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jueves, 12 de abril de 2012

La lentitud del magma ( Deliberadamente ciego, terriblemente cobarde)

Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
Hace apenas un año, el joven sirio Hasan Ali Akleh se inmoló rociándose previamente con gasolina. Reincidía con su actitud la que un año antes, el 17 de de diciembre de 2010, mantuvo el joven tunecino Mohamed Bouazizi. Hoy, 11 de abril de 2012, a las seis de la mañana, deberían haber depuesto las armas las fuerzas leales al presidente Bachar El Asad y los rebeldes del Ejército Libre Sirio -ELS-, que otrora constituyeron, como en otros paises árabes y con diferentes resultados – Egipto, Libia, Túnez, Mauritania, Omán, Marruecos, Arabia Saudi, Líbano, Palestina e, incluso, Albania- el componente humano de una revolución cívica y democrática conocida como la "Primavera Árabe". Al menos este fue el compromiso que adquirireron el enviado especial de la ONU -Organización de las Naciones Unidas- Kofi Annan y la Liga Árabe con aquéllos. Sin embargo, a escasas horas del alto el fuego, el ejército sirio ha mantenido una mayor actividad bélica fustigando no sólo con bombardeos, también con detenciones arbitrarias e indiscriminadas en diversas localidades.

                        En el año 2000, la llegada al poder del oftalmólogo Bachar El Asad, tras la muerte de su padre Hafez El Asad y su primogénito Basil, fallecido en accidente de tráfico, generó un movimiento social llamado "Primavera de Damasco". Y si en apenas seis meses fue disuelto por la presión gubernamental al considerarse como una amenaza, dejó una estela de acentuada insatisfacción social, coincidente con la percepción que la corrupción se mantenía. Siendo consustancial a la propia familia del presidente que blindó su esfera de poder con nombramientos de familiares directos. Así como de privilegios económicos con ciertas iniciativas liberalizadoras y de privatización alentando el carácter de los magnates y alejándose de los empresarios con mayor arraigo urbano.

                        A sangre y fuego, parece ser el único argumento que tras un proceso de cruento escepticismo internacional ha contraído la cifra de 9000 muertos desde el comienzo de las revueltas populares que en en el mes de marzo cumplieron un año. Un éxodo interior cifrado en 200.000 personas y otro exterior de 30.000, con localización en la frontera con Turquia, sitúa la cruenta conflictividad en un estado de inevitable retorno. Los sucesos acaecidos en vísperas de la tregua tanto en la frontera con el Líbano como en la de Turquía, con resultado de muerto y heridos, parecen contradecir la voluntad  en cumplir la tregua y cuestionar el frágil equilibrio de la zona. La última treta gubernamental es que se le entreguen garantías escritas de la total deposición de las armas por parte del ELS. Quizás en la conspirativa realidad de evidenciar el suministro que, al parecer, reciben de Catar, Arabia Saudí y Turquia. La actitud del gobierno sirio ha sido, desde un primer momento, un acusado esfuerzo en disolver cualquier intento de movilización social y un voluntarioso, pero siempre especulativo y finalmente engañoso acto de tremolar la bandera de la que carece –recordemos aquella propuesta de reformas incluyendo un referendum- para contemporizar la percepción internacional de los sucesos que mantiene  al país en un lento pero inexorable proceso de destrucción interno.

                        Drámatica y cruenta fidelidad a la intransigencia la constatación que en esta última semana, previa a la materización del acuerdo alcanzado para el cese del fuego, hayan aumentado considerablemente el número de muertos. Concretamente asciende a un millar. El ataque al campamento de refugiados de Kilis en territorio turco, inflama aún más de escepticismo la salida a una crisis social activada por el carácter pendenciero del presidente sirio. Resulta patética la demostración de débil e inquietante normalidad, cuando en estas fechas conmemora institucionalmente el sexagésimo quinto aniversario del partido socialista de Baaz. Deliberadamente ciego, terriblemente cobarde el arrebato belicista que, a modo de vía de escape y en la mejor tradición dictatorial, ha tomado El Asad. La élite alauí impulsada por el colonialismo francés desestructuró socialmente un país de mayoría suní. La consolidación de esta minoría privilegiada se ha visto reforzada por el ejercicio del veto de China y Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El pueblo sirio no se merece el sufrimiento al que es sometido por la ceguera y cobardía de un presidente que cimenta su poder sobre la muerte.

*Pedro Luis Ibáñez Lérida poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
             

1 comentario:

  1. Popper diría que una sociedad cerrada por sus costumbres que se vuelve abierta gracias a las nuevas tecnologías, es la Siria. Y una vez abierta, como las venas, que el dueño de esa sociedad intente cerrar la herida para no desangrarse es vital.

    Menos vital es que el desesperado remedio sea el de abrir más heridas con las que cerrar la primera.

    Siria se desangra mientras grita que no le pasa nada, que es solo una caída sin importancia, que lo dejen en paz: que lo que ocurre en realidad es que está donando sangre.

    Más que una cuestión hipocrática, lo suyo es una cuestión hipócrita.

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