Letras tu revista literaria

viernes, 15 de junio de 2012

La muralla europea


La lentitud del magma

Por Pedro Luis Ibáñez Lérida* 


"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti
".
 John Donne


La muralla europea

                        En el vértigo económico de estos ultimos días, nuestro país ha sido portada internacional, confirmando lo que en los mentideros políticos parecía ser una realidad insoslayable. Y que no ha sido otra, que la sustanciación en el rescate del lupanar bancario. No obstante, incrementado por la cada vez más cansina transposición de términos financieros, con el frágil objetivo de restar evidencias y confirmaciones, los acostumbrados eufemismos, tratando de perseverar en la demostración de la capacidad de control de la situación, la permisividad elocuente por el silencio y omisión parlamentaria, ante el sombrío estado de la justicia, que tiene en su máximo representante, el presidente del Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial, el indignante recelo sobre sus jornadas de restauración en la costa marbellí. Tal vez fomentando el sector terciario de nuestra vapuleada economía. También la chocante despedida del ex presidente de Bankia y Caja Madrid, otrora presidente del Fondo Monetario Internacional -FMI- y ese mohín de solvencia en vísperas de ser excluido de la entidad bancaria con mayores activos inmobiliarios Y que sólo es equiparable a la virtud y buen tino de su horrenda herencia, una cantidad aproximada de 24.000 millones de euros. Sin embargo, con todo esto y sin infravalorar su importancia, la proyección europea va consumiéndose desde la raíz de los principios que alentaron la construcción de la Unión Europea -UE-. Hablamos de la entidad política que claudica en la integridad, consolidación y defensa de la soberanía de cada uno de sus ciudadanos, imponiendo menoscabos  a la libre circulación de personas.
                        El compromiso de restablecer los controles fronterizos por los ministros de Interior de los países de la UE, firmantes del Tratado de Schengen, es síntoma del descalabro político al que nos encaminan. Como en el caso financiero, deriva en una degeneración y vulneración de derechos civiles y sociales. La democracia europea arguye en su propio seno la radicalidad del discurso, más alineado con las tesis de la extrema derecha que con la salvaguarda de los fines promotores de la dignidad europea, a través del espíritu que su constitución  estableció. Es decir, acuñar la realidad del otro como amenaza y hacerla permisiva en su dolo. Y no es referencia la socorrida muestra de considerar los flujos migratorios externos. También los internos. Recordemos la circense demostración de poder del ínclito ex presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, expulsando a los inmigrantes de etnia gitana y nacionalidad rumana de su país. O en las pasadas elecciones cuando el fantasma de la inmigración era jaleado por la candidata de la derecha más recalcitrante y atendido por el eco populista de aquél. Hasta este momento sólo la motivación por orden público era la excepción al tránsito de las personas. Ahora la categorización en tiempo -hasta dos años- e idea -circunstancias excepcionales que obliguen a garantizar las fronteras exteriores en evitación de inmigración ilegal- conforman un inquietante binomio.
                        Vivimos en tiempos de exacerbado egoísmo institucional. A Grecia no sólo le concierne la deuda contraída y el déficit acumulado. Cómo no. En su lista de males se halla la falta de crédito, confianza y responsabilidad en la gestión de las filtraciones de los flujos migratorios clandestinos que, según parece, asolan Europa por la laxitud y permeabilidad de sus fronteras. Habrá que preguntarse de qué color es el dinero. Pues si bien las personas se convierten en fichas de parchís encerradas y obstaculizadas su paso por la ferrea estrategia del jugador del color que le impide el paso, no ocurre lo mismo con aquél. En el primer trimestre de este año se registró una fuga de capitales en España que ascendió a 97.090 millones de euros. De los que 66.200 fueron exclusivamente en el mes de marzo.
                        Tzvetan Todorov, ensayista y filósofo búlgaro afincado en Francia, publicó en el año 2008 la interesante obra "El miedo a los bárbaros". En ella la dialéctica entre civilización y barbarie se aborda con unos contenidos divulgativos y esclarecedores. Es hartamente peligrosa la  reincidencia en  alentar maneras democráticas con técnicas bárbaras que conlleven la desaparición o exclusión del contrario. La barbarie se alimenta a sí misma cuando cosificamos al ser humano. Entonces el concepto de igualdad queda relegado a un mero artificio. Si Europa cierra su espacio de convivencia, lo hace no sólo a un presunto problema. Crea otro para el futuro más próximo que, por añadidura, revierte en aquél. El contingente de inmigrantes será cada vez mayor y más osado.

   Pedro Luis Ibáñez Lérida,  poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com


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