tarde o temprano, teniendo consecuencias en nuestra salud. Tal vez ya va siendo hora de que le digamos a Ronald McDonald y a sus amigos: I'm NOT lovin' it.



*Artículo publicado en Público, 16/01/2013.


El Diario de Alvaeno

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