Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de
cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti". John Donne
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti". John Donne
Tiempos modernos
El discurso imperativo del capitalismo se
afianza desde la pervivencia del victimismo de la derecha en su denondado
empeño de ajustar porvenir social a la reducción del estado del bienestar.
Mientras tanto la decadencia de la izquierda, proclive a desentonar en los
momentos en los que son necesarios más que nunca planteamientos políticos
trasnformadores, se lame las heridas de sus fracasos electorales.
Las
perspectivas económicas de los partidos conservadores europeos, que
sustentan a la mayoría de los gobiernos de Comunidad Europea -CE- centran
exclusivamente su acción de gobierno en activar políticas austeras y a machamartillo. Atrás quedan los ecos de lo
que el Presidente francés, Nicolás Sarkozy, denominó como la refundación del capitalismo.
Este proceso sería avalado por argumentos éticos cuyos cimientos se definían en
el esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad. Tres años después este ideario ha
quedado sepulto bajo las previsiones y valoraciones de las agencias de
calificación. ¿Acaso hemos dejado de ser menos responsables los trabajadores
europeos? Más bien al contrario. Un creciente sentir solidario, a pesar de las
drásticas medidas, se ha extendido como un reguero de pólvora. Si bien han
existido tiranteces y resistencias, la reducción salarial y el aumento del
horario de trabajo, se han convertido en una reforma laboral en sí misma. El
pesimismo social se ha instalado de forma y manera que, como un espectro, se
anuncia cada mañana en los rotativos e informativos de radio y televisión. La
cuestión es inocular el miedo con la descripción de un panorama creciente en
inseguridad, incertidumbre y desconcierto. Así, como si de un espantapájaros se
tratara, el huerto queda indemne y los frutos de éste siguen en manos
especuladoras. Después arrogándose la legitimidad democrática de las urnas,
sitúan su filo dentado en los recortes como método ineludible y único para, a
continuación, aplicar medidas excepcionales como bajadas salariales, subida de
impuestos y cambios en la legislación.
El
efecto de estas políticas no tiene reparos en menoscabar la salud. El
descenso en 5000 millones de inversión
en la sanidad pública es la pura y dura imagen de la planta sótano en la
regresión de derechos tan básicos como éste. La asistencia se condiciona al
reducir las intervenciones y medios con que hacer frente a la demanda. A ello
se suman las expectativas de privatizar la gestión de los hospitales y el
copago. Cataluña toma la delantera en este asunto. Será a partir de mayo cuando
la receta conlleve el pago de un euro. Mientras tanto las listas de espera han
aumentado un 23 por ciento. No se persigue el equilibrio entre impuestos y
servicios. Se diseña un reequilibrio entre la merma de capacidad adquisitiva y
asignación de recursos públicos más limitados.
El
pasado año se cumplió el septuagésimo aniversario del estreno de la
película "Tiempos modernos", de Charles Chaplin. Fue un
hermoso desafío con una doble intencionalidad ante el avance inexorable de la
tecnología. La primera como envite a los albores del cine sonoro. La segunda
una crítica social al capitalismo. Ambas alineadas frente a la Gran Depresión
del año 1929. Sólo el engendro de una cadena de montajes y la jefatura
laboral tienen la capacidad de poder
articular sonidos y palabras. Dos discursos que apelan a la intransigencia e
intolerancia de la deshumanización a la que empujan a Charlot y que acaba
afectándole en su equilibrio psíquico. El ardid cinematográfico refleja la
omnipresencia de la palabra frente al silencio y el ruido de la cadena de
montaje sobre la palabra del trabajador que se obstina en contrarrestar la
alienación industrial con el sentimiento. La vigencia de esta obra maestra
cinematográfica recrudece la práctica alevosa que nos revierte a un tiempo
dominado por el embrutecimiento de la política e impelida por la
mercantilización de cualquier proceso social. Atendamos, si no, a la
interpretación de la realidad que se desprende de la reforma laboral que
pretende aplicar el gobierno del Partido Popular -PP- y la demostración, a
través de su congreso, de una impronta neoliberal marcada por unos nuevos
"Tiempos modernos" en los que el ciudadano rinda su dosis de
rebeldía ante un pavoroso futuro. Como la imagen de aquellos borregos que, al
principio de la película, se funden con los trabajadores.
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En
Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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