ALGO MÁS QUE PALABRAS
Por Víctor Corcoba Herrero*
El mundo está en manos de nosotros. Fuera la desgana.
Tenemos que trabajar como si todo dependiera de cada uno. Arriba la
creatividad. Si el horizonte es negro trabajemos por mudar de aires. Entre todos
tenemos que fomentar el empleo y la protección social. Abajo la ociosidad. Nada
de rebajar salarios. Dignifiquemos el trabajo. Una persona que trabaja no puede
vivir en la pobreza. Cuanto antes debemos modificar el valor de las cosas. No
podemos estar al capricho de los poderes, máxime cuando se vuelven arbitrarios
e improcedentes, sin tener en cuenta que somos personas, no esclavos de un
sistema totalmente arcaico. El camino es otro. No más deterioro en las
condiciones de trabajo. La recesión en este tema sí que es grave, gravísimo.
Disminuir los derechos laborales es otra incurable enfermedad del momento
actual. La cuestión pasa por protegernos más y mejor nosotros, no a los
mercados y a sus dirigentes.
Ha llegado el tiempo, pues, de dignificar toda actividad
humana. El mundo laboral no puede degradarse ante un poder que no resuelve. El
trabajo nos ennoblece, cualquier trabajo, y éste debe darnos el bienestar que
todos nos merecemos. Ya va siendo hora de pasar de las palabras a los hechos.
Todo está en manos de nosotros. Cierto. El futuro no se construye con el
desempleo. Debemos anticiparnos. Lo prioritario, sobre todo para hacer frente a
las desigualdades, es salvar los puestos de trabajo. Las instituciones deben
prevenir la pérdida de empleos. La falta de acción frente a tantos retrocesos
viene generando un descontento social que va a ser complicado calmar. El riesgo
de perder una generación si no se toma en serio, y con urgencia, la crisis de
empleo juvenil, es indicativo del fracaso de los organismos públicos. Nos hemos
quedado en las palabras. Y lo que es peor, seguimos en las palabras, en los
empleos decentes que jamás llegan, en las inversiones que son mentira, en el
distanciamiento cada vez mayor del mercado de trabajo entre los jóvenes.
Las estadísticas nos dicen que millones de personas
prácticamente han abandonado la búsqueda de trabajo. Viven en la desesperación
permanente. Perdieron toda la ilusión. Otros que sí tienen empleo, también se
mueren en la incertidumbre e inseguridad. A mi juicio, hasta ahora el trabajo
se ha venido supeditando a la productividad o competitividad, o sea, a los
intereses económicos o incluso especulativos, en lugar de considerarse un deber
y un derecho de las personas. Así, los pobres son en muchos casos el resultado
de la violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se devalúan sus
derechos o se limitan sus posibilidades de realización. Evidentemente, hace
falta un cambio social, y esta trasformación está en manos de nosotros,
haciendo realidad los valores de justicia y solidaridad, de la ética y la
búsqueda del bien común antes que los intereses políticos y partidistas.
Sí, una vez más, recuerdo que todo está en manos de
nosotros. No podemos aceptar que se han acabado las alternativas, las hay y muchas,
sólo hace falta que la carga de la crisis la paguen los responsables de los
asuntos públicos. De lo contrario, sería como si fuese ya el fin de la historia
humana, de cada una de nuestras historias. Desde luego, hemos de apoyarnos más
los unos en los otros, con el fin de que las estructuras de poder estén al
servicio de la ciudadanía y no al servicio de sus intereses como viene
sucediendo en buena parte del mundo. Por lo demás, tenemos derecho a reclamar
de esos poderes públicos, un trabajo libremente elegido, no impuesto,
respetuoso con las personas, y que permita satisfacer las necesidades básicas
de las familias. En cualquier caso, la esperanza de que todo depende de mí es
un buen estimulante, muy superior a la suerte que a veces tanto se implora.
*Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
16 de enero de 2013
Artículo patrocinado por Ediciones Alvaeno
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