La moral, desde el punto
de vista bélico, se reduce a dos aspectos del ser humano: disciplina y
confianza. Destruir la moral del enemigo, por lo tanto, es destruir su
disciplina y su confianza. A ningún poder le sirve que su enemigo sea
disciplinado y tenga confianza en sí mismo y en sus amigos. A ningún poder le
sirve que su enemigo se piense, se sienta y se crea su igual. Una moral alta
facilita logros y un enemigo no debe tener logros, sólo debe tener derrotas.
Disciplina y confianza es moral: debe ser destruida.
Esto es lo que le ha pasado al pueblo uruguayo desde la dictadura
cívico-militar en adelante. El fascismo ha seguido en guerra, ha seguido
haciendo su trabajo cívico-militar de modo secreto. La política neoliberal
aplicada por todos los partidos desde la dictadura es una política de guerra,
de competencia, agresiva e impositora. Entre el trabajo secreto del fascismo y
el trabajo público del neoliberalismo han desmovilizado al pueblo, le han hecho
creer que todo está perdido, que es inútil pelear, que ellos mandan por los
siglos de los siglos, que lo mejor es que nadie haga nada, que se resignen,
porque cualquier otra cosa será peor, mucho, muchísimo peor. Como si lo peor de
todo no fuera quebrarse, desmoralizarse y hundirse como ser humano.
El enemigo del fascismo y el enemigo del neoliberalismo es el pueblo: todas
las baterías, todas las miras apuntan a destruir la moral del pueblo.
ESTAMOS EN GUERRA
Estamos en guerra. El
mundo está en guerra, la sociedad está en guerra. La guerra está en todo, cada
día. Y es una guerra a muerte. Aunque no nos guste, aunque nos duela, aunque
nos atemorice o nos aterre. Es la realidad. Estamos en guerra constante,
cotidiana, total, global.
Un enemigo que nunca da
la cara, que no sabemos quien es, un enemigo que nunca se presenta y cuando se
le señala lo niega, un enemigo clandestino, siempre en las sombras, anónimo,
nos hace la guerra día a día, concepto a concepto, sentimiento a sentimiento,
emoción a emoción, paso a paso, venta a venta, compra a compra, pago a pago,
sonrisa a sonrisa, balazo a balazo.
LAS DOS MEDIDAS
Las medidas que nuestro
enemigo anónimo, nuestro enemigo de las sombras, nuestro enemigo silencioso ha
preparado para nosotros son fundamentalmente dos.
Hay dos medidas que
aplican el fascismo y el neoliberalismo que mantienen en estado de derrota
constante al enemigo: desorganizan sus economías, la primera, y destruyen su
moral, la segunda. Economía, y moral, entendidas en términos bélicos.
Las dos reglas básicas,
estratégicas, de la guerra: desorganizar la economía interna del enemigo y
destruir su moral. Llevadas a la práctica cada día, cada hora, cada minuto.
DESTRUIR LA MORAL
En las guerras clásicas
de nuestro siglo, se ha buscado destruir la moral del enemigo mostrando, por la
vía de los hechos, de los hechos fabricados por los estrategas, que el enemigo
es inferior y perverso. Se han delineado las medidas y se han diseñado y
construido los instrumentos para hacer creer que el enemigo es inferior y
perverso, y generalmente idiota. Pero para hacerlo creer, no ya al amigo, lo
cual es generalmente fácil de lograr porque él también quiere creerlo, sino al
propio enemigo. Eso significa, en definitiva, en la guerra, destruir la moral:
que el enemigo se piense y se sienta y se crea a sí mismo inferior y perverso.
E idiota.
En la guerra, el éxito de
la perversidad es innegable.
DESTRUIR LA ECONOMÍA
Esta es la guerra
cotidiana. Cuando no conseguimos trabajo, cuando nos rebajan los sueldos y
salarios, es aquel enemigo, un enemigo que nunca da la cara, que no sabemos
quién es, un enemigo que nunca se presenta y cuando se le señala lo niega, un
enemigo clandestino, anónimo, que nos hace la guerra día a día; cuando quedamos
sin trabajo, es aquel enemigo que está desorganizando nuestra economía interna
y destruyendo nuestra moral.
QUIENES SOMOS NOSOTROS
Pero nosotros sabemos y
sentimos que no somos inferiores, que no somos perversos, que no somos idiotas.
Actuemos de tal modo, entonces, que podamos afirmar nuestra disciplina y
nuestra confianza, para así demostrar, por la vía de los hechos, de los hechos
fabricados por nosotros, que creemos que no somos inferiores sino iguales, que
no somos perversos sino normales, que no somos idiotas sino valientes.
El derecho, en nuestras
sociedades llamadas democráticas y libres, también es un hecho de fuerza. El
derecho aparece, primero, como fruto de consenso social y, por lo mismo, como
expresión de paz después. Pera la realidad histórica muestra claramente, con
una regularidad asombrosa, como una relación regular, como una ley, como una
ley científica que se cumple en el cien por ciento de los casos dadas las
mismas condicionantes, que cuando el derecho no satisface las necesidades de
las élites mafiosas de las clase dominante, del Mercado, y los pueblos se
niegan a dejarse oprimir, explotar, a dejarse morir de hambre y humillación,
entonces el derecho y la fuerza se confunden en una única expresión, y se vuelve
guerra y dictadura, muerte, tortura y desolación.
En la guerra, el éxito de
la perversidad es innegable.
HOY
Corresponde a nuestras
generaciones de estos finales del segundo milenio y principios del tercero –
medido el tiempo histórico según las creencias cristianas y debido básicamente
a su poder y su agresividad y prepotencia – hacer que en la guerra pueda
triunfar la vida y en la vida se pueda llegar a la paz. Amén.
Mi contribución en el día de los Comités de Base del Frente Amplio de
Uruguay en el año 2013.
ARIEL POLONI DABALÁ
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