La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porqueestoy ligado a la humanidad;
por consiguiente nuncahagas preguntar por quien doblan las campanas:doblan por ti".
John Donne
por consiguiente nuncahagas preguntar por quien doblan las campanas:doblan por ti".
John Donne
José
Saramago en su obra Ensayo sobre la ceguera, publicada en 1995,
arguía la descomposición de una sociedad en el que el egoísmo exacerbado
contribuía a la ceguera de sus protagonistas. Tan sólo uno de ellos permanece
indemne a la enfermedad cegadora. "Dentro de nosotros existe algo que
no tiene nombre y eso es lo que realmente somos", así definía el
escritor luso la insondable cavidad del alma. Lo innombrable es la común
aceptación del horror. Desde ese preciso instante, dejamos de ver y la ceguera
se aposenta en nuestro iris. En un mundo de ciegos, ¿cuál es nuestra
responsabilidad?
En
Egipto las mezquitas se han transformado en provisionales campos de
refugiados. La cruenta represión que han sufrido los miembros del partido Libertad
y justicia, ha configurado un mapa de prófugos y clandestinos en todo el
país. Son más de 3000 los detenidos Al secuestro del Presidente electo Mohamed
Morsi y su círculo de colaboradores, se le sumó el 14 de agosto el asesinato de
más de un millar de partidarios de los Hermanos Musulmanes por la acción de los
militares, tras el desmantelamiento de la acampada en El Cairo. Posteriormente
la estrategia planteada por el gobierno provisional que sustenta el ejército,
fue la de detener a los máximos dirigentes espirituales y organizativos, como
es el caso de Mohamed Badie.
Adli
Mansur preside el gobierno transitorio tras el golpe de estado del 3 de
julio. La manifestación del 30 de junio fue la excusa que esgrimieron las
fuerzas opositoras -salvo contadas excepciones- para apoyar incondicionalmente
el protagonismo violento e instigador de las fuerzas armadas. Lo único
relevante en la esfera política gubernamental ha sido la dimisión de Mohamed el
Baradei. La aceptación del que fue Premio Nobel de la Paz en el año 2005 en
esta confabulación, resultaba dificilmente comprensible. Tras las muertes
provocadas por el ejército, el exvicepresidente indicaba. "Creo que la
estabilidad y prosperidad sólo se lograrán mediante un consenso nacional y, la
paz social, a través de la creación de un estado civil, en el que no se
implique la religión en política". Mientras el poder militar gestione
la capacidad de diálogo éste no existirá. Ha volado todos los puentes de
entendimiento. A este creciente escepticismo favorecen las inquietantes
declaraciones que realizó en días previos a la matanza el Secretario de Estado
estadounidense, Jhon Kerry, cuando manifestaba que: "Al ejercito le
pidieron que interviniera millones y millones de personas. Los militares no
tomaron el control, según nuestra interpretación, hasta este momento. Hay un
gobierno civil que rige el país. De hecho, restauraron la democracia".
¿Son imaginables estas declaraciones, por ejemplo, en el caso de España, y
otros países europeos con creciente y masiva oposición y manifestación de los
ciudadanos frente a los ajustes económicos y la corrupción...? En el mismo
interrogante se halla la UE -Unión Europea- que se ha mantenido en un insolente
mutismo salvo para una breve visita de la jefa de la diplomacia europea,
Catherine Ashton, a la que no dejaron entrevistarse con Morsi y que tuvo que
contentarse con un escueto "se encuentra bien", del juez que
preside el gobierno golpista. Luego ha venido una tímida suspensión de la concesión de licencia de exportación de armas, que
chirria con la no condena a la insurgencia militar.
El
desconcertante escenario no sólo se mantiene en la perspectiva política. Tras el furibundo y
sangriento ataque armado contra los manifestantes musulmanes, éstos han
respondido en las poblaciones rurales y alejadas de El Cairo o Alejandría con
el incendido de hasta 42 iglesias de los cristianos coptos que, junto a laicos,
liberales e izquierdistas respaldaron la caída del gobierno legítimo. De esta
manera la concatenación de hechos va propiciando la consolidación -si alguna
vez no dejo de serlo- del ejército como fiel de la balanza con respecto al
orden y a la convivencia. Y aquéllos se han convertido en cómplices y
colaboradores del nuevo régimen. Precisamente las fuerzas que clamaban en la
plaza Tahrir contra la expresión del gobierno autoritario de Mubarak, son las
que ahora defienden a su aparato represor, que ahora lidera -siempre lo fue con
la anuencia de las fuerzas de seguridad y los aparatos de inteligencia- la
confusión de esta incierta transición.
En
la plaza Tharir, espejismo de un tiempo nuevo, no cesan en modificar los
iconos que lo alejan de esa visión ilusoria. La fotografía de Abdelfatah al
Sisi se hace habitual. El actual comandante de las Fuerzas Armadas y del
Ministerio de Defensa, nombrado por Morsi y, aparentemente hombre de su
confianza, no dudó en mantener cerrada la espita de la presión social, para
asegurarse la explosión de la olla egipcia. La más que probable ilegalización
del partido Libertad y Justicia, confina a los musulmanes a otra etapa
de oscuridad, como la que vivieron desde el año 1954, con el gobierno de Abdel
Nasser, hasta el 2011 con la caída del poder de Hosni Mubarak. La fractura
social se recrudece. Cuestión benefactora para los privilegios de la milicia
que se frota las manos. El brillo acerado de los sables parece haber cegado a
todos los que contemplan con vehemencia la pérfida actuación militar.
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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