Letras tu revista literaria

viernes, 17 de agosto de 2012

Dale café


La lentitud del magma



Por Pedro Luis Ibáñez Lérida* 

"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti
".
 John Donne


Dale café

                        En el año 1949, Francisco Ayala publicó un relato titulado "El tajo" en la revista -que él mismo fundó en Buenos Aires durante el exilio en aquel país- "Realidad". Ese mismo año se editó dentro de la obra "La cabeza del cordero". La edición española sólo pudo llevarse a efecto hasta 1972, aunque se conocía de manera clandestina. La censura calificaba la obra de "es todo él ligeramente tendencioso y antimilitarista". Los relatos poseen un común denominador, la Guerra Civil. El escritor granadino aborda la guerra, según sus propias palabras, "bajo el aspecto de las pasiones que la nutren; pudiera decirse: la Guerra Civil en el corazón de los hombres". En "El tajo" la redención es el apremio que embarga la conciencia del teniente Santolalla, cuando decide visitar la familia del miliciano a quien mató en el frente de Aragón en un viñedo abandonado. Desde entonces la culpa le corroe. El enfrentamiento con aquélla no será de reparador alivio, como así esperaba, pues la dignidad del vencido se hace presente frente al miedo y el sufrimiento.

                        El pasado 17 de julio -septuagésimo sexto aniversario de la sublevación militar y golpe de estado que desembocó  en la Guerra Civil- fue publicado en el BOE -Boletín Oficial de Estado- la orden de renovación del título del marquesado del general Queipo de Llano, tras el fallecimiento del hijo, a su nieto. El título concedido en su día por el dictador, el general Francisco Franco, fue expedido por el actual ministro de Justicia. Una práctica común si nos atenemos a la que supuso años atrás el título de duque de Mola. En esta ocasión por parte de un gobierno socialista.

                        Café significaba pena de muerte. Era un acrónimo -camarada, arriba Falange Española- que utilizaban los falangistas en las semanas previas a la fecha del 18 de julio de 1936. Gonzalo Queipo de Llano ordenó, sólo en Sevilla, el fusilamiento de más de 3000 personas. El carácter impulsivo, agresivo, violento, ambicioso y desafiante le acompañó durante toda su vida. No le supuso ningún inconveniente pasar de ser un fiel defensor de la República a un conspícuo conspirador sin escrúpulos. Otro de los rasgos que definieron al personaje fue su locuacidad. Desde la ondas hertzianas de Unión Radio Sevilla, concitó la expectación más fúnebre y bárbara. El afamado locutor de la muerte imprecaba a los enemigos y les señalaba con sanguinario desdén el mortal destino que les esperaba. Así se manifestaba el marqués: "¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré. Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen". Como recompensa de su intachable caridad cristiana, sus restos y los de su esposa se encuentran en la Basílica Menor de María Santísima de la Esperanza Coronada Macarena, de la que fueron promotores y cuya imagen fue vestida de luto a la muerte del general. Durante la Semana Santa su fajín rodea la cintura de la talla que sobre un paso de palio transita por los barrios de Sevilla, los mismos en los que aquél dejó su rastro de sangre y fuego. Quizás tal cúmulo de venganza y arbitrariedad sólo pueda ser contrarrestado con la fina ironía de Rafael Alberti. Durante los días 24, 25 y 26 de marzo de 1987, fechas de Semana Santa, se celebraron las jornadas del I Conferencia Regional del Partido Comunista de España, apenas transcurrido un año desde la legalización del partido. El poeta de El Puerto de Santa María, le dedicó en el mitin de clausura estos versos a la dolorosa, "La Virgen del Baratillo,/ sobre cuarenta costales,/ sueña en la hoz y el martillo/ para aliviar tantos males./ Déjame esta madrugada/ lavar tu llanto en mi pena,/ Virgen de la Macarena,/ llamándote camarada".

                        Los escasos pero profundos elementos diferenciadores que se conocen sobre la futura ley del aborto, expresados por el ministro de Justicia, se ven reforzados por las declaraciones del presidente de las Cortes Valencianas. Su pretensión es que las mujeres antes de abortar sean informadas mediante la visualización de ecografías en tres dimensiones sobre las consecuencias de su decisión y las posibles alternativas para llevar a buen fin el embarazo. Sin duda en un último amago moral para incidir en las circunstancias psicológicas en las que se halla la mujer en esos momentos, ya de por sí duros y difíciles: la culpa en primera persona.

                        El teniente Santolalla volvía una y otra vez sobre aquel suceso, "Lo cierto es -se decía- que, con la sola víctima por testigo, he asesinado a un semejante, a un hombre ni mejor ni pero que yo; a un muchaho que, como yo, quería comerse un racimo de uvas; y por ese gran pecado le he impuesto la muerte". La loa a la vida y a la muerte parece consentirse en un mismo plano de igualdad. Mientras renuevan el título aristocrático a los sucesores de un asesino, no hacen distingos hacia la consideración emocional de las mujeres y sus decisiones vitales. Muerte y vida fusionadas en un amasijo de redención y culpabilidad. Francisco Ayala nos interpela a través de su magnífico relato si es posible la reparación, si podríamos salvar el tajo aunque la culpa nos acompañé.

*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com

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