Por Peter Magnus
La desesperación, la mayoría de las veces nos
puede llevar a tomar decisiones equivocadas, pero ¿qué es una decisión
equivocada?, ¿cómo podemos diferenciar un camino de otro?
Es muy común en este tiempo de "modernidad
enloquecida", leer noticias sobre personas que ante una situación límite
(desahucios, paro, exclusión laboral y social), toman el camino del suicidio.
Esta situación en la que una persona se ve envuelta (con toda probabilidad),
por causas ajenas a su voluntad, no la toma el Estado como una consecuencia
directa de sus programas políticos de ajustes y de destrucción de la sociedad y
del bienestar social, esto no se ve como un problema social, sino como un
problema personal. Cuando es más que evidente que el problema no es personal,
sino social.
Un país que es gobernado por unos políticos
inescrupulosos, y corruptos que no tienen en cuenta el bien social, y anteponen
a éste el bien personal y económico propios de sus agendas o de sus hojas de
ruta, no es un país sano, sino enfermo, y una sociedad que permite que esto ocurra
sin poner medios para atajarlo es una sociedad individualista y egoísta, una
sociedad enferma que no hace nada cuando el vecino cae en la desesperación y la
única salida que ve es la del suicidio (una mujer, un hombre, en definitiva, un
ser humano desesperado), en una sociedad así, tanto los gobernantes, como los
mismos ciudadanos, son los que ponen la soga al cuello de esos seres que en su
desesperación no ven otra salida posible, entre otras cosas porque ni el
Estado, ni sus conciudadanos le brindan ayuda.
Por tanto, tanto el primero como los segundos son
cómplices de estos suicidios, por lo que deberíamos de dejar de usar la palabra
suicidio, y deberíamos utilizar la palabra crimen, porque en realidad lo que se
está produciendo es un crimen, un crimen de lesa humanidad al negar ayuda a
esos desesperados, que no son otra cosa que la consecuencia de políticas
abusivas, de actitudes egoístas, y decir que la desesperación puede llevarnos a
acabar con la vida, es un tanto trivial, la desesperación de una mujer o un
hombre, en una sociedad moderna, en una sociedad mercantilista, donde el dinero
está por encima del interés humano, es la consecuencia, repito, de un sistema
criminal y corrupto.
Por tanto, ¿cómo podemos argumentar sobre ella, y
sus consecuencias sin que nos tiemble la voz al hacer comentarios carentes de
solidaridad, ni la mano al firmar nuestra propia sentencia de muerte?
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