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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Las deprimentes navidades


Por Peter Magnus

“El hombre que no obedece a las leyes de la razón y
que está acostumbrado a seguir los impulsos de las pasiones
se equivoca frecuentemente y se expone al arrepentimiento tardío”.
Alexandr S. Pushkin.

En mi juventud fui un hombre que se dejaba llevar por las pasiones, luego tuve muchas veces que arrepentirme tardíamente, sobre todo cuando las consecuencias de aquellos actos me superaban con creces. La cita no viene a cuento con lo que quiero escribir en este artículo, porque de lo que quiero escribir es de la navidad y del atajo de imbéciles que la siguen como el burro sigue la zanahoria sin ver otra cosa, sin ni siquiera darse cuenta del peso que carga. Así es el ser humano, algo mezquino, algo insidioso que no juega limpio casi nunca, siempre andan tras él acechando sus intereses, que en unos casos puede que sean dignificantes, e incluso admirables, loables por tanto, pero también puede que en muchos otros casos sean perversos y faltos de nobleza de espíritu, de esto no cabe duda, es lo que se dice en mi tierra que cada uno va a lo suyo.

Vivimos en un mundo egoísta, donde la ambición ha cobrado tanta importancia en los objetivos de la gente que ha destrozado otros valores que contrariamente se enfrentan a esos deseos desaforados de conseguir más y más y más, a pesar de saber que dicha ambición nos pueda llevar al abismo. Al abismo iremos como burros tras la zanahoria, reitero, porque no somos capaces de vislumbrar otra forma de vida, y si lo somos, no estamos por la labor de cambiar la misma.

Son tiempos de comidas de empresas, y esto sí que es bien paradójico, ¿te vas a comer con el jefe que no dudará en pegarte una patada en el trasero?, ¿te vas a comer con tus compañeros que se aferran al clavo ardiendo del precario empleo que os ha dejado la reforma laboral?, ¿comes y te emborrachas con gente que no dudaría, en caso de extrema necesidad, clavarte la navaja?

Preguntas, y más preguntas, pero hagamos un inciso y digamos que existen excepciones para confirmar las reglas, pero son las menos. Así que beodos y con las barrigas llenas vemos a cientos, a miles de trabajadores que no fueron capaces de ir a la huelga, pero sí que irán a la comida de empresa de la dichosa navidad.
No crean que yo no iré, que iré, pero no será a la comida de navidad de mi empresa, entre otras cosas porque no pertenezco a ninguna, pero iré a la de otra empresa que sí que es en este caso esa excepción de la que hablaba, pero claro, esta empresa aplica la política laboral nórdica y en eso nos llevan varios lustros, quiero decir de adelanto, porque ¿qué es esta España sino un engendro parido por una cúpula de fascistas, manejado por ésta cúpula, y controlado por una panda de catetos pueblerinos más cerrados que la puerta de Almorabide el viejo, tras la que se perdió como cuenta la leyenda y nunca más se encontró, ni al viejo sabio ni a la citada puerta?

Tenía uno de esos días en los que la melancolía se apodera de uno, y no pude, por más que lo intenté, dejar de escribir este libelo contra las próximas fechas que se avecinan donde la reina de las mismas por un año más será DOÑA HIPOCRESÍA. Bebamos y brindemos por la farsa en la que la mula y el buey han sido expulsados como seremos echados a la calle como perros los que nos negamos a seguir las directrices del plan trazado por los trogloditas cavernarios que gobiernan esta tierra y que no dudarán en acabar con ella y con los que la pueblan para su propio regocijo, mientras se confiesan en la misa del gallo y celebran el nacimiento de un niño al que matarán más tarde sin temblarles ni siquiera la mano con la que apretarán el gatillo.

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