Por Marcos González
¿Saben ustedes?, yo leí a Antonio Tabucchi. Y aquí, en la intimidad de estas letras, he de confesarles que la música y la lectura son dos de los mejores regalos que me ha hecho la vida. Y ahora, mientras sostenía entre las manos La Cabeza Perdida de Damasceno Monteiro, he puesto un disco de Corelli.
No sé si ya sabrán ustedes que en Despeñaperros hemos parado a los hijos de Pelayo. El tema está en que los hijos no reconocidos del conquistador llevan gobernado esta tierra treinta años. Pero, para que no haya confusión, he de decirles que yo también lancé un puñado de piedras contra los invasores.
No sé si sabrán ustedes (como esto está tán lejos y aquí solo se viene de feria, de vacaciones, a la Semana Santa o al pueblo por Navidad) que este es uno de los lugares de Europa en el que más desempleo hay, al igual que fracaso escolar, desahucios y otras perlas. Todo ello genera sufrimiento humano, infelicidad, impotencia... Pero no se confundan, no quiero yo con esto decirles que Pelayitos y Pelayos sean lo mismo. No, no, en absoluto. En el imaginario colectivo de este pueblo no lo pensamos. Por eso los hemos parado en Despeñaperros y aquí, en las urnas. No sé si se han dado cuenta de lo que quería decirles, que Pelayos y Pelayitos son dos ramas del mismo tronco. Qué les voy a contar a ustedes que no hayan sufrido ya en sus propias carnes.
Los primos de los Pelayitos se encuentran a las puertas de Palacio. No saben lo que van a hacer, si entrar, si no entrar, si quedarse con una pierna dentro y otra fuera... Deshojan la margarita con la ilusión de los enamorados. Es un amor incomprendido, siempre termina en desaire. Son la familia pobre que se deja los nudillos llamando a la puerta cuando hay convite y se les abre de par en par cuando hay que apuntalar el edifico. Viven, porque quieren, a la sombra del castillo.
Fuera y lejos de la sombra de palacio, la plebe es invitada a banquetes de telebasura y de mierda-ficción. "¡Coman toda la que quieran!", gritan Pelayos y Pelayitos, "de su consumo depende nuestra existencia; si no la tragan, sacaremos a nuestras huestes".
¿Saben?, en todos los reinos hay un bufón, en algunos más de uno. El bufón tiene bula para mofarse hasta del rey. Aún cuando el pobrecito esté malito y los de a su alrededor se den a la rapiña.
Señoras y señores, se baja el telón, la farsa ha terminado. Nos sobran usureros, reyes, tribunos, Pelayos, Pelayitos y los que les quieran acompañar. La Historia nos está brindando la oportunidad de darles un billete a la nada. Es el momento de la plebe, de los de abajo y su poder soberano. Manos a la obra.
¿Saben ustedes?, yo leí a Antonio Tabucchi. Y aquí, en la intimidad de estas letras, he de confesarles que la música y la lectura son dos de los mejores regalos que me ha hecho la vida. Y ahora, mientras sostenía entre las manos La Cabeza Perdida de Damasceno Monteiro, he puesto un disco de Corelli.
No sé si ya sabrán ustedes que en Despeñaperros hemos parado a los hijos de Pelayo. El tema está en que los hijos no reconocidos del conquistador llevan gobernado esta tierra treinta años. Pero, para que no haya confusión, he de decirles que yo también lancé un puñado de piedras contra los invasores.
No sé si sabrán ustedes (como esto está tán lejos y aquí solo se viene de feria, de vacaciones, a la Semana Santa o al pueblo por Navidad) que este es uno de los lugares de Europa en el que más desempleo hay, al igual que fracaso escolar, desahucios y otras perlas. Todo ello genera sufrimiento humano, infelicidad, impotencia... Pero no se confundan, no quiero yo con esto decirles que Pelayitos y Pelayos sean lo mismo. No, no, en absoluto. En el imaginario colectivo de este pueblo no lo pensamos. Por eso los hemos parado en Despeñaperros y aquí, en las urnas. No sé si se han dado cuenta de lo que quería decirles, que Pelayos y Pelayitos son dos ramas del mismo tronco. Qué les voy a contar a ustedes que no hayan sufrido ya en sus propias carnes.
Los primos de los Pelayitos se encuentran a las puertas de Palacio. No saben lo que van a hacer, si entrar, si no entrar, si quedarse con una pierna dentro y otra fuera... Deshojan la margarita con la ilusión de los enamorados. Es un amor incomprendido, siempre termina en desaire. Son la familia pobre que se deja los nudillos llamando a la puerta cuando hay convite y se les abre de par en par cuando hay que apuntalar el edifico. Viven, porque quieren, a la sombra del castillo.
Fuera y lejos de la sombra de palacio, la plebe es invitada a banquetes de telebasura y de mierda-ficción. "¡Coman toda la que quieran!", gritan Pelayos y Pelayitos, "de su consumo depende nuestra existencia; si no la tragan, sacaremos a nuestras huestes".
¿Saben?, en todos los reinos hay un bufón, en algunos más de uno. El bufón tiene bula para mofarse hasta del rey. Aún cuando el pobrecito esté malito y los de a su alrededor se den a la rapiña.
Señoras y señores, se baja el telón, la farsa ha terminado. Nos sobran usureros, reyes, tribunos, Pelayos, Pelayitos y los que les quieran acompañar. La Historia nos está brindando la oportunidad de darles un billete a la nada. Es el momento de la plebe, de los de abajo y su poder soberano. Manos a la obra.
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