ORMUZ: ESTRECHO O CAJA DE PANDORA
Jorge Gómez Barata
Publicación Original en MONCADA
Cuando carecen de
estrategias de salida las aventuras militares suelen convertirse en trampas. No
sucedió así en la II Guerra Mundial donde la meta era derrotar a Hitler y restablecer la
situación anterior; aunque sí en Corea, Vietnam, Irak y Afganistán, conflictos
de los cuales Estados Unidos no previó cómo salir.
La explicación es que no
se trata sólo de correlaciones cuantitativas sino de la presencia de diversas
variables políticas, económicas, nacionales, de seguridad y otras que están
presentes en el contencioso del Golfo Pérsico donde sin objetivos legítimos ni
definidos, Estados Unidos amenaza con involucrarse en una guerra de
implicaciones globales.
Contra Irán, además de
Estados Unidos e Israel, están prácticamente todos los estados de la región y
la OTAN. Cuatro de ellos poseen arsenales nucleares y cada uno, medios
convencionales mucho mayores. En conjunto la superioridad de la Entente
imperialista es abrumadora. “Técnicamente” Irán no puede ganar, lo cual no
significa que una agresión israelo-norteamericana sea rentable.
Más que en las
posibilidades de derrotar a sus poderosos adversarios, algunos de los cuales,
incluyendo a Estados Unidos, están fuera de su alcance, las fortalezas del
Estado persa radican en su capacidad para hacer pagar a sus agresores precios
tan altos que convertirían en pírrica su probable victoria. Esa certeza puede
obrar como disuasivo.
Por experiencias
históricas y hechos recientes, se sabe que la determinación de sus líderes y la
cohesión de su pueblo, hacen de Irán un Estado letal cuya cohetería, aviación y
unidades navales, pueden alcanzar las instalaciones y los grandes contingentes
militares norteamericanos en Irak, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, así
como impactar los grandes buques desplegados en sus costas. Las instalaciones
civiles y militares de los países ribereños del Golfo y sus poblaciones están
también expuestas al potencial militar persa.
Aunque Israel está a
unos 1000 kilómetros de distancia, también se encuentra al alcance de los
cohetes y aviones iraníes que no perdonarían las grandes ciudades ni las
instalaciones militares, incluyendo la planta nuclear de Dimona. Si en la
Guerra con Irak hubo voluntarios capaces de avanzar sobre los campos de minas
para abrir paso a las tropas, también puede haber pilotos que ataquen blancos sin
solución de retorno.
En otros ámbitos, un
conflicto armado en gran escala contra Irán, detendría su propia producción
petrolera y la de la región y al obstaculizar la navegación de súper tanqueros
por el estrecho de Ormuz, impediría que lleguen a Estados Unidos, Europa y Asia
el 40 por ciento del crudo que consume el mundo.
EL ESTRECHO DE ORMUZ
El estrecho de Ormuz es
un angosto brazo de mar de unos 50 kilómetros de largo, entre 50 y 100 de ancho
y escasa profundidad (30 metros como promedio), paso obligado de los grandes
buques que cargan petróleo en Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes y por
el golfo Pérsico, salen al mar Rojo donde unos ponen proa al canal de Suez y el
Mediterráneo rumbo a Europa y Estados Unidos y otros a China, India, Japón y
demás consumidores asiáticos.
En caso de un conflicto
en el cual se cruce la línea de no retorno, Irán ha advertido que cuenta con
capacidad para cerrar el paso por el estrecho, cosa que por otra parte puede
resultar irrelevante. Cuando se destruyan las capacidades de extracción y se
dañen las terminales de embarque del Golfo Pérsico, el estrecho puede estar
abierto o cerrado, de todos modos no habrá crudo que transportar y el precio
del barril pudiera superar los 300 dólares, ejerciendo un impacto devastador
sobre la crítica economía mundial.
No obstante el peligro
mayor radica en la desestabilización de la situación internacional y en el
deterioro de las condiciones de seguridad derivada de la activación de los
dispositivos militares y de las capacidades de respuesta no sólo del Medio
Oriente, sino también de Europa y Asia, en particular de Rusia y China, Corea
del Norte y del Sur, India Pakistán y los Estados Unidos, dotados con arsenales
nucleares. En una situación así alguien pudiera tirar del gatillo atómico. Bajo
tales tensiones un disparo escapado puede desencadenar la guerra.
A todo ello habría que
añadir la movilización de los militantes musulmanes radicales asentados en todo
occidente, muchos de los cuales se presumen suficientemente organizados y
preparados para actuar. Una agresión a Irán puede desatar la temida guerra de
civilizaciones.
A todo esto: ¿Cuál es la
estrategia de salida de Estados Unidos? ¿Lanzar bombas atómicas sobre Irán, matar
millones de personas, hacerlo regresar a la edad de piedra y envenenar la
atmosfera de la región hasta hacerla inhabitable? ¿Ocupar Irán?
La trampa está armada,
el cebo a merced del depredador, pero la alerta la lanzó Fidel Castro. Es
preferible no comenzar algo que sólo puede terminar en tragedia y donde las
ventajas suman cero. Allá nos vemos.
La Habana, 02 de enero
de 2012
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