La lentitud del magma
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
Enfatizar lo ajeno o dignificar lo público
La cascada de malogrados acontecimientos
desde la ascensión del Partido Popular -PP-, al poder ejecutivo nacional con
mayoría absoluta en el parlamento, ha logrado que la sensación temporal desde
aquel 20 de noviembre, parezca muy lejana cuando apenas han transcurrido 6
meses. Y es que si la cuestión económica se ha resentido, tomando como
referencia la ya archiconocida para todos prima de riesgo, ahora se agrava
sobremanera al considerarnos desde las instancias de la Unión Europea -UE- los
próximos en ser rescatados. La indefinición del gobierno español en la
trayectoria desde sus planteamientos iniciales -sustrayéndonos de lo que
proclamaba en el programa político electoral, ahora convertido en lastimera
fruslería- se une a un indecente mutismo que sólo puede ser consecuencia de un
peculiar sentido y concepción de lo público. Al arrogarse la propiedad del
oscurantismo como medida transitoria para refrenar el descenso vertiginoso de
nuestro crédito institucional y financiero.
"Administrar
los tiempos", manifiesta sin el mayor recato el ministro de
Justicia, cuando se le pregunta por las razones de esta absoluta opacidad
gubernamental, que no sólo se dedica a encogerse de hombros negando la mayor,
sino que procura silenciar cualquier iniciativa democrática, como la creación
de una comisión de investigación sobre el desaguisado cometido en Bankia o la
comparecencia en el Congreso de los Diputados del gobernador del Banco de
españa -sorprendentemente, y hasta hace unos días,respaldado por el Partido
Socialista Obrero Español- que más que un banco, vamos reconociendo a pasos
agigantados las similitudes con la cueva de Alí Baba. Y si no, ¿cómo podemos
entender que lo que antes era haber
bancario, ahora, por arte de birlibirloque se convierta en debe...? o ¿Cómo
comprender que la previsión de saneamiento, según el propio ministro de
Economía y Competitividad, era, hace una semana, de 7500 millones de euros y
ahora la cifra ronda los 23.500 millones
de euros, y sin garantías que no sea aún mayor...? Ya nadie recuerda aquella
promesa, como tantas otras náufragas en un océano de dudas e incertidumbres,
cuando el presidente del gobierno recalcaba que no habría dinero público para
los bancos... "no quieres cafe, toma dos tazas...". Para no
desmerecer la sarta de falaces aforismos, el actual presidente del que fue
referente bancario y bursátil tras un proceso de "fusión fría",
a la vista de los acontecimientos, proclama que los fondos públicos que
recibirán no son ayudas al considerarse como ampliaciones de capital y no como
préstamos. Por lo que no habrá devoluciones. He aquí la verdad escrutada para
enfatizar lo ajeno a costa de lo público. No olvidemos que los 305 millones de
euros de beneficios en el año 2011, se han convertido en una pérdida de 2979
millones de euros y los activos tóxicos se cuantifican en 13.000 millones de
euros. Un verdadero vertedero económico de hedores insoportables.
En el carácter público englobamos la
vocación por la comunidad, donde la rentabilidad social tiene el principio
moral de estar por encima de la económica. La valoración mercantil de cualquier
clase de actividad pública, es un retroceso en cuanto a la simplificación de
los términos sociales y la falta de respuesta a las inquietudes y necesidades
de los ciudadanos. Se trataría de racionalizar los recursos con miras a crear
las mejores condiciones de convivencia y prestación de servicios que redunden
en una sociedad en la que el futuro sea el propio presente. Es decir, sin la
perspectiva cortoplacista de los políticos que enfocan su gestión a los cuatro
años que tiene asegurado el cargo.
Lo más preciado en lo público es su
gestión, garante y equilibrio de derechos y obligaciones. Pero también es su
debilidad. Un talón de Aquiles en pugna
constante por reafirmarse frente a la sociedad. Como ejemplo el actual
presidente del Tribunal Supremo y sus libertinos dispendios en la costa
andaluza con factura al erario público. Hechos que ponen en entredicho la ética
como herramienta de autoridad y legitimidad
pública, vertebradora de la realidad social. No es menos cierto que el
ser humano es honrado hasta que deja de serlo, pero también lo es el compromiso
implícito y explícito de valores que cimenten la actuación del individuo bajo
criterios de independencia, autonomía y solidaridad. Ya lo decía Miguel de
Cervantes cuando ponía en los labios de Don Quijote el consejo a su amigo
Sancho Panza para gobernar la ínsula Barataria, "Si acaso doblares la
vara de la justicia no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la
misericordia" Pedro Luis
Ibáñez Lérida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario