Por Peter Magnus
“Durante toda su vida,
hasta aquel momento, había creído, como el resto de la humanidad –que es idiota- en un montón de cosas
absurdas.”
Joseph Conrad
Joseph Conrad
Hace tiempo hice un viaje a Gales, un lugar donde la lluvia y
la niebla parecen ser parte de un escenario verde en el que pastan miles de
ovejas. Fue en verano cuando tuve la suerte de contemplar aquel espectáculo.
Las ovejas entraban con sus trajes invernales y salían con sus veraniegos
modelitos mostrándose casi, casi, como el dios de las mismas las había traído
al mundo.
Tengo un amigo en España que es, además de un buen anfitrión,
hospitalario y generoso y comparte lo que tiene, aseguro que en el plano
material no es mucho, sin embargo su lado humano está formado por grandes
valores y buenas ideas que si el mundo los llevara a la práctica todo esto
cambiaría. Él dice que la estupidez nos hace ser como ovejas; no sé si habrá
estado alguna vez en Gales, pero considera que las ovejas son de carácter
sumiso y obediente y están todo el día con
la cabeza baja triscando los brotes de hierba, y también mantiene, mi
amigo, que hay que hacer algo para que éstas despierten de su apatía.
A mí me gusta esa comparación que hace mi querido Avalon
Breton, y es que no hay más que salir a la calle para darse cuenta de su
acertada observación: van mujeres, hombres y hombres y mujeres cabizbajos como
meditabundos, como triscando las ideas que deben habérseles caído al suelo. Las
ideas, ese mundo a veces tan abstracto, que nos sume en miles de pensamientos.
Las ideas, sí, el mundo de las ideas al que Platón recurría, del que Santayana
tiene, también, su idea; mundo del que abrevamos todos o casi todos. Pero yo
hacía a este mundo de las ideas arriba y no abajo, como parece que lo tienen todos
esos seres que cabizbajos, parecen buscar la solución al laberinto de su
abstracción.
La ideología -que es hija de las ideas-, por encima del
hombre es un gran error, nos dice Jesús Lizano en su manifiesto “Hola
Compañeros”, y yo estoy con él, el ser humano deber estar por encima de
cualquier ideología; demostrado está que al haber estado el hombre –la historia
nos lo dice- por debajo de ésta el mundo ha sido, es y será un verdadero
estercolero regado con la sangre de millones de inocentes.
Mucha mierda es lo que hay, y muchos hijoputa instaurados en puestos de Poder donde aplican su
ideología, donde la hacen dogma, donde nos convierten en ganado a su servicio,
en rebaño de ovejas que triscando va sin rechistar al esquiladero.
Hay verdaderos hombres malos, muy malos, yo diría que
perversos, que disfrutan con las tijeras esquilando a las ovejas que sumisas
con una bobalicona sonrisa y un gesto de “esto es lo que hay” –obediencia
inducida- se dejan robar toda la lana. Pero eso sí, los pastores, hombres de
ideas e ideologías asentadas como “los pilares de la tierra”, siempre rodeadas
de monjes y cardenales, satisfacen su vanidad con el goce de saber cuánto
dinero les reportará la lana robada a esas ingenuas ovejitas que seguirán
triscando sobre la hierba que ellos, los pastores, les digan que tienen que
triscar: aquí el mal y allí el bien: “A pastores reunidos ovejas muertas...”
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