La lentitud del magma
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Cumplían su objetivo. Tras 600
kilómetros de marcha a pie, llegaban a la
Oranienplatz de Berlín. Hace un mes que inmigrantes y asilados en
Alemania iniciaron esta protesta, que ha tenido su colofón en el barrio
berlinés de Kreuzberg. Partieron desde Würzburg. El carácter ilegal de la
protesta no ha menguado en el ánimo de los protagonistas. Han contado con una
organización compuesta por jóvenes voluntarios solidarios que han asegurado la
logística durante estos treintas días. Mientras la preocupación de las
instituciones europeas se concentra en arbitrar, de forma tarda y poco eficaz,
medidas para reconducir la situación económica, y el concepto de crecimiento va
perdiendo enteros sobre las tesis del ajuste, esta simbólica marcha adquiere
valor político y social de calibre. Es significativo y elocuente el arriesgado
pronunciamiento de los inmigrantes. Se rebelan contra las condiciones de que
sufren en el corazón del país que marca las directrices económicas del viejo
continente. A pesar de que no pueden abandonar el distrito de asignación de la
residencia de acogida, han transgredido ese límite. El peligro de la
deportación no parece arredrarles. Y es que la desesperación conmina al ser
humano a poner en juego el valor intrínseco de la dignidad que en él habita. El
malestar profundo de la sociedad va ampliando su influjo en colectivos como el
inmigrante.
El
pecunio se erige como único consuelo, que no solución. Y así nos va.
Resistiendo ante este asedio que toma cierto grado de triste sátira. El
ministro de Hacienda y Administraciones Públicas ha afirmado que los Presupuestos Generales
que ha presentado el Gobierno, son de una gran carga social, superior a los
presentados en legislaturas anteriores. Hemos llegado a un extremo que ni pintiparado para comprobar que tamaña
fineza sólo es posible desde el abotargamiento político y acentuado proceso de deriva intelectual. Si
volvemos la vista meses atrás, podremos comprobar la ecuanimidad entre las
decisiones políticas adoptadas y la incidencia y coste social:
desmantelamiento de los servicios públicos, deterioro de
la sanidad en su conjunto y quiebra del carácter universal, desprotección de la
educación como vía de presente y futuro y
huelgas, manifestaciones, concentraciones, encierros, marchas, boicots,
que se encaminan a la huelga general del 14 de noviembre. La tasa de paro
continúa creciendo y llega hasta los 5.778.100 desempleados. Cada vez son más
los jóvenes, con cualificación académica y profesional, que deciden emigrar en
búsqueda de empleo. Los ancianos suplen la falta de ingresos de sus hijos en
paro con su propia pensión. Incluso los albergan en su domicilio tras el
desahucio o la imposibilidad de hacer frente a los impagos del alquiler o
hipoteca y realizan labores de cuidado y asistencia a los nietos. El panorama
no puede ser menos alentador. Los dos periodos vitales son semejantes. Estamos
andando en círculos.
Las
elecciones en Galicia y País Vasco ha confirmado la regresión de la
socialdemocracia. Hecho que no es ajeno a lo que ha sucedido en el resto de
Europa. El alto nivel de abstencionismo continúa teniendo una presencia más que
importante en los procesos electorales. El descreimiento es generalizado por la
ingente capacidad de corrupción que genera el poder político. Los referentes
están desdibujados porque la gestión técnica ha sustituido a la política y, por
consiguiente, la de generar expectativas e ilusiones en la sociedad. Como
señalaba el poeta, escritor y dramaturgo uruguayo, Mario Benedetti, “la
simple decencia ha pasado a convertirse en una utopía”. Rescatan a los
bancos de su pésima actividad financiera con dinero público. Y, sin embargo,
son permisivos con la vileza de éstos cuando no ponen freno a sus zafios
intereses y culminan, por ejemplo, los desahucios. El nivel de presión es
superlativo. A los activos inmobiliarios que mantienen bloqueados, hay que
empezar a sumarles cadáveres en la cuenta de resultados. El espeluznante
suicidio de una persona en Granada antes que fuera expulsado de su casa, señala
con claridad que la culpabilidad no tiene por qué ser alevosa y sí violencia
soterrada. Tal vez por esa razón computen la muerte de este hombre como un mal
negocio ya que no saldó su deuda y salió, sin embargo, de su lista de morosos.
Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario