La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
La amarra se ha desasido del
bolardo. El año 2012 se pierde en el horizonte que delimita pasado y
presente. En su evocación un tufo encalabrinado persigue la derrota marina de
este navío fantasma. Si estos trescientos sesenta y cinco días se significan
por algo, lo han sido, precisamente, por el carácter liquidador de su tránsito
político. A modo de sepultureros, los gobiernos han enterrado la sociedad del
bienestar. Convirtiendo la democracia en plutocracia. La servidumbre del ideal
político se ha mudado en mero ejercicio de representación de intereses
espúreos. Atendamos si no a lo que sin rubor ha calificado como craso error el
Fondo Monetario Internacional -FMI-, apenas iniciado el año 2013, con respecto
a las recetas económicas que planteaban un escenario de absoluta austeridad. El
impacto depresivo de estas medidas en la economía de cada país, ha supuesto
efectos negativos palpables y evidentes: el vertiginoso ritmo de ascenso del
desempleo, la inexistencia de consumo privado, un estrechísimo margen de
inversión y la nulidad en los préstamos. Los índices de pobreza que se estan
alcanzando son síntomas de enfermedad terminal. Es irrisorio comprobar como las
recomendaciones de los poderes públicos y servicios sociales que los integran,
derivan el hambre del primer mundo a las instituciones de caridad. Y la
permanencia en el hogar al ansia especulativa de los bancos. No hay respuesta
política, sólo encogimiento de hombros y muestra de bolsillos vacíos. La
dejación también es un posicionamiento. Y este es el momento en el que nos
hallamos. Evolucionamos pero no sabemos hacia qué ni dónde. Es el mecanismo de
inducción hacia condiciones de precariedad, apremiadas por el chantaje de la
confianza. La confianza ese don que, si nos atenemos al grado de insistencia
mediática en su reiterado principio, es la clave que despejará las dudas que se
ciernen sobre el futuro. Sin embargo, la pérdida de derechos consolidados.
En
este año que nos deja se cumplió el doscientos aniversario del nacimiento
del escritor inglés Charles Dickens. El sustrato social de su magnífica obra,
compendio de un oficio -el literario- engrandecido por una sutil finura
estilística, es un fresco inequívoco de la sociedad que vivió, heredera de la
Revolución Industrial. El que fue en su niñez trabajador en una fábrica de
betún, mantuvo durante toda su trayectoria vital y artística la inclinación
sentida, sensible, convencida, comprometida e irrenunciable de apostasía contra
la moral imperante. La dignidad del ser humano frente al mecanismo poderoso que
cuantifica su valor en la productividad mercenaria, sin principios. El
usufructo de su activismo literario -forjado en las largas giras que le llevaron a viajar por todo el mundo
con lecturas públicas de su obra-, se sostiene con el mismo vigor en el siglo
XXI. Y no es insólito. La angustia del ser humano no es exclusivamente
inherente a su propia naturaleza. La depreciación de los recursos públicos
destinados a la cobertura y protección social en la gestión diaria, insufla la
animosidad más dañina y perturbadora. El pasado año las alarmas se activaron
cuando los niveles de irracionalidad e insensibilidad en los desahucios habian
convertido a éstos en mera trivialidad. Familias enteras pasan de tener un
hogar a la intemperie.Tanto es así que sólo el suicidio de dos personas hizo
que se abriera el círculo de conformidad
en los estamentos políticos y se pusiera atención sobre la impunidad con la que
actuaban las entidades financieras. Aunque quedaran en decisiones ni concretas
ni operativas. Meras recomendaciones. Fenómenos como el de Las Corralas en
Sevilla, son ejemplo de acción y resistencia ciudadana en lo que llaman
realojo, y que el alcalde de la ciudad califica de ocupación forzada y
violenta. En los primero días de este año, un hombre se quemó a lo bonzo en
Málaga. Es la asfixia económica en su rostro más vulnerable: la desesperación.
Esta
secuencia de tintes negros, posee el carácter episódico de una
corriente de pensamiento que aniquila cualquier atisbo de honestidad. Es una
apisonadora que inflinge el dolor de la indiferencia. Y, como tal, el
desentendimiento. La transfiguración del otrora director gerente del FMI y
presidente de Bankia, pasando de incompetente gestor económico a consejero en
Telefónica. Es la culminación de la parálisis de valores en la que esta
sociedad se halla. Los epitafios de los cadáveres – entre ellos los 6000
despidos previstos- que este siniestro ejercicio de amoralidad rubrica a su
paso, tienen como coste el ridículo precio de cuarenta céntimos. Es el valor
actual de las acciones de este banco en Bolsa, que ha recibido, junto a otros y
en conjunto, 340.835 millones de euros, como préstamo del Banco Europeo para
favorecer su liquidez y facilitar el crédito. Un crédito que se distingue por
la usura de su gestión a la vista de los acontecimientos.
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
Artículo patrocinado por LetrasTRL Nº. 54-febrero-2013 http://www.alvaeno.com/letrasTRL.htm
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