La lentitud del magma
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti". John Donne
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti". John Donne
La muralla europea
En el vértigo económico de estos ultimos días,
nuestro país ha sido portada internacional, confirmando lo que en los
mentideros políticos parecía ser una realidad insoslayable. Y que no ha sido
otra, que la sustanciación en el rescate del lupanar bancario. No obstante,
incrementado por la cada vez más cansina transposición de términos financieros,
con el frágil objetivo de restar evidencias y confirmaciones, los acostumbrados
eufemismos, tratando de perseverar en la demostración de la capacidad de
control de la situación, la permisividad elocuente por el silencio y omisión
parlamentaria, ante el sombrío estado de la justicia, que tiene en su máximo
representante, el presidente del Tribunal Supremo y Consejo General del Poder
Judicial, el indignante recelo sobre sus jornadas de restauración en la costa
marbellí. Tal vez fomentando el sector terciario de nuestra vapuleada economía.
También la chocante despedida del ex presidente de Bankia y Caja Madrid, otrora
presidente del Fondo Monetario Internacional -FMI- y ese mohín de solvencia en
vísperas de ser excluido de la entidad bancaria con mayores activos
inmobiliarios Y que sólo es equiparable a la virtud y buen tino de su horrenda
herencia, una cantidad aproximada de 24.000 millones de euros. Sin embargo, con
todo esto y sin infravalorar su importancia, la proyección europea va
consumiéndose desde la raíz de los principios que alentaron la construcción de
la Unión Europea -UE-. Hablamos de la entidad política que claudica en la
integridad, consolidación y defensa de la soberanía de cada uno de sus
ciudadanos, imponiendo menoscabos a la
libre circulación de personas.
El
compromiso de restablecer los controles fronterizos por los ministros de
Interior de los países de la UE, firmantes del Tratado de Schengen, es síntoma
del descalabro político al que nos encaminan. Como en el caso financiero,
deriva en una degeneración y vulneración de derechos civiles y sociales. La
democracia europea arguye en su propio seno la radicalidad del discurso, más
alineado con las tesis de la extrema derecha que con la salvaguarda de los
fines promotores de la dignidad europea, a través del espíritu que su
constitución estableció. Es decir,
acuñar la realidad del otro como amenaza y hacerla permisiva en su dolo. Y no
es referencia la socorrida muestra de considerar los flujos migratorios
externos. También los internos. Recordemos la circense demostración de poder
del ínclito ex presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, expulsando
a los inmigrantes de etnia gitana y nacionalidad rumana de su país. O en las
pasadas elecciones cuando el fantasma de la inmigración era jaleado por la
candidata de la derecha más recalcitrante y atendido por el eco populista de
aquél. Hasta este momento sólo la motivación por orden público era la excepción
al tránsito de las personas. Ahora la categorización en tiempo -hasta dos años-
e idea -circunstancias excepcionales que obliguen a garantizar las fronteras
exteriores en evitación de inmigración ilegal- conforman un inquietante
binomio.
Vivimos
en tiempos de exacerbado egoísmo institucional. A Grecia no sólo le
concierne la deuda contraída y el déficit acumulado. Cómo no. En su lista de
males se halla la falta de crédito, confianza y responsabilidad en la gestión
de las filtraciones de los flujos migratorios clandestinos que, según parece,
asolan Europa por la laxitud y permeabilidad de sus fronteras. Habrá que
preguntarse de qué color es el dinero. Pues si bien las personas se convierten
en fichas de parchís encerradas y obstaculizadas su paso por la ferrea
estrategia del jugador del color que le impide el paso, no ocurre lo mismo con
aquél. En el primer trimestre de este año se registró una fuga de capitales en
España que ascendió a 97.090 millones de euros. De los que 66.200 fueron
exclusivamente en el mes de marzo.
Tzvetan
Todorov, ensayista y filósofo búlgaro afincado en Francia, publicó en el
año 2008 la interesante obra "El miedo a los bárbaros". En
ella la dialéctica entre civilización y barbarie se aborda con unos contenidos
divulgativos y esclarecedores. Es hartamente peligrosa la reincidencia en alentar maneras democráticas con técnicas
bárbaras que conlleven la desaparición o exclusión del contrario. La barbarie
se alimenta a sí misma cuando cosificamos al ser humano. Entonces el concepto
de igualdad queda relegado a un mero artificio. Si Europa cierra su espacio de
convivencia, lo hace no sólo a un presunto problema. Crea otro para el futuro
más próximo que, por añadidura, revierte en aquél. El contingente de inmigrantes
será cada vez mayor y más osado.
Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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