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lunes, 3 de septiembre de 2012

Lucha política o sindical y a última instancia la fuerza


Por Peter Magnus

Transcribo aquí el artículo 28. de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos que dice así:

Todo pueblo cuyos derechos fundamentales sean gravemente ignorados tiene el derecho de hacerlos valer especialmente por la lucha política o sindical, e incluso, como última instancia, por el recurso a la fuerza.”*

Creo que no es necesario explicar este apartado de la citada declaración, podemos discernir por nosotros mismos –sin la ayuda del Gobierno-, que actualmente, no solo en España, sino en casi todos los países del mundo se incumple este artículo, porque las actuaciones que están llevando a cabo los gobiernos -presionados por eso que venimos llamando “mercados”, que no son otra cosa que “fantasmas”, como dice el señor Sánchez Gordillo en una de sus manifestaciones a los medios de comunicación-, no solo no reconocen esos derechos fundamentales sino que además los ignoran con nocturnidad y alevosía y siguen asestando sus puñaladas traperas sobre las base de la pirámide –sistema que ha adoptado porque es el único que le da, a esa minoría gobernante, soberanía para ejecutar sus planes-, la clase obrera, hoy día maltratada e ignorada por esa clase dominante que legisla y ejecuta con el beneplácito del poder judicial que mira hacia otro lado para no interferir en las acciones criminales que esa minoría, que ha secuestrado la democracia en el mundo, lleva a cabo a lo largo y ancho de este mundo sin el menor de los escrúpulos condenando a la muerte, si es preciso para revalorizar sus intereses, a millones de seres humanos mediante la especulación y el control de todos los recursos naturales que la tierra nos ofrece sin condición porque la madre naturaleza no hace distinciones a la hora de darnos aire, agua, alimentos, plantas,  animales, minerales etc. No, la tierra no hace distinción y proporciona todo lo que nosotros como seres humanos necesitamos para vivir. Son, esos grupos minoritarios que se erigen con el poder mediante el chantaje, la extorsión, la amenaza, el miedo, y la muerte, los que los usurpan arrebatándolos de nuestra manos, de todas las manos del mundo -a las que el planeta no ha exiliado por condición de raza, creo o lengua-, para que paguemos hasta por el aire que respiramos, arguyendo, mediante la manipulación del lenguaje, que todo esto es por el bien de la humanidad; no hay más que echarle un vistazo a la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS*, para descubrir que la mayoría de los artículos que la conforman están siendo incumplidos por los poderes fácticos: “banca, iglesia, prensa…”.
Es aquí donde creo que se hace más necesario cada día poner en práctica el artículo 28., con el que he encabezado el artículo de hoy, y como vemos y comprobamos cada día que las luchas políticas y sindicales no están dando fruto alguno, es aquí, necesario, llegada esta hora, aplicar la opción última a la que se recurre cuando ya no queda más remedio, porque los pueblos del mundo no pueden seguir aceptando, ni tolerando, ni soportando que ese oligopolio que reina a sus anchas en el mundo, siga matando, siga extorsionando, siga mintiendo, siga especulando, siga amenazando a todos los ciudadanos del mundo cuyos derechos son inalienables y ningún grupo de poder, ni Estado, ni país pueden arrebatarle a los seres humanos dichos derechos. Así que LOS PUEBLOS DEL MUNDO, tienen el derecho a hacerlos vales mediante la fuerza, una vez agotadas las dos primeras opciones. Y que no nos engañen con sus discursos tildando a los revolucionarios de terroristas, porque actualmente –si alguien puede demostrarme lo contrario que lo haga-, los que ejercen verdadero terrorismo, de ese que se define como Terrorismo de Estado, son precisamente esos Estados -que se amanceban con el oligopolio, con la minoría que ostenta, que quiere seguir ostentando, y que usará todos los subterfugios a su alcance, para mantener, el PODER-, los que comenten terrorismo, los que cometen crímenes, los que oprimen, chantajean, y amenazan.  


Preámbulo*
Vivimos tiempos de grandes esperanzas, pero también de profundas inquietudes,
- tiempos llenos de conflictos y de contradicciones,
- tiempos en que las luchas de liberación han alzado a los pueblos del mundo contra las estructuras nacionales e internacionales del imperialismo, y han conseguido derribar sistemas coloniales,
- tiempos de luchas y de victorias en que las naciones se dan, entre ellas o en su interior, nuevos ideales de justicia,
- tiempos en que las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre hasta la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, han expresado la búsqueda de un nuevo orden político y económico internacional.
Pero son también tiempos de frustraciones y derrotas, en que aparecen nuevas formas de imperialismo para oprimir y explotar a los pueblos.
El imperialismo, con procedimientos pérfidos y brutales, con la complicidad de gobiernos que a menudo se han autodesignado, sigue dominando una parte del mundo. Interviniendo directa e indirectamente, por intermedio de las empresas multinacionales, utilizando a políticos locales corrompidos, ayudando a regímenes militares que se basan en la represión policial, la tortura y la exterminación física de los opositores; por un conjunto de prácticas a las que se les llama neo-colonialismo, el imperialismo extiende su dominación a numerosos pueblos.
Conscientes de interpretar las aspiraciones de nuestra época, nos hemos reunido en Argel para proclamar que todos los pueblos del mundo tienen el mismo derecho a la libertad, el derecho de liberarse de toda traba extranjera, y de darse el gobierno que elijan; el derecho, si están sojuzgados, de luchar por su liberación, y el derecho de contar en su lucha con el apoyo de otros pueblos.
Persuadidos de que el respeto efectivo de los derechos del hombre implica el respeto de los derechos de los pueblos, hemos adoptado la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos.
Que todos los que, a través del mundo, libran la gran lucha, a menudo con las armas en la mano, por la libertad de todos los pueblos, encuentren en la presente declaración la seguridad de que su lucha es legítima.

* Declaración universal de los derechos de los pueblos
Argel, 4 de julio de 1976
http://www.filosofia.org/cod/c1976pue.htm
* DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS*



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