La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Durante esta semana, una nueva
vuelta de tuerca más ha venido a fijar el síntoma evidente de la decadencia que
sufrimos. Desde la más estricta legalidad han refrendado el modelo que auspicia
el sentido y la sensibilidad más voraz. Consolidar el ideario político a la
sombra de la proyección personal colma la ejemplaridad. Tan firme ha sido este
principio que, incluso, la Defensora del Pueblo ha elevado la voz disintiendo
del clamor popular. En un arranque, que se puede catalogar de insana autoestima
política, ha invocado el respeto al trabajo de los que han sido responsables
políticos. Quién duda de tan noble, leal y hoy, más que nunca, necesaria
actividad laboral, cuando las cifras de desempleo son delirantes. Lo que llama
a la estupefacción es la animosidad del que quién en su calidad de gestor
público privatiza un servicio de salud para, a la postre, ser beneficiario como
gestor privado. Bien señala el refranero popular cuando sentencia "A buen entendedor, pocas palabras bastan".
Porque de eso se trata, de atender y entender que la legalidad no es signo de
ejemplaridad. Pero llegados a este punto parece más terciar las orejeras que
las entendederas. Sólo el alud de críticas ha procurado que este hecho no quede
impune.
En
ese empeño, de escasa lucidez, de refrenar la capacidad crítica del
ciudadano frente a las actitudes institucionales. El gobierno ha encomendado al
director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, la búsqueda de
fórmulas que reconcilien a los ciudadanos con aquéllas. La política ha pasado a
convertirse en un problema, ya no sólo porque no ofrece soluciones. Sobre todo
por la manga ancha de sus ejecutores que se aprovechan de su coyuntura con
fines meramente promocionales. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas
-CIS- la imagen de los políticos es la tercera preocupación de los españoles.
La solución es bien sencilla. Y no son necesarios maquillajes, componendas
estéticas o fariseos argumentos sobre un cambio drástico en la atención a los
problemas de los ciudadanos. Simplemente adicionar honestidad y transparencia
en sus actuaciones. Y ello significa que los postulados no se ciñan al aspecto
meramente material. Las ideas no son patrimonio exclusivo de los partidos. El
flujo de las ideas revitaliza el concepto de la sociedad que construimos. El
marcado carácter desregulador de la economía ha colapsado los salideros de
aquéllas -las ideas- y las han sometido a un estado de asfixia. Replantear los
objetivos de la sociedad a través de las ideas no está al alcance de los
políticos que se empeñan en centrarse, única y exclusivamente, en la maraña
económica como excusa a su ineficacia e incompetencia.
En
el año 2010 fallecía Tony Judt. Historiador, escritor y profesor británico
de origen judío. Desde el año 2008 padecía esclerosis lateral amiotrófica.
Durante esos dos años fue -como el mismo definía- prisionero en su propio
cuerpo. En su obra ensayística Algo va mal, que da título a este
artículo y que fue publicada de forma póstuma, define con elegancia y rigurosidad
los entresijos de esta tendencia desquiciada que nos ha llevado a un
crecimiento abominable. Ahora los referentes se han desdibujado con el afán de
poseer a toda costa. El lenguaje es de una sencillez y claridad accesible a
cualquier persona que desee conocer un planteamiento intelectual y
diferenciador sin ninguna traza de elitismo. Una conciencia ligada a la
reflexión sobre los acontecimientos como herederos y precursores de los que
fueron y otros que están por llegar, y que sólo desde una firme convicción
colectiva podemos tener la esperanza de construir en el futuro. En Algo va
mal la sensación de pérdida es constante. Quizás por la propia experiencia
del autor en la degradación física de su cuerpo, como un lento e inexorable
camino a la muerte. Aunque sabiendo de la independencia de su pensamiento,
podemos considerarla como la cruenta briega que tuvo que mantener para ser
contumaz en su objetivo final. La solidez de sus reflexiones y la constatación
en ellas del tiempo actual se corresponde en este fragmento que viene a
colación de lo expresado en el primer párrafo de este artículo:
"Si no respetamos los bienes públicos; si
permitimos o fomentamos la privatización del espacio, los recursos y los
servicios públicos; si apoyamos con entusiasmo la tendencia de la joven
generación a ocuparse exclusivamente de sus propias necesidades: no debería
sorprendernos una disminución constante de la participación activa en la toma
de decisiones públicas. (…) Se ha generalizado la sensación de que
como ‘ellos’ harán lo que quieran en cualquier caso -al
tiempo que sacan todo el beneficio personal posible- por qué habríamos de perder el
tiempo ’nosotros’ en tratar de influir en sus actos".
Aunque, por otro lado, la demostración palpable de la regresión de la idea frente
al concepto económico, forma parte de ese otro lenguaje, la neolengua, que ya
indicara George Orwell en su obra 1948 y que Tony Judt describe de esta manera
tan gráfica:
"No es probable que muchos ‘legos en la materia’ se opongan al ministro de Economía o a sus
asesores. Si lo hicieran, se les diría –como un sacerdote medieval podría haber
aconsejado a su grey- que son cosas que no les incumben. La liturgia debe
celebrarse en una lengua oscura, que sólo sea accesible para los iniciados.
Para todos los demás, basta la fe".
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
Artículo patrocinado por LetrasTRL Nº. 54-febrero-2013 http://www.alvaeno.com/letrasTRL.htm
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