Letras tu revista literaria

viernes, 9 de noviembre de 2012

Saturno devorando a un hijo



La lentitud del magma


Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
 



"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".

John Donne



A la banca le ha sido entregado el 10 por ciento del Producto Interior Bruto del país, para tratar de enmendar la gestión desquiciada y desquiciante que ha evidenciado en estos últimos años. Con el propósito de recomponer la escasa credibilidad crediticia y la mendaz exposición de sus cuentas. La responsabilidad pública, sustentada en la que dimana de la individual de cada ciudadano a quién representa, ha tenido que asumir la que le corresponde al ámbito privado del sistema financiero. El principio de proporcionalidad, que lo es de igualdad en el sentido y espíritu de corresponsabilidad, se ha volatilizado. La medida no tiene patrón. Se rige por la errática compostura del momento coyuntural en el que nos encontremos. Los bandazos del poder político se advierten en ese no saber estar. Las ideologías, salvo contadas excepciones, se han convertido en el oportunismo clientelar. Los fundamentos políticos merman en beneficio de los puramente circunstanciales: "Si aquello preocupa, entonces ocupémosnos, exclusivamente, de controlar la preocupación, lo demás vendrá por sí solo".
                                   El suicidio de una mujer en la localidad de Baracaldo, lanzándose al vacío desde el balcón de su casa, momentos antes de ser desahuciada, responde con rotundidad a este vacío político que transige ante el económico. Tras el que se produjo en Granada. Este estado de cosas con ser delirante no es lo más alarmante. Deviene en el pútrido inmovilismo y la chocante permisividad. El drama ocurrido en Madrid con la muerte de cuatro jóvenes no es un fenómeno aislado en cuanto a la asunción de responsabilidades y el envolvimiento de las mismas en farragosos contratos y subcontratos. La ausencia de respuesta política es signo inequívoco de carencia moral. Pues si como decía el poeta cubano José Martí, "El mejor dicho es el hecho", hasta ahora no ha existido ningún hecho político que desanude esta mortal espiral, a la vista de los acontecimientos.
                                   En la situación de empuje marginal en la que nos hallamos inmersos, se recrudece la implantación de la mentira y la hipocresía como fórmula existencial. Es decir, jugar a dos bandas para no perder comba. La mercadotecnia periodística no se afana precisamente en depurar el papel de sostén que ha mantenido. Al fin y al cabo son empresas con intereses mercantiles. Las campañas publicitarias bancarias tiene cabida en el contenido informativo de la ediciones en papel, digitales, televisivas y radiofónicas con las que aumentan sus réditos, pero ¿y la integridad insobornable como deontología profesional ante el latrocinio que han cometido? Las plataformas de macrocomunicación convierten las informaciones bancarias en un producto de su oferta propagandística. Es la conversión del mal en bien, como una especie de alquimia mediática que todo lo transforma.
                                   La endogamia hace patente la perspectiva política de su propia reconversión a raíz de la desafección social que provoca el hilo pestilente de corrupción en el que desarrolla su inoperancia. No hay medida ni freno. La moralidad que permite su existencia es, precisamente, la inexistencia de aquélla. Es decir la carencia de principios que posibiliten una dinámica diferenciadora y alternativa. Tengo la sensación de hallarme ante el cuadro de Goya, "Saturno devorando a un hijo",correspondiente a la denominada serie "Pinturas negras". Este cuadro al óleo posee el carácter fortalecido de la degeneración moral. El poder caníbal que no reconoce parentescos y sacia su apetito devorando a su propio hijo recién nacido, temeroso de perder el reinado. La aterradora y exorbitada mirada del dios Crono mientras un cuerpo informe, blanquecino y sanguinolento, atrapado entre sus manos, es engullido por unas pavorosas fauces. La senectud de su cuerpo parece hundirse en ese vacío que, a la altura de sus deterioradas rodillas, empieza a difuminarse. La política se asemeja a ese dios que con tanta expresividad crea el pintor para condensar el proceso de destrucción que simboliza la escena.
                                   ¿Sobre qué principio no contaminado podemos construir el hipotecado futuro de nuestros hijos? Desde luego los que hasta ahora han sido tomados en consideración les sobreviene el que bien define el ministro de Educación en el  Primer párrafo del Anteproyecto de la LOMCE (2012) (Ley Wert), que no tiene desperdicio: “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.”

Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com


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