Letras tu revista literaria

viernes, 26 de abril de 2013

Los desahucios de la razón



La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*




"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne


                        Acudo al kiosco de prensa. Apenas en la primera página de algún diario nacional se hace referencia a ello. El proceder y la actitud literaria, concernidas al vasto ejercicio de la escritura periodística y uso en ésta de la crónica de la realidad, lamentablemente, no encuentra asidero para ello. Síntoma inequívoco del acontecer informativo y su, cada vez más, pronunciado envanecimiento. Esta misma mañana el escritor y poeta Francisco Vélez Nieto, me remite, a través de comunicación electrónica, el discurso de José Manuel Caballero Bonald, que pronunció el día anterior en la entrega del premio Cervantes. Cuánto le agradezco al autor de Recuerdos de un tiempo vivido -obra donde la memoria es vivaz y transida biografía retrospectiva de un elocuente y poliédrico pasado- este presente tan benefactor. Si bien los extractados y reiterativos cortes radiofónicos de ese día, auguraban la resonancia de su afinamiento y certera exposición formal. La lectura y relectura del mismo me ha deparado una gozosa y didáctica experiencia. El autor nacido en Jerez de la Frontera, y de mirada oceánica, herencia de otro poeta del sur, Juan Ramón Jiménez, aplica un principio estilístico que, lejos del ensimismamiento y el yoísmo, indaga en la herida del tiempo, la forja del quehacer literario como abundamiento de la propia vida, el silencio del escritor como posicionamiento del aprendizaje vital incardinado a su obra. Y la poesía. “La poesía también tiene algo de indemnización supletoria de una pérdida. Lo que se pierde evoca en sentido lato lo que la poesía pretende recuperar, esos innumerables extravíos de la memoria que la poesía reordena y nos devuelve enaltecidos, como para que así podamos defendernos de las avería de la historia”.

                        La mediocridad aún no ha tocado techo. Resta tiempo para que lo haga. Así el ansiado amparo y manifiesto deseo que se reclama al pronunciar ya vendrán tiempos mejores, es un brindis al sol. Europa ha empezado a debilitarse en sus otrora sólidos flancos: prosperidad y derechos sociales. Así el personaje universal que creara Cervantes, no ceja en enaltecer la memoria de su creador y de sí mismo. Tipos tan mundanos como sobresalientes. Alonso Quijano convertido en el Quijote, que hoy recorrería Europa, armado con su adarga, “para protagonizar tantas y tan heroicas hazañas en defensa de los perseguidos, los oprimidos, los sojuzgados (...) y actúa como un justiciero guardián de las libertades, como un emisario de la tolerancia, como un hombre decente –en suma- que procuró igualar con la vida el pensamiento”. Un individuo apretando los dientes y puños para resistir  y equilibrar la débil balanza que sustancia justicia y libertad.  

                        El lenguaje es la articulación del pensamiento. Este básico fundamento no es una mera definición. Concluye en la verbalización de cuanto nos es dado. Es decir, de cuanto consideramos y apelamos a su existencia. Con la perversión del lenguaje la superposición de planos emborrona y debilita la esencia de aquél. Es otra manera de falsear la realidad. O de no pronunciarla, que es también la de obviarla y convertirla en mero artificio. En vana locución. En ese punto la reflexión de Caballero Bonald se manifiesta en su mayor esplendor, cuando reivindicando a la poesía señala, con la reciedumbre del hombre “en este ya sobrepasado arrabal de senectud”, que “Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón”.

*Pedro Luis Ibáñez Lérida, oeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

 
 



viernes, 19 de abril de 2013

Empobrecimiento injusto



La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*




"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
 

                        La sangría continúa. Según datos del Colegio de Registradores  de la Propiedad, 115 familias fueron desahuciadas diariamente durante el año 2012. De estas, un total de 30.034 fueron de primeras viviendas. En una extraña, retorcida y regresiva involución de los acontecimientos, las víctimas de este recetario de “mala praxis”, como bondadosamente lo denominaría el dictamen tecnocrático y financiero, se han convertido en nazis y fascistas. Sin ningún rubor la secretaria general del Partido Popular –PP-, mostrando la firmeza que le faltó para describir la situación laboral del extesorero de su partido, eleva su discurso a la vejatoria discrecionalidad de denostar a un movimiento ciudadano pacífico y reivindicativo. Sólo es entendible como fruto de la inoperancia política, el consentimiento afín y la consideración de la propiedad privada como un bien aislado, disgregado, sin vínculos sociales de corresponsabilidad. Un producto con el que, como las preferentes, los bancos y cajas se proveyeron de un súbito enriquecimiento y financiación, que ahora se vuelven a cobrar con los lanzamientos.

