ALGO MÁS QUE PALABRAS
Víctor Corcoba Herrero*
Con gran acierto a mi manera de
ver, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), en el año 2002 como resultado de la necesidad de la humanidad
de reflexionar sobre el momento actual y así, poder hacer frente a los desafíos
que se nos presentan desde el diálogo de todos con todos, se instituyo el Día
Mundial de la Filosofía (15 de noviembre). Por otra parte, estamos en un
momento de cambios, dentro de un mundo nuevo global injertado por una grave
crisis de moral, causante de tantas divisiones, destrucción y muertes, como las
causadas en España por los desahucios de las hipotecas. Todo este proceso nos
viene afectando a todos, con una mayor o menor carga de ansiedad. Por
consiguiente, debemos seguir siendo fieles a los ideales de la Carta de las
Naciones Unidas y a la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Entre estos
valores esenciales está la tolerancia activa, el impulsar una educación de
mínimos para todas las generaciones, la de promover medios de comunicación
libres y plurales, proteger el patrimonio y fomentar el respeto a esta
diversidad. También conmemoramos esta jornada internacional, el Día de la
Tolerancia (16 de noviembre), recordando que, en cada uno de nosotros, todos
los días del año, debemos ejercer el espíritu tolerante. Por tanto, ambas
festividades celebradas en días contiguos se complementan y se perfeccionan
mutuamente.
Ciertamente,
sin un espíritu tolerante es muy difícil reflexionar en conjunto. Ya en 2005,
la Conferencia General de la UNESCO destacó la importancia de la filosofía como
disciplina que estimula el pensamiento crítico e independiente. Por desgracia,
vivimos a veces como auténticos fanáticos, sin apenas tener tiempo para pensar.
Hay hambre de pensamiento. Y esto no es
bueno. Sin duda, el esclarecimiento de los desafíos contemporáneos,
especialmente cuando éstos se relacionan con la ética y la moral, con la
igualdad y la justicia, exigen a mi juicio un mayor diálogo entre culturas y
una reflexión transversal que debería estar presente en todas las disciplinas.
Estoy convencido de que el pensamiento crítico, la autocrítica ciudadana, es un
ingrediente fundamental para que esta mundializada sociedad se enriquezca y
participe de manera condescendiente con otras civilizaciones, a través del
pluralismo de ideas. Desde luego, la reflexión siempre es algo saludable para
toda la sociedad, es una dinámica que a todos nos beneficia, porque sobre todo
ayuda a tender puentes entre las gentes y refuerza la exigencia de una
convivencia hermanada.
El trabajo
de ayudar a convivir no es nada fácil, puesto que tenemos que conciliar la
universalidad de los valores con la diversidad de las culturas. En un tiempo en
que las sociedades viven cada día más en contextos multiculturales, necesitamos
poner en claro nuestra capacidad de comprensión. Avivar debates filosóficos es
una buena forma de explorarnos, mediante pláticas libres y abiertas, tenemos
que descubrir entre todos un lenguaje común, capaz de ser asumido por todos los
seres humanos. En el fondo, la UNESCO, lo que quiere celebrar con el Día
Mundial de la Filosofía, es ante todo un ejercicio mundial de pensamiento
libre, o mejor dicho, de aprender a filosofar. Realmente, en ocasiones, nos da
la sensación que aún no hemos aprendido a luchar con el mundo de las ideas, que
es una manera de decir no a la intolerancia. De entrada, todas las ideas son
igual de respetables y cada persona debe sentirse sin ningún tipo de ataduras
para poder participarlas de acuerdo con sus convicciones. Se trata de llegar a
una unidad de acción, que nunca debe cesar cuando se trata de cuestiones
esenciales a la vida, y máxime en el momento actual en el que todos dependemos
de todos.
Dicho lo
anterior, y a pesar de todos estos avances filosóficos, la realidad es la que
es, y lo complicado es librar hoy al mundo de la intolerancia. Por eso, la
ciudadanía debe ser consciente de que el cultivo intolerante es la peor de las
plagas y, como tal, debe actuar para que todas las personas puedan convivir en
paz como buenos vecinos. Ha de hacerlo con una activa actitud positiva,
inspirada en el reconocimiento y en el respeto hacia los derechos y libertades
de los demás. El mundo tiene que hacer un ejercicio de aceptación de la diferencia,
y entroncarse a unos valores comunes que nos sirvan para cimentar la
convivencia. Las enormes tragedias, fruto del espíritu intolerante, están ahí
como lección para educar, para advertir a no ceder ante ideologías que
justifican la posibilidad de "machacar" la dignidad humana basándose
en la diversidad étnica, religiosa o lingüística.
Por
desgracia, cada día se respeta menos en un mundo cegado por la intensa
competencia económica. Hoy por hoy, la cultura de la reflexión y de la
tolerancia brillan por su ausencia. El odio y la venganza, la humillación a las
personas, se propaga como divertimento de masas. La misma alianza de
civilizaciones no ha pasado de ser una buena intención, cuando debió ser una
concepción de la vida basada en la comprensión hacia todo ser humano. También hay
menos diálogo, menos apertura a los demás, menos participación de las personas,
más indiferencia por el otro, más desgana por acrecentar la conciencia
colectiva, más intolerancia en definitiva. Las acciones de los gobiernos son
incapaces de obtener resultados eficaces y duraderos, porque a ellos mismos a
veces les falta una auténtica voluntad de predicar con el ejemplo.
Son también
muchas las naciones que levantan muros, o que quieren levantarlos dentro de su
propio país, en lugar de profundizar en la conciencia de la unidad de la
familia humana. Si en verdad ejercitásemos el espíritu reflexivo, tampoco
confundiríamos el amor a una tierra, la propia identidad de cada uno, con el
desprecio a otras gentes. Ese nacionalismo exagerado, por ejemplo el avivado
ahora en España con los catalanes, lo
que hace es enfrentar a los pueblos entre sí, además de ser
profundamente injusto, porque es contrario al deber de solidaridad entre las
nacionalidades y regiones.
*Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefónica.net
11 de noviembre de 2012.-
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