La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
Acudo
al kiosco de prensa. Apenas en la primera
página de algún diario nacional se hace referencia a ello. El proceder y la
actitud literaria, concernidas al vasto ejercicio de la escritura periodística
y uso en ésta de la crónica de la realidad, lamentablemente, no encuentra
asidero para ello. Síntoma inequívoco del acontecer informativo y su, cada vez
más, pronunciado envanecimiento. Esta misma mañana el escritor y poeta
Francisco Vélez Nieto, me remite, a través de comunicación electrónica, el
discurso de José Manuel Caballero Bonald, que pronunció el día anterior en la
entrega del premio Cervantes. Cuánto le agradezco al autor de Recuerdos de
un tiempo vivido -obra donde la memoria es vivaz y transida biografía
retrospectiva de un elocuente y poliédrico pasado- este presente tan
benefactor. Si bien los extractados y reiterativos cortes radiofónicos de ese
día, auguraban la resonancia de su afinamiento y certera exposición formal. La
lectura y relectura del mismo me ha deparado una gozosa y didáctica
experiencia. El autor nacido en Jerez de la Frontera, y de mirada oceánica,
herencia de otro poeta del sur, Juan Ramón Jiménez, aplica un principio
estilístico que, lejos del ensimismamiento y el yoísmo, indaga en la herida del
tiempo, la forja del quehacer literario como abundamiento de la propia vida, el
silencio del escritor como posicionamiento del aprendizaje vital incardinado a
su obra. Y la poesía. “La poesía también tiene algo de indemnización
supletoria de una pérdida. Lo que se pierde evoca en sentido lato lo que la
poesía pretende recuperar, esos innumerables extravíos de la memoria que la
poesía reordena y nos devuelve enaltecidos, como para que así podamos
defendernos de las avería de la historia”.
La mediocridad
aún no ha tocado techo. Resta tiempo para que
lo haga. Así el ansiado amparo y manifiesto deseo que se reclama al pronunciar ya
vendrán tiempos mejores, es un brindis al sol. Europa ha empezado a
debilitarse en sus otrora sólidos flancos: prosperidad y derechos sociales. Así
el personaje universal que creara Cervantes, no ceja en enaltecer la memoria de
su creador y de sí mismo. Tipos tan mundanos como sobresalientes. Alonso
Quijano convertido en el Quijote, que hoy recorrería Europa,
armado con su adarga, “para protagonizar tantas y tan heroicas hazañas en
defensa de los perseguidos, los oprimidos, los sojuzgados (...) y actúa
como un justiciero guardián de las libertades, como un emisario de la
tolerancia, como un hombre decente –en suma- que procuró igualar con la vida el
pensamiento”. Un individuo apretando los dientes y puños para resistir y equilibrar la débil balanza que sustancia
justicia y libertad.
El lenguaje es la
articulación del pensamiento. Este básico
fundamento no es una mera definición. Concluye en la verbalización de cuanto
nos es dado. Es decir, de cuanto consideramos y apelamos a su existencia. Con
la perversión del lenguaje la superposición de planos emborrona y debilita la
esencia de aquél. Es otra manera de falsear la realidad. O de no pronunciarla,
que es también la de obviarla y convertirla en mero artificio. En vana
locución. En ese punto la reflexión de Caballero Bonald se manifiesta en su
mayor esplendor, cuando reivindicando a la poesía señala, con la reciedumbre
del hombre “en este ya sobrepasado arrabal de senectud”, que “Siempre
hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla. Siempre hay
que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón”.
*Pedro Luis Ibáñez Lérida, oeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com
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