                        La coacción moral debe formar parte de la sociedad. No se trata de la aplicación de instrucciones morales que constriñan a los ciudadanos. Pero sí de construir una sólida conciencia cívica que afee, señale y malogre, entre otros males, la corrupción. Y defienda, sin género de dudas, los derechos humanos. Los valores humanos no son moneda de cambio. De ahí que sea necesario accionar dispositivos que la hagan reaccionar –la conciencia cívica- frente a la ominosa indiferencia. El hostigamiento psicológico que aducen los políticos para criminalizar esta simbólica acción, contrasta con la encomienda de los poderes públicos, a instancias de poderes privados, para ejecutar el desalojo de familias. Si la igualdad es un bien preciado, y no tan común como se desearía, en los desahucios se torna triste desgracia. No hay mayor recelo ni cargo de conciencia en expulsar de su núcleo y entorno a niños y mayores. Hay un sometimiento a la absurda descomposición social. El sedentarismo del ser humano se institucionalizó con la techumbre, con el espacio de convivencia de la familia. Y esperanzadoramente es ésta la que refrena la exclusión social y estabiliza, con no pocas dificultades, el desequilibrio emocional de muchas personas. Y, sin embargo, se encuentra amenazada. Son las personas jubiladas las que con su pensión suplen la falta de ingresos de sus hijos. Incluso acogiéndolos en su casa. Esta amenaza es consecuencia de intereses espurios. Como lo son los que representan las entidades financieras, que atesoran el mayor volumen excedentario de pisos y que no ceden en su cerril y egoísta perversión de propinar el castigo inmerecido a su deudores de arrebatarles su casa. En la misma semana que el Gobierno de España aprobaba el decreto de las preferentes, para el abono a los afectados de una parte de la estafa cometida por los bancos y cajas –destinatarios de la refinanciación europea-, la comunidad autónoma de Andalucía lo hacía con otro, en el que incluía sanciones a bancos e inmobiliarias  que no alquilen viviendas vacías y la posibilidad de expropiación para familias sin recursos. Propuesta apuntada en su momento por el Defensor del Pueblo Andaluz. Dos planteamientos diferenciadores de la voluntad política en cuanto a la aplicación de la justicia social.

                        La imputación de la Infanta Cristina sigue terciando como giraldillo entre vientos judiciales. Las corrientes son contradictorias. Lo que no lo es tanto es la interferencia del Jefe del Estado, cuando comunica su sorpresa por los acontecimientos judiciales que tocan de lleno a su descendencia. Pero, ¿no era la ley igual para todos...?. Acaso, ¿no insistía en que la familia real debiera tener una conducta ejemplar...? ¿Dónde quedan, entonces, el espíritu y la verdad de tales afirmaciones...? Da la impresión que la pretensión es añadir más presión a las decisiones judiciales, al manifestar su disgusto por la imputación que sufre su vástago. Es comprensible que cuando Urgandarín impulsó la Fundación Cultura-Deporte-Integración Social pensara lo mismo. Su posición le permitía distanciarse de los problemas terrenales. Bastaba con expresar su queja o satisfacción. Era y es el yerno del monarca. Es decir, los niños discapacitados le garantizarían, supuestamente, el reclamo para, supuestamente, organizar una estafa y derivar una parte de sus ingresos a paraísos fiscales. El lacónico y displicente abogado del duque, calificaba la situación económica actual de éste de empobrecimiento injusto. Pobre no era, desde luego, José Bono. Ahora lo es mucho menos. Según sus propias declaraciones, la editorial que ha publicado sus memorias le ha abonado 800.000 euros. En los seis primeros meses se han vendido 30.000 ejemplares del primer volumen. Las cifras del fiasco hablan por sí solas. “Recordar es siempre mentir” precisa  el poeta José Manuel Caballero Bonald.

*Pedro Luis Ibáñez Lérida,    poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

