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viernes, 20 de abril de 2012

Pídele cuentas al rey (La lentitud del magma )

Pídele cuentas al rey
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*

Tamaña polvareda se ha levantado con la excursión real al continente africano y su objetivo cinegético centrado en la caza de elefantes. ¿Alguién sabe cuántas personas han perdido las pretaciones por desempleo mientras el ruido mediático se resiste a menguar...? El sometimiento de la noticia recurrente y superlativa por el personaje que la protagoniza, continúa siendo el referente informativo más allá de la dimensión que realmente posea. No es menos cierto que la envergadura del cargo institucional que ostenta -Jefe del Estado- debe considerarse un más que excitante y sugerente eco internacional si se acompaña de una suerte de "aventuras". Aunque estarán conmigo si más que parecer cómico, lo es esperpéntico en la perspectiva del escritor gallego Ramón María del Valle Inclán. O como bien diría el personaje "El borracho"de su obra "Luces de bohemia", "¡Craneo previlegiado!" Se lo imaginan, la sesera regia pensando en tomar la decisión de secundar un viaje a Botswana en la misma proporción que el objetivo de sus deseos barrita en la inmensidad de la sabana, desconociendo que un disparo acabará con su vida.
La ejemplaridad y responsabilidad no son términos equivalentes ni mucho menos concomitantes. Una y otra no tienen porque contenerse y viceversa. Aunque la segunda, como capacidad de respuesta satisfactoria ante las circunstancias, se sobrepone a la primera para confirmar una actitud y criterio estructurado. Ésta, la ejemplaridad, es más bien un efectismo oportuno que parece mejorar la imagen e, incluso, remozarla pero no conlleva la capacitación. Sin embargo, en este sonado caso de "desventura monárquica" ambas han quedado a la altura de la pezuña del malogrado proboscidio. Hablar de la ejemplaridad de una institución cuyos últimos arrebatos son el desatino y desahogo por esa renuncia constante a la transparencia requiere una dosis de benevolencia tan inmediata y necesaria como la que sería merecer de los bancos para evitar los deshaucios que cumplen sin el menor atisbo de aquélla. Y si nos fijamos en la responsabilidad, no es menos inicuo asentir que la expresión en la evidencia de un error, no exime de su asunción y consiguiente responsabilidad. La misma de la que se granjeaba el Partido Popular -PP- cuando desde la oposición y una vez incorporado al gobierno tras las elecciones, repartía el beneplácito de sus firmes planteamientos económicos y sociales que en los primeros cien días ha dilapidado como confirman sus decisiones sobre sanidad y educación. He ahí un canto a la "ominosa" responsabilidad que pone a cada cual en su sitio, si su respuesta es la incontestable demostración de una total y absoluta improvisación. La "errata de sangre azul"no es más que la expresión social de un fenómeno que empieza a tomar privilegiadas posiciones: el desencanto, la apatía y el hartazgo. Frutos de un mismo árbol por el que no corre la savia de la ética y moral. Así el debilitamiento de los principios va dejando paso a un cambio rector que catapulta la febril ligereza, el espectáculo político, la tibieza que se desprende de una forma de actuación pública ligada a la incompetencia.

En el año 1999, José Antonio Quirós dirigió la película "Pídele cuentas al rey". Fidel -Antonio Resines-, un minero asturiano tras el proceso de reconversión de la cuenca minera asturiana, decide iniciar una larga marcha a pie junto a su mujer -Adriana Ozores- y su hijo hasta el Palacio de la Zarzuela, para exigir al Jefe del Estado el derecho fundamental a un trabajo digno, como así dispone el texto constitucional. La película, más bien simple aunque correcta, incide en el inconformismo y la rebeldía que perdura en el alma humana con que enfrentarse a los hechos consumados de los que nadie se hace responsables, salvo para enriquecerse o negar la mayor. El título de este drama social que combina ciertos apuntes de comedia, es una exhortación que conmina a no sentirse satisfechos a pesar del aparente bienestar y reivindicar la corresponsabilidad de los poderes públicos.
Rememorando el reciente centenario del hundimiento del "Titanic", el efecto anecdótico de este suceso que durante una semana ha condensado la información en torno a la figura monárquica, es la punta del iceberg que se oculta bajo las aguas procelosas y turbias del descreimiento sobre la verdadera responsabilidad y compromiso de quienes nos gobiernan. Nunca un rey fue más vituperado, igualmenteque un pueblo fue menos tenido en cuenta. Y si no atendamos a las últimas decisiones gubernamentales sobre el pago de los medicamentos por los pensionistas o el aumento de la ratio en las escuelas e institutos para reducir costes de personal docente.

*Pedro Luis Ibáñez Lérida poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

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