La lentitud del magma
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
John Donne
Qué curioso este afán
independentista que parece resurgir con más fuerza si cabe en estas últimas
semanas. Y no es por causa precisamente de la legítima reivindicación de un
pueblo. Cuestión que sólo a él mismo le atañe. Aunque sí por el momento
escogido. Son los mismos políticos que en fechas pasadas permanecieron en su
reducto parlamentario, clavados en sus escaños, atornillados a la soberanía
popular. Mientras los ciudadanos cercaban la expresión del poder institucional
catalán, ellos aprobaban los míseros presupuestos, que eran rechazados en
posteriores manifestaciones sectoriales y generales de amplia repercusión. El
acento economicista y el desapego a los valores sociales, son los tam-tam que
han marcado el rumbo a seguir, que no es otro que éste que nos trae hasta aquí.
En años anteriores los trabajadores eran las víctimas de la globalización. Hoy
lo son también los países y los continentes. Y es que la deriva de este proceso
reafirma la capitalización de la sociedad. Es decir la preponderancia del
capitalismo como mal menor. Mientras la emergente Asia, con China a la cabeza,
avanza a pasos agigantados en una segunda Revolución Industrial –en este caso tecnológica-, Europa se resiente
en un refreno de sus aspiraciones sociales comunitarias. Sobre todo por la
ausencia de liderazgo o, tal vez, el exceso de un liderazgo pecuniario. El euro
es sólo una moneda. Creer en su virtud homogenizadora procura la conversión de
un principio ficticio. El dinero tiene el don de la ubicuidad, nada más. Si el
proceso de autodeterminación del pueblo catalán se sustenta en simples
abanderados, convertirán sus aspiraciones en un espejismo. La nota dominante
del proceso degenerativo en Europa es la exaltación de las políticas
auspiciadas por la derecha. Es el sutil cerco al que nos someten. Ya sea
apelando al sentido común o al patriotismo. Los ajustes se intensifican y se
justifican, incluso tremolando banderas.
La recesión económica no cesa. Más bien se agudiza. Y los
efectos son
tozudos y apreciables. El séptimo
Informe del Observatorio de la Realidad Social elaborado por Cáritas, confirma
la patología social que padecemos: el debilitamiento de la contención social en
la aplicación práctica de los poderes públicos y el sistema de asistencia
social. La afectación de los ajustes va incidiendo progresivamente en la
calidad, cada vez más deteriorada de aquéllos. La media de espera para los
servicios de valoración es de 24 días y para recibir una primera ayuda, dos
meses más. Recordemos la situación sanitaria de los inmigrantes con estancia
irregular. Este grado de eficiencia es la medida exacta de la repercusión de la
política cicatera que ejecutan, por el interés general. La realidad es que
dentro de ese interés general parecen no encontrarse, en vista de los
acontecimientos, los parados de larga duración, ancianos con estrechas, pensiones, desahuciados... los Ayuntamientos
de Andalucía han despedido hasta la fecha y desde la entrada en vigor de la
reforma laboral, a 1474 personas. Si el 25 de septiembre fueron sitiados los
diputados nacionales no fue por un simple gesto. En Portugal y Grecia también
el clamor popular no renuncia a ser como desearía el presidente español, “la
mayoría invisible que no se manifiesta y trabaja”.
Fueron
300 personas las que murieron hace dos semanas en el incendio de la fábrica
de confección de ropa en Pakistán destinada al mercado europeo. En el momento
de producirse el hecho se encontraban trabajando 650 personas. Carecían de
equipos de extinción de incendios, no poseían contrato de trabajo, estaba
prohibido sindicarse, las ventanas tenían cierres y las escaleras y puertas
estaban bloqueadas. Un verdadero escenario criminal. La fábrica tenía la
acreditación SA8000 que garantiza, como cualquier otra empresa líder de ropa,
que se adecua a los parámetros laborales internacionales. De hecho son las
empresas líderes de ropa en Europa y Estados Unidos los clientes de las fábricas
de Pakistán, Bangladesh o Camboya. El rostro de la crisis es internacional al
igual que la explotación laboral. Las responsabilidades se diluyen pero a los
afectados, a los pequeños, no les quedará más remedio que seguir cercando
simbólicamente al poder. Por mucho que éste trate de poner distancia a golpe de
porra, pelotas de goma, detenciones... el cerco y la frontera siguen estando
ahí.
Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com