 
 

viernes, 12 de abril de 2013

En la senda del ensordecedor silencio



La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*




"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne



                                   Cuánta luz. El día se abre en la orfandad herida. Amaneció con la veladura de sutil gasa de niebla. Fue desperezandose lentamente hasta desvelar el aroma del día. La odorante flor de azahar es caricia entre las púas del naranjo amargo, tan prolífico en esta ciudad. Regreso a casa, tras la primera jornada de celebración del Centenario del traslado de los restos de los hermanos Bécquer de Madrid a Sevilla. Con una sencilla y emocionante lectura pública, abierta y participativa de los ciudadanos sobre la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, para honrar su memoria y la de Valeriano, su hermano. El Panteón de Sevillanos Ilustres, que se encuentra en las instalaciones universitarias de la Facultad de Bellas Artes, ha acogido esta cita. Equidistante de convocatorias elitistas, la voz del poeta se ha hecho pálpito y carne en la de sus paisanos. Cierto regusto  recorre mi pensamiento. Se manifiesta en los labios con una leve sonrisa. Ando absorto. Aún con el placer de haber compartido una hermosa jornada junto a amigos como Pilar Alcalá y Agustín Galindo Pozo, de la asociación Con los Bécquer en Sevilla,  el periodista y novelista Guillermo Sánchez o Rocío Biedma, poetisa que viajó desde el insondable océano de olivos que es Jaen.

                                    En mi vuelta, la fragancia de azahar es más intensa. Es el incienso espontáneo  que todo lo solemniza, hasta lo más trivial. El poeta sevillano describía en la tercera de las Cartas desde mi celda, el lugar de estancia en el que prefería que reposara su cuerpo, "Después de remontado el sol, sus rayos la dorarían, penetrando tal vez en la tierra y abrigando su dulce calor mis huesos. En la tarde, y a la hora en que las aguas del Guadalquivir copian temblando el horizonte de fuego, la árabe torre y los muros romanos de mi hermosa ciudad, los que siguen la corriente del río en un ligero bote que deja en pos una inquieta línea de oro, dirían, al ver aquel rincón de verdura, donde la piedra blanqueaba al pie de los árboles: «Allí duerme el poeta.» (...) y, concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se aperciba siquiera de mi salida (...) Ello es que cada día me voy convenciendo más que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí.". Este deseo, finalmente, no se cumplió. 

                                   A qué viene esta tristeza. Nos mandaría, sin duda, profesar el canto esperanzador de la indignación. Nos miraría serenamente, sin reproches, pero instigando la rebeldía frente al pesaroso e indigesto marasmo en el que nos encontramos. Hoy, su muerte, me ha evocado a aquel amigo que me regaló un hermoso libro. La vida hay que vivirla. Qué obviedad. Pero también en su atropellado metraje, las pérdidas conforman el equipaje que dejamos en consigna. De una u otra manera, siempre nos acompañan. La sonrisa etrusca vino conmigo, desde que aquel amigo me lo prestó. El abuelo, con las horas contadas por el cáncer que padece, despliega su máxima vitalidad y ternura hacia Bruno. Salvatore Roncone reconsidera su propia actitud cuando descubre a su nieto, un amor en visperas de la muerte y la ciudad como fuente inagotable de nuevas vivencias. Mi amigo se perdíó en la vorágine vital, al igual que el campesino calabrés. Quién sabe donde andará. Quizás vuelve ahora, inesperadamente, para revivir en el azaroso encuentro que nos depara el óbito del autor, que hizo vínculo a través de esta hermosa obra. Amigo y autor han desaparecido. Con ellos la estirpe de un tiempo que no conocería a este otro que nos aprieta hasta provocarnos la asfixia. "Somos naturaleza. Poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe". Como Bécquer, José Luis Sampedro abruma por esa personalidad que envuelve al propio hombre en una estela diferenciadora. Más, si cabe, porque abogan por la discreta ausencia y la muda elegía. Ya ceniza, gritó su ausencia más que el rancio boato. Incólume principio de disolución en la absoluta nada. Insobornable ese análisis tan directo, "Esto se acaba por degradación moral. Hemos olvidado justicia y dignidad". Lo recuerdo en la edición de la Feria del Libro de Sevilla de hace unos años. La actitud de un joven resuelto encerrado en el cuerpo de un anciano. Estremecía verle levantarse, no sin cierta dificultad, de la mesa que compartía con otros autores, por el puro y gentil gesto de saludar en actitud digna a quién se le acercaba. Ese ejercicio de refinada educación no reunía convencionalismo en su hábito. Era el deseo expreso de ser igual al otro, a su semejante, de estrechar la mano en igualdad de condiciones. Murió hecho ceniza. Antes que ninguna tentación pudiera motivar romper el silencio que lo envolvió como mortaja. 

                                   El sur acoge a Bécquer. "El sur es un desierto que llora mientras canta", diría Luis Cernuda, que en este año se cumple el 50 aniversario de su  fallecimiento en el exilio. Pensé esta mañana en la reflexión poética, tan obstinadamanente enigmática y bella, "¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!", e inmediatamente me asaltó  el cálido abrazo de sus respectivas obras. 



