La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Si la palabra explícita se
asentara en los principios de la transparencia no serian necesarios dilatados
parlamentos. La suma de hechos es la cuenta de débitos que contienen aquéllas.
Decía el poeta cubano José Martí: "El mejor dicho es el hecho".
Pues bien, los hechos cantan y cuentan por sí solos. La política actual se
resume en gestos. El dedo corazón que se alza provocador y despectivo, el
titubeo mendaz que se arruga en la comisura de los labios y la omisión
voluntaria de nombres para ningunear la contumaz realidad.
No
hay disimulo. Alzar el dedo y designar la altura de todo un proceso donde
la arrogancia es fruto de la falta de escrúpulos. Elevar la desvergüenza como
signo de una forma de entender la acción política desde la más sórdida
pretensión. Configurar la estratagema de no rendir cuentas, salvo para mentir y
certificar el verdadero e íntegro principio del enriquecimiento personal.
Callada
estás más guapa. Le diría el regio cazador de elefantes. Como esas muñecas
que sólo hablan pulsando o apretando el mecanismo y lanzan mensajes que se
repiten una y otra vez. Tras el atril, con la mirada pérdida, la boca
empequeñecida y lívidos labios, parece coger carrerilla, pero apenas empezada,
duda, tropieza y, definitivamente, cae en el sin sentido, en el
desquiciamiento, en el disparate.
La escena se asemeja a la secuencia inolvidable de la película de los hermanos
Marx, Una noche en la Opera, "La parte contratante de la primera
parte, será considerada como la parte contratante de la primera parte
(...)". Titubeo mendaz que se prolonga demasiado tiempo. La muñeca no da
más de sí. Son demasiadas mentiras.
La voz es gangosa. El rudimentario mecanismo de repetición no es eterno.
No
pronuncia su nombre. Realiza verdaderas fintas para zafarse del
enunciamiento, de la insoslayable constancia y veracidad que fue uno de los
suyos hasta hace escasos días. Tanto es así que les reclama judicialmente su
despido improcedente. No lo nombra. No lo refiere. No lo desmiente. Lo deja
estar. Como un objeto que se guarda en el cajón, que queda en desuso. Sin
embargo sigue estando ahí, a la espera que vuelva abrirse, como la caja de
Pandora. Ésta sólo pudo evitar que en su interior quedará la esperanza. En este
otro cajón resta el miserable descrédito político.
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
Artículo patrocinado por LetrasTRL Nº. 55-febrero-2013
El titubeo, los circunloquios io las obvias mentiras, pero hay algo peor: la apropiación de las palabras que han sostenido la esperanza de muchos: justicia, libertad, equidad, transparencia... Debería prohibirse su uso a esas gentes de la hierba mala, porque oirlas de sus labios es un agravio sin código penal que las sancione.
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