Por Peter Magnus
Aquí estoy, no tiemblo, de
momento, solo tengo una sensación como de vértigo. No, no se alarmen, estoy
bien, he dormido la siesta, y ahora os voy a contar mi aventura en el mundo del
SAE.
Como ya dije esta mañana a las
12:30 tenía una cita con un orientador laboral, pero me equivoqué, entre otras
cosas porque vivo en un país que para darte una cita te da una cita. Me
explico:
Pedí vía telefónica una cita
para ver a un orientador laboral, hasta ahí todo bien:
-¿Le viene bien a las 12:30
horas? -dijo la chica al teléfono.
-Sí, sí, estupendo –dije yo.
Así que fui a mi cita, y me
dirigí a información para pedir, eso, precisamente, que me informaran de en qué
planta era mi cita. Entrego mi documento nacional de identidad, y le digo a la
señora que me atiende en información:
-A las 12:30 tengo una cita
con un orientador laboral.
Ella recoge mi documento y
mira en la pantalla del ordenador y dice:
-Debe haber un error, usted no
tiene cita con un orientador laboral sino que tiene una cita para hacerse una
demanda de empleo.
-No puede ser, la demanda de
empleo la tengo ya, mire –le digo a la señora informadora que parece que no
sabe muy bien informar. Así que pregunta a su compañera y ésta le dice que
ahora las citas para el orientador las dan así.
-Bien, espere ahí y cuando
salga su nombre en la pantalla, acuda a la mesa que le indique.
-Gracias, muy amable –digo
intentando mantener la serenidad.
Tras unos quince minutos sale
mi nombre en la pantalla y me dirijo a la mesa que me corresponde, y una vez
allí la señora o señorita que me atiende me dice lo mismo que la informadora,
le explico que me han dado cita para ver a un orientador laboral y entonces
dice que sí, que suba a la primera planta y que entre por un pasillo a la derecha
y allí pregunte por X e Y que son las orientadoras.
Subo las escaleras, paso la
cinta que limita el acceso al pasillo –tal como me ha indicado la señora que me
ha atendido-, y llego a una gran sala donde una señora atiende a un señor y
otra señora está o parece desocupada, pregunto por X o Y, e inmediatamente se
acerca la señora que parece desocupada portando una tablilla sobre la que tiene
unas hojas a modo de cuadrante.
-Su nombre –dice.
-Salvador Moreno Valencia
–respondo.
-Documento nacional de identidad.
-Tal… -digo.
-Teléfono.
-Tal…
-Bien, ahora está usted
apuntado en nuestra lista, dentro de una o dos semanas le llamaremos para darle
una cita.
¿Cómo puede funcionar un país
en el que el Servicio Estatal de Empleo te da cita para pedir una cita? Esto es
kafkiano totalmente, y me recordó al relato “ANTE LA LEY” de Kafka.
La burrocracia en este país nuestro ha pasado de ser ayuda a convertirse en lacra y pesadilla. Y no es siempre responsabilidad de los funcionarios. Ni mucho menos. Se trata de la organización, la inepcia de quienes debieran agilizar los trámites, disponer siquiera de una fotocopiadora para no mandar al cliente al quinto pino... En cualquier caso, un tema de Forges. O para la ficción amargada...
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