La lentitud del magma
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
El rostro de la muerte, porque
acabó en este hecho luctuoso, disipa cualquier duda sobre el miserable y
despiadado proceso social en el que nos hallamos. Hace apenas una semana el
cadáver de un hombre recogía todo el sufrimiento de una sociedad machacada por
la frustración. Pendía su cuerpo de la soga que el mismo había enlazado a su
cuello para ahorcarse. Ese mismo día se ejecutaba la orden de desahucio de su
vivienda en Granada. A las 10 de la mañana la patrulla policial que iba a
llevarla a efecto se encontró con la lívida faz. El hombre regentaba un pequeño
negocio de prensa, revistas y libros junto a la frutería de su hermano. Ambos
locales comerciales se encontraban comunicados. Qué íntimo y solitario dolor
padeció para tomar esta resolución como última y definitiva. Qué le hizo
permanecer en silencio y no procurarse la solidaridad de sus seres cercanos o
la de sus vecinos. El fracaso y la incapacidad individual de hacer frente a
estas situaciones, está incidiendo en el ámbito moral y psicológico de los
ciudadanos que se ven abocados a una despersonalización de su biografía, en
cuanto a qué se ven impotentes animicamente a sobrellevar la angustia que les
provoca. Incluso la vergüenza, con ese efecto paralizante que logra desarmarlos
y someterlos a una incierta espiral de acontecimientos, como este suceso que ha
acabado en la muerte de un hombre.
Me
dirijo a la biblioteca de casa. Tomo de uno de los anaqueles un libro. Se
trata de la novela Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway.
Lo abro por la página que antecede a la obra. Recoge la Meditación XVII, de la
obra Devotions Upon Emergent Occasions, del
poeta inglés Jhon Donne. Y leo: "Nadie
es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una
parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa
queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos,
o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado
a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quien doblan las
campanas: doblan por ti".
Jueces
y fiscales subrayan el sentido especulativo de las entidades financieras.
Retrasan la subasta que precede a los desahucios, esperando un mejor valor
inmobiliario de venta y evitando su contabilización como pasivo. Han convertido
los juzgados en sus oficinas recaudatorias. La supremacía del hostigamiento
económico no tiene límites y se recrea en cualquier herramienta social que le
dote del más mínimo influjo o control de la situación. El verdadero sentir de
todo esto es la profunda brecha que se abre para, por un lado, postergar la
igualdad como principio social,democrático y de derecho, fracturando el fiel de
la balanza social y desprotegiendo a los que se hallan en el lado más débil.
Por otro la demostración palpable y evidente de la permisividad del poder
público y político en transigir por las tesis coyunturales del sistema
financiero que lejos de asumir responsabilidades, se ensaña con aquéllos a los
que maltrata sin piedad. Tanto es así que incluso la iglesia, a través del
obispo de San Sebastián califica de inmoral la actitud de los bancos y cajas,
que tras ser rescatados ejercen los desahucios tras asegurar su liquidez con
subvención pública.
El
grado de desvergüenza moral no afecta a los bancos. Es más, la sangria
social que, por ejemplo, ha causado Bankia no sólo se limita a perpetrar un
desfalco económico. Se entretiene en propinar con puño de hierro golpes
mortales a los ciudadanos. Desde hace 12 días 50 inmigrantes permanecen
acampados por turnos frente a una de sus
sedes en Madrid. Su objetivo es evitar los desahucios a que los conmina la
entidad defraudadora. Sin embargo, y lo realmente inquietante es que este tipo
de actuaciones se adopte por el poder público, como esta ocurriendo con el
Ayuntamiento de Sevilla. Los adjudicatarios de las viviendas protegidas
en régimen de alquiler con opción a compra del Barrio de San Jerónimo,
promovidas por la Empresa Municipal de Vivienda, Suelo y Equipamiento de
Sevilla (Emvisesa) y dependiente del consistorio hispalense han recibido cartas
informándoles de un posible desahucio por el impago de rentas o cuotas
comunitarias. De hecho uno de los expedientes de desalojo está pendiente de
juicio.
Llegados
a esta malsana semejanza entre el aspecto privativo de los bancos y público
de las instituciones, es comprensible que sólo la intemperie pueda albergarnos.
El equilibrio se ha truncado porque los ámbitos son comunes al igual que la
conjugación de sus acciones: la banca desahucia, el poder publico desahucia.
Pedro
Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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