Víctor Corcoba Herrero*
Querida
Madre Tierra: Permíteme esta misiva, después de tanto olvido, pero sé que me
perdonarás. Este desahogo es fruto de la desolación en la que me encuentro, al
ver que el modelo de desarrollo que nos habíamos trazado, se nos viene abajo.
La historia reciente está, con frecuencia, marcada por diversos conflictos, por
injusticias sociales y por varias formas de violencia temibles y terribles. Las
consecuencias del desorden actual confirman la urgente necesidad, de que se
aviven y se hagan realidad, los
principios de la justicia, de libertad y de solidaridad entre nosotros. Aquel
derecho innato, natural, de uso de los bienes terrenales, lo violan a diario
los indecentes mercados de poder, fruto de la preocupante degeneración
espiritual y moral que padecemos en todo el planeta. Estoy convencido, seguro
que tú también, que como primer paso es fundamental desarmar la ciudadanía,
limpiar de corruptos los estamentos públicos con una verdadera ética cívica, e
invertir en el acceso a energías limpias. Si en verdad, de una vez por todas,
nos propusiésemos alcanzar un equilibrio justo entre las necesidades
económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras, tendríamos
menos batallas y más concordia entre la Madre y sus hijos, que es lo que da
vida y goce, paz y bien.
Esta es la
cuestión que más me afana y desvela, Madre. En el mundo actual, cada vez son
más los ciudadanos que elevan su voz para denunciar los daños causados por nuestra
forma de ser y de actuar. Esto es una buena noticia. Ha llegado el momento de
decir basta, ante aquellos que buscan desenfrenadamente el crecimiento
económico a cualquier precio, abusando de los recursos, e importándoles nada, la
contaminación de las atmósferas y el agua.
Por tanto, tenemos que ir más allá del mero reconocimiento del planeta,
puesto que la interdependencia de unos y otros está en la raíz misma de la
vida. Sería bueno que, coincidiendo con el Dia Internacional de la Madre
Tierra, tú día y el día de todos nosotros, 22 de abril, nos interrogásemos
sobre nuestra manera de proceder diariamente. Solidarizarse contigo, todos con
todos, sería un avance sin precedentes en la historia humana. A veces, podemos
tener la impresión de que nuestras decisiones individuales carecen de
relevancia en el ámbito de toda una inmensidad de planeta o de cosmos, esto no
es así, un grano si hace granero y también lo ayuda a crecer. Muchas pequeñas
acciones fermentan una gran acción. Por eso, es necesario proporcionar a la
ciudadanía, en particular a la savia joven, una educación en valores cívicos, para
tomar conciencia de lo que representa vuestro título, la Madre Tierra, en
nuestra existencia.
Para
empezar, eres nuestro hogar. Nada menos y nada más. Percibimos en tu rostro
nuestra presión, Madre. Justo es reconocer la vida que te damos los humanos, los
que debíamos cuidarte, protegerte, animarte, vivirte y desvivirnos por ti.
Sabemos que sin una acogida ambiental sostenible tenemos pocas posibilidades de
avanzar, de mejorar nuestra salud y el bienestar de todos tus moradores.
Seguimos siendo los humanos, una familia desagradecida, desorientada, que aún
considera el mundo de los pueblos como una realidad secundaria, favoreciendo
las irrespirables ciudades frías, sin más calor que el que nos damos
artificialmente. Sin duda, hay que prestar mucha más atención al mundo rural y
a sus valores, salvaguardando su diversidad biológica, y viendo la manera de
reponer capitales de la naturaleza, dilapidados por las manos del hombre. Lo
sabemos, y empezamos a ver las consecuencias de no haber protegido bien nuestra
inversión materna, pero nuestra necedad, madre de todos nuestros males, sigue gobernando nuestras vidas; no en vano,
desde los tiempos de Adán y Eva, los necios están en mayoría.
Tierra
Madre ayúdanos a proseguir el camino de la armonía y a saber vivir con la
naturaleza del verso y la palabra. Se podrá concebir de forma distinta la
tradición intelectual entre oriente y occidente, pero nuestro futuro es común.
Qué bueno sería Madre se produjese en el mundo un cambio total de mentalidad,
sobre todo en nuestros absurdos sistemas de producción. ¿Te imaginas - Madre-
fuese natural hallar valor y sentido en la vida según lo que contribuye cada
uno a restaurar el planeta; y según lo que uno repone, obtener las rentas?.
Sería otra forma de premiar el bienestar. Habitualmente los países han
utilizado el producto interior bruto (PIB) como indicador indirecto del
bienestar nacional. En términos generales, el objetivo de la mayor parte de las
naciones ha sido aumentar los medios económicos de la población. Sin embargo, tú
ya sabes Madre, que el dinero no siempre produce una sensación de tranquilidad.
La satisfacción de la ciudadanía abarca, entre otros manjares, las relaciones
interpersonales, la salud y un medio ambiente puro, aspectos que normalmente no
se tienen en cuenta.
He de
concluir esta misiva, escrita más con el corazón que con la cabeza, siguiendo
la idea Quevediana de "los que de corazón se quieren sólo con el corazón
se hablan", pensando en nuestra familia, o sea, en toda la humanidad, que
un día nos hemos vuelto materialistas y consumistas, creyendo en que así
seriamos más felices, y es todo lo contrario. La ceguera, como sabes Madre, nos
ha llevado a la mayor de las esclavitudes y al mayor de los absurdos. Tu
contaminación es nuestra contaminación y tu agonía es también nuestro
agotamiento. Hemos de volver a las raíces de nuestra historia, tomar la
naturaleza como fuente de orientación y reintegrarnos en esa familia humana que
no se olvida de su Madre. En consecuencia, reiterar mi gratitud a las fuentes, Madre,
ahora que andamos envueltos en un sin fin de aprietos. Tu capacidad
regeneradora nos ayudará a poder seguir viviendo. Abrazados por esta esperanza,
se despide uno de tus miles de millones de hijos, obrero de la armonía, de la
conciliación y del acercamiento humano.
*Víctor
Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
15 de abril de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario