La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Hace unas semanas el
expresidente del gobierno, José María Aznar, presentaba el primer tomo de sus
memorias. Eso quiere decir, cuando menos, que una próxima publicación está en
ciernes. Y con ella la constatación que el país permanece en un estado de
letargo. Los índices de lectura en España son pésimos. No parece que la
vocación lectora se fortalezca con este tipo de lecturas. Más aun si conocemos
algunos pasajes que parecen obedecer a un grado de yoísmo realmente
apabullante. Las letanías se han adueñado del discurso político. No me refiero
a la acepción religiosa de la palabra. Sino a la retahila que, como murmuración, es mascullada
entre dientes. Utilizo el plural porque, sin haber escrito sus memorias, el
expresidente Felipe González no duda en utilizar esta misma fórmula de
explicación de la realidad. Aunque lo más descorazonador es cuando al propio
Partido Socialista Obrero Español -PSOE-, no le duelen prendas en celebrar el
trigésmo aniversario de su ascenso al poder. ¿Realmente hay algo que celebrar?
Quizás obedezca más al autoconsumo y como agarre a un clavo ardiendo para no
perder comba social. Aunque mirarse el ombligo no traslada confianza. Mientras
el gobierno continúa con su apisonadora, la oposición socialista se dedica al
autobombo. Las afirmaciones de ambos expresidentes nos adentran en cierto
escenario de abotargamiento y guardan la fidelidad a sus idearios personales.
Es una manera de continuar estando presente en el panorama actual. Abogados del
pasado que no contentos con purgar cuitas propias siguen empecinados en las
ajenas. Claro está, salvo de aquellas que les corresponden en sus respectivas
facetas como consejeros en empresas energéticas. Donde desarrollan una de las diversas ocupaciones retribuidas
que ostentan. Los despidos crecen por doquier y el asentamiento del recorte
presupuestario se identifica con una parte de la sociedad que presiente que el
drama está aún por llegar. Por ello sorprende este gratuito empeño en seguir
meneando la cola.
Para
retahilas las crecientes protestas de diferentes colectivos que abundan en
este sino cansino del gobierno de hacer oidos sordos. El criterio técnico
prevalece. Pero, ¿cuál es éste...? Cuando los investigadores reclaman
inversiones y supresión de recortes en su trabajo reconocido
internacionalmente, no hay que ser demasiado listo para entender que el futuro
viene de su mano y esta ha sido amputada. La falta del respaldo institucional
como política de estado es la prueba evidente que hay un propósito y no
precisamente de enmienda en este sentido. El estímulo social ha crecido en
consonancia con el estado de alarma que de forma sorda aplican con los decretos
ley. Con estas junturas poco sostén puede abrigarse. Entonces resulta
aleccionadora la manifestación encabezada por la pancarta "SOS
Discapacidad-Derechos, Inclusión y Bienestar a salvo" en la que miles
de discapacitados claman que su situación es de colapso. El gobierno se ha
convertido en Lázaro y está a la espera que Europa le grite en voz alta, "Levántate
y anda". Estos ciudadanos constreñidos por sus propias limitaciones y
un presente esquivo mantienen intacta su dignidad. El motor de su día a día.
Señala
el actor y director cinematográfico Robert Redfor que "La política
es un carnaval del absurdo". Una definición tan precisa como
desesperanzadora. El protagonista de la película "El candidato",
dirigida en 1972 por Michael Ritchie, reduce los términos políticos a la
demostración palpable del espectáculo de la mediocridad. En esta película
interpreta a un joven abogado idealista que es convencido para presentarse a la
elecciones como senador del estado. Durante todo el proceso electoral la
descripción en la degradación de los principios originales que le han llevado a
presentarse como candidato se reduce al coste del poder. Convirtiendolo en un
mero guiñol en manos del equipo de asesores del partido y sus intereses
orgánicos.
Joan Baptista Humet se identificaba con la
canción de autor en la que los sentimientos y emociones fueran los principales
protagonistas de sus canciones sin perder perspectiva social. La riquísima
abundancia de sus canciones, hasta su fallecimiento en 2008, siempre tuvo el
tono vital y deliciosamente humano de un abrazo. Un hombre dotado de una voz
melodiosa, clara, poderosa y jovial con la que acentuaba la belleza de las
letras que componía. En 1981 compuso la canción "Hay que vivir".
La vigencia de su emocionado canto no deja lugar a dudas: "(..) Habrá
que demoler barreras, / crear otras maneras / y alzar otra
verdad. / Desempolvar viejas
creencias / que hablaban en esencia / sobre la simplicidad. /
darles a nuestros hijos / el credo y el hechizo / del alba y
el rescoldo / en el hogar. / Y si aún nos queda algo de tiempo,
/ poner la cara al viento / y aventurarnos a soñar"
*Pedro Luis Ibáñez Lérida,
poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
Artículo patrocinado por LetrasTRL
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