La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Resuenan aún en mis oídos los
gritos de los manifestantes. La mañana del pasado miércoles abría una nueva
jornada de reivindicación. La simbología que encierra la fecha del 1 de mayo
continúa resistiéndose a la regresión ideológica. A pesar que las tesis
sindicalistan no logran aglutinar el impetú que detentaron en otras etapas
sociales e históricas. Siempre existen razones y circunstancias que, al margen
de actitudes gregarias y simplistas de las organizaciones de los trabajadores,
tienen como referencia la memoria de esta fecha. Pancartas, anagramas,
consignas, soflamas constituyen una mescolanza de difícil digestión. Sobre todo
cuando parecen atender más a consolidar
su nivel de influencia social que a la propia acción que requeriría hacer
frente al dislate cuantificable en 6.202.700 desempleados. Los sindicatos deben
ser el contrapeso de las impúdicas relaciones laborales que ha configurado la
última reforma laboral y su saldo de despidos con una equivalencia mercantil de
20 días por año de trabajo. La regresión ideológica de la que hablaba es
observable en la desarticulación de la izquierda y su manido fondo
socialdemócrata. Ya no es posible acordar, como en el caso de la sociedad del
bienestar, variables que delimiten espacios ajenos a la coyuntura económica y
consoliden derechos sociales. La desregulación ha convertido en un zoco
aquellos ámbitos de discusión y principios reglados. Los estados europeos han
dejado de ser garantes de la libertad y los derechos. La oligarquía de los
mercados se superpone para liquidarlos y, con ellos, la dignidad de los
trabajadores. Los mártires de Chicago -cuatro de ellos inmigrantes alemanes-
que fueron ahorcados por reivindicar ocho horas de jornada laboral resucitan en
sucesos como el ocurrido en una empresa textil en Bangladesh. Curiosamente este
país tiene en Europa el primer mercado de ropa al que exporta. Los 29 euros de
salario son el alto precio de la vida. La corresponsabilidad de las sociedades
occidentales se halla en la globalización de los derechos humanos. Pero, ¿cómo
exigirlos cuando esos mismos estados arrojan a la calle a miles de
ciudadanos...?
La
sangría de la siniestralidad se ha intensificado. Durante los dos primeros
meses del año 2013 se han producido 102 muertes. Las causas profundizan en la
precariedad laboral y el sometimiento a un sistema que banaliza y devalúa el
trabajo hasta el menosprecio mortal. En el año 2007, el director
cinematográfico Ken Loach dirigió Un mundo libre. La utilización de
trabajadores inmigrantes son el valor de cambio con el que la protagonista
pretende cambiar su suerte. Tras sufrir acoso sexual y ser despedida, concibe
la idea de crear y gestionar ilegalmente su propia empresa de trabajo temporal
en Londres. La pérdida de escrúpulos se justifica con la necesidad de no
renunciar a otra vida con más posibilidades. El fin justifica los medios. Y ese
efin no es otro que considerar al otro como mera pieza de recambio. Alguién
sustituible que no tiene derecho. Y que sólo debe dedicarse a bajar la cabeza y
trabajar. El personaje principal pasa de ser maltratada a maltratar.
La
deuda pública del gobierno español asciende a 883.777 millones de euros.
Una parte de los 11,01 billones de euros de los 27 países que integran la UE
-Unión Europea-. Estos mismos países han destinado 380.255 millones de euros a
pagar los intereses a los bancos privados. Lo que significa el 2,9 por ciento
del PIB -Producto interior bruto- del conjunto y el 3 por ciento en el caso de
España. Es un círculo vicioso que se concentra en una permanente petición de
préstamos para poder abonar los intereses que generan éstos. Entre 1995 y 2012,
los 17 países de la eurozona han gastado 4,77 billones de euros de intereses.
Cuando se pone en cuestión que los costes en educación , sanidad o dependencia
debe verse menguados para contrarrestar nuestra falta de solvencia, resulta una
falacia. Los datos hablan por sí solos. Los bancos son los depositarios de la
máxima confianza e ingresos económicos, a costa de la dramática reducción de servicios
sociales y públicos que se demonizan. En esta atmósfera de sisa y hurto, la
desorbitada pensión del financiero Alfredo Sáenz, que alcanza los 85,7 millones
de euros, confirma el mayor de los apremios, la confiscación de lo que siendo
de naturaleza privada, se nutre de lo público. Es decir de los esforzados
ciudadanos que con apretaduras financian
los intereses de adeudos inextinguibles.
La
voz de Carlos Cano, adusta, severa y trémula. Con ese son tan
personalizado, en la gravedad de su acento granadino, nos legó, en el año 1977,
una canción intemporal, La murga de los currelantes. En la tarea de
personalizar las acciones del pueblo ante la sarta de injusticias, "¡Maroto!
siembra la tierra que no es un coto / ¡Falote! que ya'sta bien de chupar
del bote / ¡Ramón! hay q'acabar con tanto bribón", hacia un desiderativo recorrido sobre la
estructura social y las bases de la misma, "s'acabe el paro y haiga
trabajo escuela gratis, / medicina y hospital pan y alegría nunca nos
falten. / Que güervan pronto los emigrantes haiga cultura / y
prosperiá". Advirtiendo de los manejos y la bipolaridad de la
política, "y trota los camuflajes las serpientes con traje de santurrón".
Transcurridos 36 años desde su grabación, su estribillo sigue poseyendo la
íntegra actuación de los que no se arredran. En la acción está la
esperanza, y es hora de aplicarla:
"¡Manué! ¿con el cacíque qué vas a hacer? / pos le vamos
a dar con el tran tracatrán pico pala -ichimpón!- / y a currelar parabán
parabán parabán pan pá".
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
Patrocinado por LetrasTRL Nº. 57-abril-2013
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