Por Salvador Moreno Valencia
Silencio viene el jefe
“Todos en la oficina callaron y algunos bajaron la cabeza. El jefe solía venir dos veces al día, y siempre se producía el mismo ritual. Todos temblaban porque en aquellas visitas el puesto de trabajo de uno de ellos iba a convertirse en un puesto en la cola de la oficina del paro. Así comenzaron los despidos: dos por día, luego los llamaron ERES, ya solo quedaban diez de los cien que fueran otrora.”
“Todos en la oficina callaron y algunos bajaron la cabeza. El jefe solía venir dos veces al día, y siempre se producía el mismo ritual. Todos temblaban porque en aquellas visitas el puesto de trabajo de uno de ellos iba a convertirse en un puesto en la cola de la oficina del paro. Así comenzaron los despidos: dos por día, luego los llamaron ERES, ya solo quedaban diez de los cien que fueran otrora.”
El héroe antropófago
“Érase una vez un hombre que ante su inminente desahucio, entró en el banco que pretendía robarle su casa y se comió al director del mismo.”
“Érase una vez un hombre que ante su inminente desahucio, entró en el banco que pretendía robarle su casa y se comió al director del mismo.”
He tomado estos
relatos del malogrado Sandro Pilas, para traerlos aquí a este nuevo número de
nuestra revista, en concreto el número 74, porque estos dos breves relatos nos
muestran la crueldad con la que vivimos en estos tiempos, sobre todo, ambos
relatos nos descubren esa otra cara de la moneda, el primero el de la
servidumbre de los empleados hacia el jefe, cosa ésta que está motivada por el
miedo a formar parte de esa cola en la oficina de empleo, mal llamada así,
porque allí lo que es empleo, si lo buscas, pues va a ser que no.
El segundo relato
nos señala la dureza de los desahucios, y hasta el punto al que puede llegar un
ser humano si vive en primera persona esa demoledora situación, y la verdad es
que antes de suicidarse uno por tal motivo, mejor es, como bien nos dice Sandro
Pilas en su relato El héroe antropófago, comerse
al director de la sucursal en la que uno tenga su hipoteca, probablemente de
este modo otros directores no firmarían con tan poca escrupulosidad los
embargos.
Navegamos
en tiempos confusos y convulsos, en los que campan a sus anchas la frivolidad y
la estulticia, son tiempos en los que la lucha es tan necesaria como escasa, no
salen voces a la palestra a contar la verdad, no, porque las voces de nuestros
intelectuales están amaestradas como la voz del loro que repite lo que su amo
le dicta, los intelectuales de hoy en día, habrá excepciones, no lo niego, digo
que los intelectuales de hoy parecen más bien cabestros que usan los ganaderos
para servir de guía a las toradas.
Nosotros,
en Letras TRL intentamos a pesar de las dificultades que conlleva sacar una
revista cada mes, decir nuestras verdades, las nuestras que se alejan de los
dogmas y se aproximan a la parte más científica con la que podamos demostrar
que esos intelectuales cabestros de sus mayorales nos mienten cada día con sus
soflamas, y con su propaganda panfletaria y proselitista con el fin de
idiotizarnos a todos para mantenernos bien amarraditos en el redil,; vamos a
tirar nuestras palabras como si fueran piedras sobre esas cabezas pensantes,
más bien sobre esos estómagos mal nacidos que solo piensan en sus putos
ombligos.
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