La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Annus horribilis
Se cumple un año del ascenso
del Partido Popular -PP- al poder. Diferentes ópticas sociales han catalogando
y valorado, durante estos últimos días, los 365 días del Gobierno. Si bien,
como señala con certera definición el dicho popular podrían resumirse en "donde
dije digo, dije diego". El cúmulo de disfunciones y quebrantos
sociales no tiene parangón. La atomización del ajuste económico se ha
convertido en la única y contumaz enseña de su gallarda bizarria. El
pronunciamiento sobre el futuro más inmediato está sometido a la bastarda
decisión de los emporios comerciales y al titubeo europeo que continúa en su
descenso a los infiernos: los bancos se siguen frotando las manos y los
desahucios proliferan sin una auténtica determinación gubernamental. Sólo el
suicidio de dos personas y el intento de una tercera han frenado
momentaneamente la sangría de amoralidad que irriga la voracidad financiera.
Dos
son los puntos culminantes que recogen ese proceder histriónico y
embaucador que ha acompañado las referencias públicas del gobierno. El ministro
de Hacienda consideró y definió los actuales Presupuestos Generales del Estado
como los de mayor incidencia social. El propio Presidente del gobierno hizo
vanagloria de aquella mayoría silenciosa que no se manifiesta. Ambas
exposiciones estructuran el ideario de actuación que ha perseguido. Por un
lado, la constatación de no cejar en el
eufemismo. Por otro la negación de lo evidente. Y, mientras tanto, como la
fabula de Tomás de Iriarte, "Los
dos conejos". "Son galgos te digo. / Digo que podencos. / En
esta disputa / llegando los perros / pillan descuidados / a mis dos conejos. /
Los que por cuestiones / de poco momento / dejan lo que importa / llévense este
ejemplo". La realidad no se desmarca de esta aseveración en la que la
fábula es tan real como irreales son los argumentos del gobierno que es cazado
por el can de los acontecimientos.
"Mi
reino no es de este mundo", con tanta rotundidad afirmó
Jesucristo, según el evangelio de Juan, -por cierto de un valor lírico
realmente exquisito y recomendable-, frente al gobernador romano Poncio Pilato
en la vispera de su muerte. En esa furibunda estela de presuntuosidad
magnánima, la Iglesía reincide en el cuestionamiento social que reconforte sus
tesis más arcaicas: anticoncpetivos y matrimonios homosexualessexuales son
fuente de perversidad. En ese apunte de intoxicación permanente, acude con
preeminencia estos días la absoluta
estupidez de malograr la mula y el buey de las escenas navideñas. La aseveración
del Papa entroniza la verdadera estirpe de un reino de otro mundo. Un mundo
ciego que no ceja en señalar con el dedo sus propias carencias. Cuando invoca
la moralidad que ella misma pone a los pies de los caballos con su
intransigencia o permisividad, dependiendo para quién o cómo.
Resulta chocante el laboratorio de
ideas en el que se enfrascan políticos como expresidentes o exministros
aportando su "experiencia" en el mundo empresarial. Veamos
sino como empresas financieras, energéticas,
transportes y comunicaciones los acogen. En la más inocente reflexión,
¿qué puñetas hacen en los consejos de administración de empresas privadas...?
Esta práctica no es insólita. Está generalizada y comporta un estar que
revierte en ese halo de presunto beneplácito y que vienen en llamar "una
vía de acceso privilegiado al regulador". Con ese poder de
autosuficiencia no es difícil seguir postulando a la endogamia y, con ella, al
convencimiento que "ellos se lo guisan y se lo comen".
Refugiados
en el monte Gurugú los dos adolescentes que fueron expulsados en la
frontera con Marruecos, parecen velar el escarnio sufrido. La actitud
patriarcal del estado, en cuanto a que son menores acogidos dentro del sistema
de protección de menores de la Ciudad Autónoma de Melilla, no puede ser
calificada más que de filicidio. Este ademán es síntoma del despropósito en el
que se encuentra la protección social. Dos menores son empujados a un destino
incierto por su propio padre, el estado. Miles de ciudadanos son expulsados de
sus viviendas, el número de desempleados está próximo a los seis millones, la
cobertura económica a las familias con la totalidad de los miembros en
situación de paro es nula, la privatización de los servicios públicos
acrecienta la capitalización de intereses ajenos a la ciudadanía, la educación
se tasa según el dispendio dinerario, la salud mermada en sus posibilidades de
beneficio terapéutico, viéndose suprimida su vocación universal... No es de
extrañar que con este cúmulo de
principios vulnerados, la situación de desamparo que ha provocado la acción de
gobierno durante este último año, pueda calificarse de "annus
horribilis"... para los ciudadanos.
Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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