Por Carlos Medina Viglielm
En
el momento de marchar, muchos no saben
que
su enemigo marcha al frente de ellos.
La
voz que les manda,
es
la voz de su enemigo.
Quien
habla de enemigo,
él
mismo es enemigo.
Bertolt
Brecht
Históricamente los corderos han dado al
ser humano sus bondades, como su carne y su lana. No obstante, también
históricamente, el ser humano ha degollado a los corderos, sin que éstos se
quejen o se rebelen. Todo el mundo conoce además, las intenciones aviesas que
tienen para con los corderos, aquellos que los arrean.
En la historia de las guerras ha habido
siempre dos bandos: los atacantes y los atacados.
El motivo -en la totalidad absoluta de
los conflictos-, ha sido, por parte de los atacantes, amén de satisfacer los
deseos sexuales, la conquista o
reconquista de recursos materiales. Esos son los que siempre, desde los
comienzos de la historia, han sido disputados por buenas o malas maneras ó,
casi podría decirse, por gestiones políticas o a los tiros.
Todos los imperios, incluyendo al de la
Iglesia Católica, usaron el argumento de la “necesidad de expansión” para
llevar adelante las campañas más sangrientas. La Iglesia Católica no daba
muchas alternativas: o la "conversión" o la hoguera. Hace más o menos
dos siglos, el mejoramiento en las relaciones humanas y el abandono (aparente)
de la violencia punitiva, fue dando paso a nuevos argumentos. Ya no fue tan
popular o simplemente bien visto, invadir un pueblo para saquearlo y repartir
los trofeos de guerra entre generales (los tesoros, las fincas, la parte del
león), y soldados (las mujeres de los vencidos).
En algún momento entre la primera y la
Segunda guerra Mundial (1918-1939), en occidente (de la Unión Soviética hacia
el este), se empezaron a acuñar los conceptos de “Mundo Libre” y “Cortina de
hierro”. “Las naciones del Mundo Libre”, entre las que se alineaban dictaduras
como la de España de Franco, el Portugal de Oliveira Salazar o la República
Dominicana de Trujillo, en la búsqueda de nuevos argumentos que dieran
jutificación a futuras guerras de conquista de bienes y mercados, tomaron como
propia las banderas de "la libertad y la democracia", los bienes, por
otra parte, más apreciados por el ser humano.
La Segunda Guerra Mundial les dió, a los
políticos corruptos de los países más desarrollados, principalmente Estados
Unidos de Norteamérica, Inglaterra y Francia, el argumento más fuerte, para
lanzar los hijos de esos países a la guerra, en la "reconquista de la
libertad". Indirectamente se forjó otro término: el de"Los
Aliados" (Vencedores de la II Guerra), término que se verá actualizado en
las guerras organizadas por los mandos norteamericanos con la asistencia de sus
aliados de la OTAN, contra Irak (en dos oportunidades), Afganistán y más
recientemente Libia.
Es en esta fase de la historia donde
aparecen los corderos humanos. No me refiero a las víctimas de las guerras de
conquista. Esas han caído (y caerán), dignamente en defensa de sus derechos, de
sus casas, de sus escuelas y hospitales, muchas veces, las más, sucumbiendo
ante el poder brutal de los agresores que ensayan sobre ellos toda su
tecnología de muerte. No, me refiero a los combatientes, en su gran mayoría
jóvenes, que son reclutados por los autores intelectuales de las guerras, esos
que ni por asomo se acercarán a los frentes de batalla.
Me refiero a los cientos de miles,
millones de jóvenes que, alistados en la flor de la vida, convencidos por la
propaganda capitalista más especializada en ello, van a desangrarse lejos de su
casa, para morir sin haber entendido nada, o después de entender, de haber ido
entendiendo que en realidad fueron a combatir en defensa de los intereses de
los dueños de las empresas fabricantes de armas y las petroleras; que los
enemigos son sus oficiales al mando; después de darse cuenta que los blancos de
sus balas no fueron nunca otra cosa que gente que cuida sus cabras, o soldados
sin uniforme, obreros y campesinos sin preparación militar, o estudiantes, o
mujeres que defienden a sus pequeños en los fondos de sus casas allí, entre los
canteros de hortalizas...
Y más ellá de ese porcentaje menor de
quienes gozan con el martirio de los demás y luego del "servicio" se
convierten en asesinos a sueldo (empresas de "Seguridad"), están esos
corderos que vuelven del frente, heridos o no fisicamente, pero mutilados
siempre, que deambularán en el barrio donde se criaron, en alguna de las miles
de ciudades o pueblos de los Estados Unidos de Norteamérica, cargando con la
vergüenza de haber matado inocentes, o dinamitado escuelas llenas de niños,
para terminar sumergiéndose en el alcohol y las drogas o suicidándose en una
habitación al fondo de un hotel sí, de mala muerte. Pobres imbéciles,
deshonrados por las más refinadas técnicas del hiperconsumo, en algunos casos
tal vez entiendan, venciendo la brutal ignorancia en que fueron sumergidos por
los ideólogos del "American Way of life", que fueron corderos
mandados al matadero.
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