La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque
estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca
hagas preguntar por quien doblan las campanas:
doblan por ti".
John Donne
La
Mesa de portavoces del Parlamento andaluz, con
el presidente a la cabeza, no ha disimulado su malestar por la reprobación de
los ciudadanos. No, no crean que sus caras circunspectas eran causadas por el
hostigamiento o acoso. Sencillamente han sido pillados con las manos en la
masa. O quizás sea más acertado precisar que con las manos en la pasta. Ni
cortos ni perezosos habían acordado aumentar sus ingresos porque sí. Dirán que
tenían otra denominación de origen –dietas, gastos de desplazamiento, etc- y
que se trata de emolumentos justificados por la labor que desempeñan. Pero en
suma, son incrementos añadidos a sus retribuciones como diputados autonómicos.
En comandita y alejados de los focos, los representantes de los partidos políticos,
habían oficiado y celebrado el milagro de los panes y peces que sólo ellos
saborearían. Y es precisamente en el transcurso de las discusiones sobre la ley
de transparencia en la comunidad autónoma andaluza, cuando sellan su pacto con
el silencio. Esta notoria circunstancia emerge cuando la opinión pública les
señala con el dedo acusador. Resulta lamentable que quieran maquillarlo con la
rectificación. No hay tono disculpatorio ni propósito de enmienda. A pesar de
que la corrección fue sobrevenida y no por conciencia. Y esto es lo gravoso. No
ser conscientes del sufrimiento social. Incapaces de detectar la adversidad.
Absortos en el ombliguismo.
La lacra de
esta sociedad no es la tan cacareada
corrupción. Se halla en la endeblez del sistema democrático y en las tragaderas
que posee. Estamos en la pugna entre la carestía y el deterioro de derechos y
la exigencia de la inviolabilidad que su propia naturaleza jurídica y social
contiene. En ello los ciudadanos tienen la voz, el voto pero, sobre todo, la reivindicación
para seguir apuntando con el dedo los manejos en la sombra. Es el pulso
muscular de la sociedad que no logra contener el fracaso social consecuencia
del latrocinio conocido.
Comprendo el
desaire del Defensor del Pueblo Andaluz que,
tras ser fulminado de su cargo, no se acomodó al mensaje institucional de
despedida. Y reprochó de manera directa a la clase política, ya venía
haciéndolo desde hacía algún tiempo, que dejara de ser un problema para
convertirse en una solución. Sin embargo a las primeras de cambio vuelven a las
andadas. A las prácticas habituales que inevitablemente facultan a los
ciudadanos a sentir y proceder desde el desapego a lo que representan, que es a
esos mismos ciudadanos que observan con apatía y desesperanza sus tejemanejes.
La carencia de sensibilidad es la patología que conduce a la desatención, al
desinterés, al abandono. Y esto es apreciable en lo que verdaderamente es de
todos, los servicios públicos. El gobierno hace dejación de sus
responsabilidades por la falta de reacción o acción, las dos posibilidades son
compatibles y válidas, que derivan de su ideario político. Defender lo público
es vital para asegurar la continuidad actual y futura de los derechos humanos.
Fragmentar a la sociedad contribuye a su parcelización. Universos distintos
dentro del mismo planeta.
La confusión de
términos es tan evidente que el propio Fondo
Monetario Internacional –FMI- acaba de publicar el informe número 156 de este
año. En el que expresa las dudas de la política de ajuste que recomendaba para
Grecia. Lo califica de error de aproximación. Curiosa forma de denominar
la destrucción de empleo, la disminución de poder adquisitivo, la privatización
de los servicios públicos, la fractura social... Es tal el nivel de
desmerecimiento que la atmósfera social se torna hiriente y violenta. Esa
violencia que se erige en redentora de las consecuencias que provoca. La
egolatría de quienes se sienten amenazados cuando los ciudadanos rodean las
instituciones y claman por sus derechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario