Por Emilio Pizocaro
Sorprende e inquieta la falta de perspectiva histórica y de horizonte estratégico de la izquierda española. Y cuando hablo de izquierda, no me refiero a la social-democracia transfigurada, como todos sabemos, en social-liberal. No, me estoy refiriendo específicamente a una izquierda institucional que reivindica su papel emancipador y que cuenta con una militancia honesta y combativa.
A diferencia de nuestra izquierda institucional, la oligarquía sabe exactamente en que "fase" histórica nos encontramos. Vale la pena recordar aquí la ejemplificadora sentencia de Warren Buffet; "hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que está realizando la guerra, y la estamos ganando".
Más alto y claro imposible. La clases dominantes han tomado una decisión estratégica : declarar la guerra a las clases subalternas. Lo hacen porque están convencidos que única receta posible para salvar el capitalismo occidental es imponer una profunda contra-reforma neoliberal que deberá llevarse por delante lo que queda del estado de bienestar. Se acabó el pacto social al amparo de las políticas keynesianas nos dicen, todos los días, los plumíferos y tertulianos de la "derechona" española.
Vamos, estoy seguro que esta resolución no la tomaron porque son la representación política de la "maldad" metafísica. No, lo han decidido porque no ven otra camino para salvar sus intereses y la tasa de ganancia del capital financiero. No les importa, un ápice, que su "receta" signifique el fin de los consensos sociales y el término de la democracia liberal y su total sumisión a los "mercados".
¿Como está respondiendo la izquierda institucional a la estrategia de guerra de la oligarquía financiera?
La izquierda institucional lo hace con una estrategia defensiva. Y por el momento se niega a comprender que tal política está condenada a la derrota como todas las estrategias defensivas. Una de las expresiones de esta estrategia sin horizonte y sin programa es lo que llamamos " la trampa institucional."
Encerrados todavía en políticas solamente electorales, el partido de la izquierda institucional , se manifiesta públicamente de manera contradictoria.
Hay aquellos que corren presurosos a cualquier canto de sirena de los amigos socio-liberales y que tiene como proyecto ocupar el espacio electoral dejado por ese partido.
Hay otro grupo importante ,que posiblemente sea mayoría en las bases, que no saben exactamente que hacer cuando se les pide el voto para conformar una "mayoría de progreso" .
Están los que proponen un pacto de "investidura" y también están aquellos que (como en Extremadura) responde con un " ni sal ni agua" al social-liberalismo.
¿Sirve para algo alguna de las posiciones enunciadas? A nuestro parecer sirven para muy poco o casi nada.
No pretendemos afirmar aquí, que no hay que defender la conquistas logradas por años de lucha y que los pactos no son necesarios . Lo que sostenemos es otra cosa muy distinta.
Sostenemos simplemente que ha llegado la hora de colocar sobre la mesa una programa para una revolución democrática que lleve a España ( y a Europa) en la dirección de la construcción de una sociedad "post-capitalista". Si construimos ese horizonte podremos llegar a todos los pactos y acuerdos, siempre y cuando nos permitan avanzar en la dirección de la revolución democrática.
El destacado sociólogo Samir Amin tiene toda la razón cuando contextualiza la actual "fase" histórica "…Esta no es una coyuntura sino más bien un momento histórico, que se presenta formidable para el pueblo. Me refiero a la revolución, pero aun si no quiero abusar de ese término, están dadas las condiciones objetivas para construir amplios bloques sociales alternativos anticapitalistas, hay un contexto para la audacia, para plantear un cambio radical…"
Por lo tanto, la ofensiva, de la cual hablamos, no solo debe permitir defender efectivamente las conquistas alcanzadas por años de combate sino que debe mostrar un horizonte cercano a conquistar, a saber; una democracia económica, social y participativa.
¿ Cuales son las herramientas para pasar a la ofensiva?
