Letras tu revista literaria

sábado, 6 de octubre de 2012

Off y on


La lentitud del magma


Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
 



"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne


                                   La debilidad del poder se gesta desde el propio poder. Y no es producto de estrategias o maquinaciones en ocasiones en las que, como en el caso del 25 de septiembre, la policía, refrendo del poder ejecutivo, hace demostración patente de miedo. Esa sensación se traduce en la saña con la que quiso"restablecer el orden" . Pero, ¿de dónde proviene esa pulsión de  visceral intencionalidad represora sin medida?. Las imágenes de las persecuciones y cacheos en la estación de ferrocarril de Atocha incrementan este interrogante. En algunos momentos asistimos a escenas parejas al salvaje Oeste Americano, con pistola en mano, ademanes altaneros y trato vejatorio. En la propia calle la acción no deja de producir rechazo e indignación. Por identificar alguna, resultó patético como arrastraban a aquel hombre por la carrera de San Jerónimo. Antes lo habían sacado del grupo de manifestantes a a empellones. Este temor no sólo se circunscribe a las decisiones gubernamentales. Las medidas, posteriormente retraídas, del poder judicial parecen poner en entredicho el derecho de reunión y manifestación. Las declaraciones de la Delegada del Gobierno en la Comunidad Autónoma de Madrid, no se corresponden con un lapsus, torpeza o desconocimiento. Parecen impelidas por este ambiente proclive al pánico que, poco a poco, va contagiando la desmesura política. De las múltiples manifestaciones que se han celebrado a raíz de la postura omnímoda del gobierno de aplicar a machamartillo políticas de ajuste, apenas han ocurrido incidentes que puedan encuadrarse en actos violentos. Entonces, por qué ese virulento proceder. La participación activa y protagonista del ciudadano en los problemas de trascendencia social no puede ni debe considerarse como una amenaza. Más bien al contrario. Sin embargo pone en entredicho la representatividad al superponerse sobre ésta y adquirir el primer plano de acción política. La política no sólo atañe a los políticos, aunque pretendan aglutinar el máximo de influencia sobre ella. La falta de control es lo que produce ese miedo. La rebeldía también puede ser democrática.
                                   La sociedad civil parece salir de un letargo que tuvo su despertar en el movimiento 15M. Generó un grado de confianza y autoestima en el ciudadano anónimo que sus consecuencias reparadoras aún subsisten en el sustrato de las convocatorias que se viene produciendo desde diferentes posicionamientos críticos y democráticos. Desde el gobierno, con el presidente a la cabeza, no dudan en tratar de crear cargo de conciencia al ciudadano e insisten en sus justificaciones presupuestarias y ecónomicas, así como el de la imagen externa. En otros contextos, por ejemplo en la llamada "Primavera Árabe" el pulso democrático de un pueblo que reivindica sus derechos, se mide en la visibilidad que logran procurar  en las plazas públicas. Sin embargo, en sociedades como la española, portuguesa o griega, con un nivel de convivencia democrática de cierta tradición, parecen invertirse los términos. Lo que realmente colea es la desafección del poder político. La cuestión no radica exclusivamente en los efectos perniciosos de la corrupción, es más profundo que eso. La sensación de irreversibilidad de este momento político que parece conducirnos a un callejón sin salida es muy poderosa. Resulta poco alentador enfocar las posibilidades de recuperación económica en la regresión de incentivos sociales. Ciertos límites se han traspasado cuando se reduce significativamente la apuesta máxima de futuro y bienestar: la salud y la educación.

                                   El candidato republicano a las próximas elecciones en Estados Unidos no tiene cortedad en calificar de parásitos a sus compatriotas que viven de algún subsidio público. Pensar qué diría de las siete entidades bancarias españolas que necesitan 53.745 millones de capital público para sanear su nefasta gestión, debe ser poco recomendable para oídos castos. Según los informes del Banco de España, Bankia concedía préstamos sin garantías de la capacidad de pago del beneficiario. Las cuatro entidades "nacionalizadas" -Bankia, CatalunyaBank, NCG Banco y Banco de Valencia- suman más del 86 por ciento de las necesidades del sistema financiero. Mientras tanto los medios de comunicación públicos sufren un vertiginoso descenso de la audienciaen los informativos. El crédito que obtuvo en años anteriores se ha extinguido en un abrir y cerrar de ojos. Y es que desvincular la información de criterios eminentemente periodísticos para situarla bajo el paraguas político, sólo puede contraer la respuesta del televidente de obviarlos pulsando el botón off. Igualmente los ciudadanos no se resignan y expresan su inconformismo haciendo caso omiso a las declaraciones del presidente del gobierno que habla de esa "mayoria que no se manifiesta" y oprimen la tecla on en la reactivación de un protagonismo emergente en la acción política y no subsidiaria de su representatividad.

Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. 


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