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viernes, 25 de mayo de 2012

La lentitud del magma (Wert o no Wert, ese no es el dilema)


La lentitud del magma

Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*

"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas: 
doblan por ti". John Donne

Wert o no Wert, ese no es el dilema     
     
                        El eco académico y estudiantil vibra con intensidad. El pasado día 22 de mayo las ciudades españolas, a excepción de las comunidades autónomas de Baleares, País Vasco y La Rioja, fueron un reguero de inconformismo. Estaban convocados a la primera huelga unitaria de educación, más 7 millones y medio de estudiantes, familias y  un millón de trabajadores. Si bien la causa pretextada sea el ajuste presupuestario que ronda el 20 por ciento, la caótica situación que sufre la educación desde hace decenios y que se agrava con el Real Decreto de Ley de Medidas urgentes para racionalizar el gasto educativo, es un mal endémico acusado por un banderismo que nos lleva a la sociedad española, en su conjunto, a continuar con una trayectoria errática. El objetivo en el ahorro que pretende conseguir el Ministerio de Educación es de 3000 millones. Y si bien es un verdadero retroceso en cuanto a ciertos aspectos de calidad de la enseñanza y un varapalo económico en otros -aumento de la ratio y subida de las tasas universitarias-, la sensación de fracaso sobrevuela porque el contexto internacional desdibuja lo que debería ser un principio y bien nacional. La educación institucional de un país no puede estar condicionada por otros avatares. Como tampoco lo es en cuanto a la salud. Aquélla por la trascendecia en el reconocible futuro de ciudadanos impregnados y enraizados, no sólo en conocimiento y formación, sobre todo en valores que hagan progresar el ámbito humano. Y ésta por la protección social que dignifica a los ciudadanos con la aplicación de la solidaridad y universalidad de las pretaciones. Si el desarrollo económico no lleva aparejado el afianzamiento de principios sólidos de convivencia y equilibrio, la racionalización de los recursos bajo políticas austeras sirve a modo de bocado de caballeria. En cuanto a que sólo se aspira a retener la inercia de los acontecimientos no a encauzar el itinerario más próspero.
                        La educación es, en sí misma, un termómetro social indefectible. El fracaso escolar que sufre el sistema educativo español es un demérito de incalculables consecuencias. Entre una de ellas la ausencia de afecto No hablamos de cifras frías y porcentuales. Se trata de personas que sucumben, en muchos casos, por el desinterés y la apatía que desprende la escuela. Ésta se ha convertido en un espacio cerrado. Distanciada del ciudadano, poco o nada participativa y, aunque pueda resultar chocante, hastiada de burocracia y con carencias democráticas. La escuela no es un proyecto en constante y permanente estado de construcción. Una construcción participativa en la que profesores, padres y alumnos, se sientan protagonistas de su evolución. Necesitamos planteamientos generosos que nos permitan mantener intacto un proyecto educativo con el horizonte definido en varias generaciones y sensible a los cambios metodológicos e innovadores. Un acuerdo serio, responsable, coherente y determinante que favorezca un equilibrio armónico entre tiempo y resultados. Y no modificando a tontas y a locas, y según el signo político, que lo anterior no sirve y del futuro no me hable. Los seres humanos, y sobre todo los niños, necesitamos que la sensación de respaldo sea presente y manifiesto. La primera y principal determinación en la educación es formar buenas personas. La bondad como extensión de un lazo afectivo, solidario y responsable con los demás. José Antonio Marina, filósofo, ensayista y pedagogo español, reclama desde la lucidez de un proverbio africano, "para educar a un niño hace falta la tribu entera", la implicación de la sociedad en la educación.
                        Según el informe de UNICEF "El impacto de la crisis en los niños", el 26 por ciento de los menores españoles viven en hogares que se encuentran por debajo de los parámetros de  pobreza. Situándolos, por primera vez, como el coletivo más pobre de nuestro país. España tiene  uno de los porcentajes más elevados -sólo superados por Rumania y Bulgaria- de menores  de 18 años que viven en hogares con pobreza calificada de alta -ingresos de menos de 11.000euros para cuatro miembros-. El crecimiento de la pobreza crónica en la infancia entre 2007 y 2010 fue del 53 por ciento. A nadie se le escapa que estos datos no son garantía de futuro
                        No es precisamente en el ministro José Ignacio Wert, por más que sus decisiones sean consideradas retrógradas, en quién debamos centrar el debate sobre la educación. Incluso después que la CRUE -Conferencia de Rectores de Universidades de España- haya mostrado su rechazo no asistiendo al último Consejo de Universidades. Es en la voluntad política real de entender la educación como un proyecto nacional inviolable donde se encuentra el meollo. 

*Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com


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