Por el momento contamos con muy pocas, pero destaca el naciente movimiento de los "Constituyentes" que se ha atrevido a mostrar un camino que parte de una idea poderosa; Recuperar el poder constituyente para su único titular ; el pueblo.
Por el momento contamos con muy pocas, pero destaca el naciente movimiento de los "Constituyentes" que se ha atrevido a mostrar un camino que parte de una idea poderosa; Recuperar el poder constituyente para su único titular ; el pueblo.
Los constituyentes afirman una verdad ineludible : "Es necesario,ejercer la soberanía popular, y poner en marcha un proceso constituyente para construir pacíficamente, desde abajo y con los de abajo, una nueva Constitución, fruto de una Revolución Democrática."
Esta nueva y vieja idea corre rauda por Europa. Primero fue Islandia. Hoy, hay movimientos "constituyentes" en Alemania, Italia y Francia. No es casualidad que el exitoso Candidato del Frente de Izquierda Francés, Jean-Luc Mélenchon, tenga como eje central de su campaña un proceso constituyente para la sexta República,.
Sí alguien por ahí cree que esta idea está fuera de la agenda y solo es un delirio vanguardista tenemos que apuntar el siguiente párrafo de un artículo publicado por el miembro de la Juventud Socialista, David Lizoain, en el diario digital Social Europe Jornal.
Esperar un cambio en la mayoría parlamentaria, a solo tres meses de la victoria aplastante del PP, será demasiado poco y demasiado tarde. No podemos permitir que la fe ciega en la idea que los partidos tienden a alternar el poder nos oculte la necesidad de reconstruir una alternativa y llevar a cabo una segunda transición democrática. La receta más audaz para España es, a su misma vez, la más razonable: necesitamos una Asamblea Constituyente – una tabula rasa constitucional e institucional, en otras palabras – si queremos salir rápidamente de la depresión en la que estamos inmersos.
Salgamos de la trampa de una democracia que no lo es.
No se trata de un problema político de gobierno representativo y constitucional. La constitución, sobre el papel, es perfectamente liberal y democrática. Y las elecciones se hacen cada cuatro años correctamente. Escribir otra está de más y no mejorará la naturaleza humana.
ResponderEliminarSe trata de un problema (mundial) económico.
Y en España en particular, se trata de un problema de competitividad, para mejorar la cual se necesita, primero, contener la deuda pública, el déficit presupuestario. Las vacas gordas se fueron; la pesadilla faraónica de las vacas flacas ha llegado.
Soñar con la Arcadia pastoral y bucólica de una "tabla rasa" institucional es la vía más rápida para convertir una sociedad en crisis en una sociedad en llamas, anárquica y en guerra unos contra otros, en donde solo serán, sin duda en este caso, los más poderosos los que mejorarán sus condiciones de existencia. Trabajo, paciencia, perseverancia y rigor.
Paso a paso, como el caracol del últimamente criticado Günter Grass.
El problema del carácter corruptor del poder no es nuevo, ni será erradicado con nuevas leyes y constituciones, que son papel y tinta. La máxima de Lord Acton no requiere más exégesis.
El problema es que en España, como en Italia, Grecia o Portugal, el político, como especie, se destaca por su falta de respeto a la "res publica." Luchar contra los estratos superiores de la pirámide, es luchar contra molinos de viento. La solución es adaptación y trabajo. Subir poco a poco y no querer tirar la escalera para poner otra en donde colocarnos nosotros, "el pueblo," sobre los otros, "los otros."
Moraleja: reconocer la realidad y no soñar con otra. Las revoluciones, como la francesa, que quitó a los curas y reyes para poner a políticos y jefes de Estado, o como la rusa, que quitó al Zar y los terratenientes para poner a Stalin y los bolcheviques, son explosiones debidas a una presión social insostenible.
La presión social española no sufre una desigualdad pre-revolucionaria. De modo que no es un buen diagnóstico el recomendar la amputación de la pierna. Lo que hay que hacer es limpiarla y curar y vendarla. Para que luego vuelva a poder caminarse con ella.