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viernes, 1 de abril de 2016

VIOLENCIA, VIOLENCIA, EL PAN DE CADA DÍA


Por Salvador Moreno Valencia

“Primero quemaros los bancos, luego quemaremos a los gobiernos”.
Eleon Bracquets 
(Del libro “La revolución invisible”, Ediciones Demiurgo, 1938).

Seamos sinceros, dejemos a un lado la hipocresía, reconozcamos, de una vez por todas que somos seres violentos. La violencia está por todos lados, la practicamos a diario, quizás de un modo inconsciente, puede que en la mayoría de los casos no seamos conscientes de la violencia que ejercemos, puede, pero seamos o no conscientes de ello, reconozcamos, repito, que somos seres violentos.

En cada acción que realizamos cotidianamente está presente esa violencia, y es evidente que no me refiero a la violencia física, sino a la psíquica, que probablemente sea, la peor entre sus dos vertientes: la violencia física y la psíquica.

Si un ser humano, desesperado, entra en un banco pistola en mano y acaba con la vida del banquero que practica la usura*, y lo acribilla a balazos, es un acto cruel de violencia, evidentemente, física. Lo más probable será que la “víctima”, o sea, el banquero, sea tratada como si su verdugo, o sea, el hombre desesperado, fuera un animal violento, serán los medios de comunicación los encargados de demonizar al “asesino”, y de ensalzar al asesinado con palabras como que tenía familia (dos hijos y una esposa ejemplares), nunca defraudó al fisco, era un hombre amable y trabajador… No tardaremos en oír en bares y tertulias que el asesino es un monstruo, un ser sin escrúpulos e insensible total, y cómo no, la prensa no dará detalles de la vida y obra del verdugo, y es aquí donde yo me pregunto: ¿Cómo ese verdugo fragua la idea en su mente? ¿Qué razones lo han llevado a cometer el crimen?
Investiguemos pues, y tras arduas pesquisas, averiguamos algo que nos lleva, sin justificar la violencia, a entender la suya, la de matar a sangre fría al “señor” banquero, al que semanas antes no le tembló el pulso al firmar el desahucio de su, en ese momento, futuro verdugo. Este hombre el violento que pistola en mano entra en el banco y con una frialdad espeluznante, se dirige al despacho del director, tiene una familia, pongamos por caso (dos hijos y una mujer ejemplares), además tenía un trabajo, y hemos dicho bien, TENÍA, porque fue despedido sin derecho a nada por la empresa que lo había contratado, digamos que también tenía, lo hemos dicho bien, TENÍA, una hipoteca para pagar el techo en el que cobijar y alimentar a su familia, bien, ¿no? Hasta aquí todo ¿razonable…?
Pero llega el fatídico día y de golpe y porrazo se le es arrebatada, no solo la dignidad, sino, además, la oportunidad de tener, y por tanto, vivir, una vida digna, él, su compañera y sus dos hijos ejemplares.

No nos enredemos con esto, y vayamos a la raíz de las cosas, ese lugar al que la prensa no quiere llegar, o mejor dicho, no puede porque está amordazada, no solo por el banquero, sino además por los políticos (marionetas de los usureros del mundo), y ante un caso como este, el hombre bueno es la víctima y el malo, malísimo el verdugo, y es entonces cuando yo me sigo preguntando: ¿Dónde radica la diferencia entre ambas acciones?

Creo que es más que obvio, sin embargo se condenará a uno a la cárcel, y al otro se le hará un homenaje, incluyendo placa y el nombre de una calle…

¿Y qué podemos decir de la violencia que ejerce, por ejemplo, el equipo de gobierno de un país, sobre los ciudadanos que lo componen? De esto hablaremos otro día…
Violencia, violencia, el pan de cada día.

SALV-A-E
Los que van a morir te saludan.

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