La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Ya no se habla de Grecia. En otros tiempos a bordo
de sus pentecónteras los mercaderes helenos navegaron por el Mediterráneo.
Incluso se aventuraron en el Océano Atlántico. Con estas singladuras
recorrieron la costa de Europa que en la actualidad los mantiene en un estado
de catarsis económica. Aquellos que fomentaron el mundo comercial del viejo
continente se ahogan. Como los cuerpos de los inmigrantes que inertes se
posaron en el fondo oceánico, tras ser embestidos por la embarcación de la
Guardia Civil. Las imágenes son tan desconcertantes como definitivas y
espeluznantes. Cuánto dolor y pesar
contienen. Cuánto despropósito. Cuánta crueldad.
Este suceso es una metáfora de la contemporaneidad que,
al fin y al cabo, es la del propio ser humano en el acontecer incierto de este
principio de siglo. La génesis de este hecho sólo puede entenderse desde el más
absoluto desprecio a los derechos humanos. Y no puede desvincularse de los
sucesos que, como a los griegos y portugueses, y ahora a los chipriotas, nos
mantienen enfrascados en incesantes manifestaciones que claman un cambio de
rumbo. Ese mismo rumbo que nos hace colisionar con lo más preciado. Resulta
chocante que haya sido un inmigrante marroquí quien, con un grado de suprema
perseverancia, provoque que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dicte
sentencia contra la Ley Hipotecaria. A raíz de una demanda interpuesta tras
sufrir el desahucio de su propia vivienda. Son más de 500 desahucios los que se
ejecutan diariamente. Desde el año 2008 las demandas de ejecución hipotecaria
han aumentado un 371 por ciento. Días antes de este pronunciamiento judicial
europeo, el presidente del gobierno manifestaba su rechazo a la dación en pago.
En la secuencia de este abordaje no podemos obviar la zafia actitud bancaria.
Adeuda un montante de 256 millones de euros a las comunidades de propietarios.
El truculento resultado son los millares de ciudadanos sin vivienda, expulsados
de su entorno social, y arrojados a la penuria y al desarraigo. En suma a la
intemperie y, en algunos casos, al suicidio. Cruenta realidad la de un país que
insensible no protege ni ampara a sus ciudadanos y los arroja a su sino.
La desigualdad en España alcanza cotas
insoportables. Según Eurostat, el 30,6 por ciento de la población menor de 18
años estaba en el año 2011 en riesgo de pobreza y exclusión social. La
Fundación Alternativas fundamenta que la diferencia entre ricos y pobres ha
aumentado en un 10 por ciento entre 2007 y 2009.
Francisco Vélez Nieto recoge en su más reciente
obra, Recuerdos de un tiempo vivido, un proverbial ejercicio de memoria
bajo un sorprendente encuadre literario y lírico. Su localidad natal, Lora del
Río, población sevillana de la vega del Guadalquivir, sirve al poeta, escritor
y comentarista literario para redescubrirnos, a través del intenso bagaje
emocional y reflexivo de su acontecer vital, la complejidad del ser humano.
Independientemente de su lugar de origen. Fragmentos que como estelas van
diseñando un singular mosaico en el que ironía, drama, ternura, sonrisa y
pensamiento crítico componen un todo deslumbrante. Los relatos poseen un
marcado acento cinematográfico. Este sentido plástico se refuerza con las
fotografías que generosamente aporta ACAL –Asociación Cultural Amigos de Lora
del Río- de su rica fototeca. Labor en la que Emilio Morales Ubago, escritor y
miembro de esta asociación, y que, a modo de etnógrafo, sobresale buceando
entre ellas para ofrecernos unas hermosas e ilustrativas imágenes que acompañan
al texto. Pero es en el apartado poético en el que el autor de Itálica y
otros poemas abrevia el gusto y la mirada para nutrirnos de una nostálgica
belleza. “Maleta de madera: / prisión rectangular / de mi
pueblo, / emblema trágico / de nuestra pobreza (...) / Maleta
de madera, / trágico capítulo / de nuestra historia / siempre
de tercera en tercera”. La memoria nos reconoce e identifica en la levedad
del otro. El sufrimiento no se desacomoda de la miseria. Y ésta se hace fuerte
en el proceder mercantil que impera a diestro y siniestro y que a todo pone
precio. Seguiremos siendo “verso herido soñando ser Paloma de Picasso”.
Mientras tanto la sensación de amargura que lija la garganta. Angustia que no
sana ni acaba por más que proferir gritos en las calles traten de espantar su
mal.
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
Artículo patrocinado por LetrasTRL Nº. 56-marzo-2013
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