*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
 
 
 

lunes, 8 de abril de 2013

El principio de Arquímedes





La lentitud del magma


Pedro Luis Ibáñez Lérida*




"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne


                                   Tartamudo y pescador. Estas eran sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset, natural y sobrevenida, respectivamente. Desde hacía dos años, Rafael Vázquez Ross, permanecía en la inactividad. El Instituto Social de la Marina-ISM- le denegaba la licencia a este marinero pescador para faenar. Según parece la causa era que su disfemia le impedía, entre otras cosas, dar la voz de alarma en caso de emergencia. Según el dictamen médico era "no apto" para el trabajo que, hasta ese momento, desempeñaba. El desfase articular en la emisión de las palabras, y esa determinación inexcusable en proferir el grito de la observancia marinera, también se halla en tierra firme. Echamos en falta que ese grito rasgara la velada servidumbre política y consumara otra  actitud a la vista de los acontecimientos. No ha sido así. Más bien lo contrario. Se niega la mayor y se saca pecho frente a la adversidad. La huida hacia adelante. Atrás los humeantes campos calcinados en los que se abrasan los principios.Todos recordamos el bochornoso y mendaz titubeo de la secretaria general del Partido Popular -PP-,cuando trató de definir y argumentar la situación laboral del extesorerode su partido y titular de cuentas corriente suizas. Sin embargo la sorna del asunto no le ha restado el menor protagonismo a su creciente ascendencia en arrogarse verdad y transparencia. Tampoco al presidente del gobierno, consumido por el mutismo, que no realiza ninguna declaración pública, salvo a través del propio canal que controla y supervisa su partido. Todo un escrache en primera persona y a través de las televisiones que lo difunden. No necesita sonar sus nudillos en la puerta. Traspasa el umbral sin alteraciones del orden público. Igualmente al presidente de la comunidada autónoma gallega, retratado bajo el suave sol del noroeste en compañía de un narcotraficante, allá por los lejanos años noventa. Locuaz empeño en explicarse. Vano resultado por el vacío que contienen sus declaraciones. Como el apetecible buñuelo que no deja de ser un bocado engañoso aunque lo espolvoreemos de azúcar o canela.

                                   Tartamudez, mutismo y vacío. Señas de identidad políticas que marcan una forma de ser y estar. Contrariamente al espíritu de la filmografía de Jesús Franco y Bigas Luna,  fallecidos recientemente. En ellos la transgresión se definía con un estilo personalísimo. El director madrileño, manifestaba que "Le han pedido al cine fama, gloria y dinero, olvidándose de que el cine es, sobre todo, una cuestión de amor, del que sea, y que el amor es generoso. Y si no queda más remedio, me iré con una cámara a filmar la salida de los obreros de una fábrica cualquiera, que haberlas haylas aún. Y juntos empezaremos la nueva historia del cine. La de verdad". En ese mismo sentir podríamos ubicar al director catalán, que en su testamento hace mención expresa que no se hagan homenajes póstumos. Eso sí. La película en la que trabajaba desea que se finalice y dedique a su nieto. Dos gritos que sobresalen de la pantalla cinematográfica -que no de plasma- para apelar a la parte más telúrica del ser humano. Al igual que los que se alzan en  memoria del cámara y  reportero gráfico José Couso y del periodista ucraniano Taras Protsyuk. Asesinados por un tanque estadounidense cuando se encontraban en el Hotel Palestina, cubriendo informativamente el ataque a Bagdag. Es necesario volver la mirada a Wikileaks. Penetrar  en el oscuro pasadizo en el que los estados convienen sus propios intereses y comprobar, en este como en otros casos, el desamparo al que arrojan a sus compatriotas. Como significa su hermano, "por desgracia los gobiernos del PP y el PSOE, que se turnan como Cánovas y Sagasta, se dedican en materia de relaciones internacionales a ser un protectorado de Estados Unidos".

                                   El 31,68 por ciento de los andaluces viven por debajo del índice de la pobreza. La encuesta de Instituto Nacional de Estadistica -INE- significa y porcentualiza el drama personal y anónimo de miles de ciudadanos. La política se asemeja al principio físico que investigó  el matemático griego Arquímedes. Y que le hizo proferir , mientras corría desnudo por las calles poseído de un entusiasmo que le hizo olvidar vestirse, ¡Eureka!. Desnudos, por cierto, no han quedado quienes retorcieron las arcas públicas y subyugaron el marco público para embolsarse sus bolsillos, con los Expedientes de Regulación de Empleo -ERE- en Andalucía. Y es que sumergirse en el fondo del lodazal, parece dotarles de un empuje hacia arriba igual al peso del dinero defraudado.


*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

                                       

El Diario de Alvaeno

El Diario de Alvaeno