Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
Atraco a las tres
Por fin revelaron las cifras que con
tanto celo guardaban para sí. Para ello han esperado a los resultados
electorales en las Comunidades Autónomas de Andalucía y Asturias y la huelga
general. En ambos contextos el varapalo al gobierno ha sido expresivo y
contundente. Ahora con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado
un nuevo espacio político se cierne sobre España. Mientras en ambas comunidades
la fijación del ideario de ajuste económico parece no haber insuflado ánimos ni
confianza en el electorado. El posicionamiento de una parte de la sociedad
secundando la convocatoria de los sindicatos -denostados y descalificados por
el propio Gobierno hasta límites antidemocráticos- y la visibilidad en las
manifestaciones, vigorizan la levantisca contrariedad social a la que debe
hacer frente. Porque menospreciar su incidencia elevando el tono en la
afirmación gubernativa que la mayoría parlamentaria es coincidente con la
mayoría social, es arrogarse un principio con débiles cimientos. Y es que el
porcentaje de abstención ha sido el quinto más alto -28,31 por ciento- de entre
todas las elecciones generales celebradas hasta ahora. El Partido Popular -PP-
obtuvo el 44, 62 por ciento. Así están las cosas. Con los números empeñados en
satisfacer la tabla rasa que marca la Unión Europea. Un déficit máximo del 5,3 por ciento del
Producto Interior Bruto -PIB-, que se traduce en la reduccción de 27.300
millones de euros.
La
perversión del lenguaje en todo este proceso de equiparación e identificación
con la regresión económica, que ha venido acompañada de la subida de un 7 por
ciento de la luz y un 5 por ciento del gas, es definitiva en la recreación de
diferentes escenarios bajo el mismo común denominador. Todo se hace con el
objetivo de "ayudar a los que más lo necesitan". La reducción
es especialmente sangrante si nos detenemos en la dependencia y en la ayuda al
desarrollo, con una sustracción de 238 y 1.400 millones, respectivamente. El
pretendido 0,7 por ciento del PIB para esta última, quedará reducido al 0,25
por ciento. Si se trata de la reforma
laboral la absoluta discrecionalidad es para "favorecer la
contratación laboral" en infraempleos categorizados por la renuncia de
derechos consolidados por el movimiento obrero en una lucha tenaz desde los
albores de la Revolución Industrial. Así la demostración del pensamiento de
Pierre Joseph Proudhon, cuando manifestaba que "la propiedad es un robo",
sintetiza la calificación de la amnistía fiscal que ha incorporado el Gobierno
como medida de reflotar hasta 25.000 millones de euros defraudados a Hacienda.
La propiedad llega a hacer peligrar la libertad y la igualdad. Las relaciones
productivas y de trabajo se consolidan como una forma de dominación. Tendente a
desactivar el inconformismo social con el miedo a la pérdida de la función
social y económica del trabajo.
En
la mísera demostración que no todos somos iguales, subyace no sólo en el
marchamo de patriotismo que se les transfiere a especuladores, ricos,
narcotraficantes, etc, por un 10 por ciento de sus beneficios retraídos con
oscuros manejos. Se trata de la carcoma en el orden moral. Las migajas de unos
fuera de la ley compran la recta, disciplinada y puntual actitud de los
ciudadanos que pagan sus impuestos. La vía reformista del Gobierno incentiva
ese proceso de
deslegitimación social. Mientras
los deshaucios continúan desestructurando familias y abocándolas a un drama que
sólo la épica ciudadana consigue encauzar con coraje y reciedumbre, el
magnánimo y comprensivo estado bendice la corrupción como mal menor, si de su
inoperancia persecutoria y fiscalizadora consigue sobreponerse haciendo la
vista gorda. En esa producción de secuelas sociales, el primer banquero del
país, Emilio Botín, nos alumbra con una enternecedora reflexión cuando
manifiesta que "lo que tenemos muy claro es que no nos interesa crecer
por crecer". A buenas horas mangas verdes, si del inventario de
propiedades inmobiliarias está repleto el agujero negro de la voracidad
crediticia. El concepto de corresponsabilidad social de los bancos es tan
fluctuante como el pulso bursátil.
José
María Forqué dirigió en en 1962 la desternillante película, "Atraco
a las tres".
Galindo, el cajero de un banco,
interpretado por José Luis López Vázquez, reclama de sus compañeros de oficina,
un elenco de sobresalientes actores, la
valentía, el arrojo y la depuración de su maltrecha dignidad, para resarcirse
de las condiciones económicas y laborales que sufren y les propone atracarlo.
Con unos inteligentes, mordaces y desafiantes diálogos y una acertada atmósfera
de cine negro, la película es una explícita incitación a la resistencia. Los
trabajadores, sustraídos de su autoestima bajo el opresivo mandato del nuevo
director, que sustituye al anterior por, curiosamente, liberar créditos a gente
con pocos recursos pero honrada en sus pagos y compromisos, ven en la propuesta
delictiva una forma de devolver el golpe. Evidentemente el resultado final
consume sus ilusiones. La analogía cinematográfica de la realidad actual con
esta producción española, de la que se cumple el quintuagésimo aniversario, no
deja ninguna duda. El pasado viernes fuimos atracados a las tres.
*Pedro
Luis Ibáñez Lérida poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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