Letras tu revista literaria

miércoles, 7 de marzo de 2012

La lentitud del magma

Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti
".
John Donne


Siria, la impunidad y el delirio


                        Hace apenas un año, cuando los primeros regueros de inconformismo tomaban eco africano, nadie podía presagiar que los efectos en Siria llegarían a tener como consecuencia los terribles y sangrientos sucesos que, como en otras latitudes, claman la inoperancia internacional. Evidentemente cuando el poder se ve amenazado por el carácter imprevisible de la insatisfacción ciudadana, sólo tiene una vía de resolución democrática. Las demás son fruto de la intolerancia, y unicamente pueden ser ejecutadas con violencia. Deraa, la ciudad en la que comenzaron las protestas contra el presidente Bachar El Asad, vuelve a ser objetivo de las fuerzas militares sirias. Al igual que en el caso de la ciudad de Homs, y más concretmente el barrio de Bab Amro, un cerco de cruel venganza represiva y mortal, nombra la desesperación de sus habitantes. La población de ésta, estimada en 100.000 personas, ha quedado reducida entre 20.000 y 40.000 y la infraestrucura urbana destruida. Según informacion de la Organización de las Naciones Unidas -ONU-, son más de 7500 civiles los que han perdido la vida duarnte este año y, entre ellos, 500 eran niños.

                        Ya nadie recuerda aquel gesto de propiciar una reforma constitucional para tratar de reconducir la evolución de los acontecimientos, que ha quedado en agua de borrajas. Lo que si llueve ahora son las bombas y los disparos del ejército contra su propio pueblo. La diferencia entre la mayoría de la población siria suní y la minoritaria alauí -a la que pertenece Bachar El Asad- es uno de los muchos matices que configuran el despiadado y maléfico signo bélico. Tanto es así que la obstaculización a que la Cruz Roja suministre ayuda humanitaria puede considerarse como un fiel reflejo del oscurantismo en el que se halla inmerso el conflicto armado entre gobierno y oposición. En el otro extremo los más de 14.000 refugiados en Turquía y Libano, que han huido no sólo por mero sentido de la supervivencia, también por la experiencia de años atrás. En 1982, Hafed El Asad destruyó la ciudad de Hama tras una revuelta islamista. La violencia que aplicó se saldó con una cifra de muertos que nunca pudo ser cotejada por el opaco velo gubernamental que los cubrió, aunque algunas informaciones apuntan entre 20.000 y 40.000 muertos. La mano dura y asesina del padre ha confirmado la herencia recibida por el hijo que no reduce en lo más mínimo su capacidad destructora. Aunque el mayor sostén lo detentan los paises que por diferentes motivos e intereses regionales e internacionales, se resisten a condenar dentro del Consejo de Seguridad de la ONU. Los únicos valedores de Siria, China Rusia e Irán, mantienen sus diferencias con el resto de países, no sólo en la consideración y categorización de la guerra. También en la significación de su influencia económica y estratégica de la zona. Un equilibrio que parece hallarse en la contención y limite de  convivencia amenazadora entre Israel, Líbano, Egipto, Turquia e Irán. Este último como catalizador de un rearme nuclear que se resiste a las advertencias norteamericanas

                         El poderío militar que despliega Bachar El Asad no le garantiza, en absoluto, su futuro. Su credibilidad interna ha quedado afectada en un altísmo porcentaje. No hay duda que su política es primaria y visceral. No existen datos minimamente esperanzadores en los que pueda vislumbrarse un cambio de actitud. El daño esta provocado y la justicia doblegada. Su país, territorio malherido por su propia mano, asiste compungido a la masacre que el propio gobierno inflinge a sus compatriotas. Sólo le queda incorporar un infranqueable muro de desolación y mutismo para que nadie inflame, de nuevo, las aspiraciones civiles, ahora que también toman cariz militar por el curso de los hechos.

                        Distingamos la caprichosa benevolencia o decidida actuación que rigen las intervenciones internacionales. Pues si bien unos pasan por el tamiz de la legalidad internacional, otros se arrogan el propio derecho cuando les place. Y si, mal que nos pese, esta diferencia no alberga  esperanza para Siria, reinsiste en la interpretación de la realidad internacional al albur de los intereses menos consecuentes con la democracia. Ejemplos no faltan en esta escalada de miseria y podredumbre en la que se convierte la atribulada actualidad. La muerte de la periodista Marie Colvin y el fotógrafo Rémi Ochlik nos reserva la afección occidental. Los límites de una información veraz y comprometida con la realidad, subraya el riesgo definitivo. Los bombardeos indiscriminados no sólo  silencian el horrísono grito de las víctimas, advierten de la impunidad de los emisarios de la muerte que emplean a fondo sus más abyectos y delirantes propósitos represivos.


*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

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