La lentitud del magma
El futuro del trazado de
ciudades y
poblaciones no puede desentenderse del uso de una las máquinas más
excepcionales que ha creado el ser humano. Su aceptación popular y la
personalidad medioambiental que le ha caracterizado desde su invención, ha
supuesto una sorda revolución en los trayectos cotidianos de medio recorrido.
Teniendo especial relevancia en los desplazamientos dentro de las zonas
urbanas. La reducción de los plazos de transporte, el nulo impacto medioambiental,
la contribución en el uso de energías alternativas frente al coste de las
convencionales, el disfrute lúdico y ocioso, han convertido a la bicicleta en
un verdadero icono del siglo XXI.
La vulnerabilidad de la
bicicleta con
respecto a los medios de transporte motorizados es evidente. La obligatoriedad
del casco para los ciclistas en carretera, pretendía minimizar los efectos de
un accidente. La introducción de este elemento de seguridad pasiva en vías
interurbanas se produjo en el año 2003. Los argumentos que impulsaron esta
decisión se orientaban a prevenir la integridad en atención a los riesgos de
circulación por estas vías. Los datos de la Dirección General de Tráfico en el
decenio 2000-2010 confirman que el promedio de ciclistas fallecidos por accidente
en carretera, se encuentran entre 78 y 43. Por el contrario, en el mismo
periodo, el número de fallecidos en vías urbanas varió entre 23 y 11. La
adopción de esta medida no ha supuesto por sí misma ninguna disminución
significativa, salvo a partir del periodo 2007-2008 en el que se estableció el
carné de conducir por puntos.
Quizás pudiéramos pensar que todo lo que se utilice para
preservar la seguridad personal es eficaz por el mismo uso. Pero no es así. La
comparación entre medios de locomoción es un craso error. En el caso de las
bicicletas suele ser equiparada a la motocicleta. Mientras que una esta
condicionada por la fuerza muscular, la otra lo es por un motor de explosión. Y
si la velocidad de aquélla alcanza como máximo 20 Km/h en vías urbanas, siendo
la media de 15 Km/h, la de ésta ronda los 100 Km/h.
Hace escasas fechas el ministro del Interior manifestó
su intención de extender el uso del casco con carácter obligatorio en las vías
urbanas. La estadística señalaba que el nivel de accidentabilidad con resultado
de muerte había disminuido en este tipo de vías. En estos últimos años el
número de usuarios de la bicicleta ha aumentado considerablemente. No sólo
porque ciudades como Barcelona, Sevilla, Zaragoza y San Sebastián, entre otras muchas,
hayan creado un viario ciclista dentro del cinturón urbano que, en algunos
casos, prosiguen su trazado paralelo a las vías interurbanas. También porque
los ciudadanos han comprobado las ventajas que proporciona disfrutarla desde el
punto de vista de la salud, la eficacia, la economía y la ecología.
En países europeos como Alemania, Holanda, Dinamarca,
Suecia, cuya tradición cultural es de apego a la bicicleta y con los de mayor
número de usuarios, no existe la obligatoriedad del casco. El planteamiento
recurre a este índice. A mayor número de ciclistas mayor es el respeto de los
conductores de otros vehículos que cohabitan en el espacio común. Su
visibilidad se acrecienta y logra cuajar la seguridad que quieren suplir en
nuestro país con el uso del caso. La idiosincrasia y filosofía de la bicicleta
requiere que se vea complementada con políticas de incentivación y
consideración de la bicicleta como medio de transporte singular y accesible, a
través de programas que potencien la habitualidad y compensación de su uso sin
necesidad de casco. Así como la compatibilidad con otros transportes
colectivos, favoreciendo una conexión intermodal en trenes, autobuses, metro,
tranvía.
Las disposiciones
irreflexivas
producen el efecto contrario para el que fueron desarrolladas. Sobre todo
cuando para ello no se tienen en cuenta la participación de las entidades
sociales en las que verdaderamente se hallan la vertebración e implantación de
las medidas. Así como en las experiencias de otras sociedades y la trayectoria
seguida. Tal exigencia sólo demuestra una ignorancia supina que influirá
notablemente en su consolidación social. La carencia de un proyecto nacional de
la bicicleta, centrado en su fomento y potenciación a través de una legislación
adecuada, influye en el desigual avance de sus prestaciones sociales y
mediambientales, según en que zonas geográficas se aliente su su uso. Las
bicicletas son para todo el año y si es en la ciudad, sin casco.
Contacto: pedrolerida@gmail.com
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