La lentitud del magma
Por Pedro Luis Ibáñez Lérida*
doblan por ti". John Donne
La viga en ojo
propio
Alemania
se sitúa en la cúspide del índice de población de la Unión Europea -UE-.
Concretamente 81,7 millones de habitantes. La mayor potencia económica e
industrial del viejo continente es también la más poblada. Sin embargo, las perspectivas
futuras son bastante inciertas. La nación que determina con un nivel de
influencia mayor que la del resto de los 26 estados miembros, es precisamente
la que se encuentran en una situación acuciante por los bajísimos índices de
natalidad. El envejecimiento de la población se traduce en una tasa de
mortalidad mayor que aquélla. Obteniendo un saldo vegetativo negativo. También
el desequilibrio es cada vez mayor. El 13,4 por ciento de la población es menor
de 15 años y el 20,6 tiene 65 años. El país germano se halla en un callejón sin
salida. Los datos son taxativos y marcan no sólo una tendencia. Es una realidad
que va ganando espacio y tiempo. Esto contrasta con la inmovilista posición que
mantiene en la UE. A raíz de las elecciones francesas, la corriente del
crecimiento frente a la austeridad parece haber dotado de cierto crédito, al
menos político, a Portugal, España, Irlanda y Grecia. Incluso esta última se ha
atrevido a solicitar el retraso, hasta el 2016, del cumplimiento del plan de
reforma y ajustes fiscales acordado con la Comisión Europea, FMI -Fondo
Monetario internacional- y Banco Central Europeo -BCE-.
Los
datos de la piramide poblacional alemana inspiran cierta desconfianza. La
actitud inflexible hacia el exterior en cuanto a la distribución de la riqueza,
rezuma en su interior en una aparente salud económica que tampoco revierte de
una forma equitativa. Hace algún tiempo se estuvo extendiendo la idea de dar
cabida a una iniciativa laboral que, al parecer, estaba dando unos resultados positivos
en la sociedad alemana. Eran los llamados "minijobs". Empleos
precarios que reducían la tasa de desempleo al coste de un máximo de 400 euros
mensuales. Todo un ejemplo a seguir. El 63 por ciento de esos empleos son
ocupados por mujeres. La diferencia económica con los hombres se revela como una señal inequívoca que la
merma de derechos no sólo se circunscribe a los países estrangulados por las
políticas de austeridad. Vienen implementada por un patrón de conducta
capitalista inhibida en la crisis económica que pervierte las relaciones
laborales.
El
declive de la natalidad agudiza el cuestionamiento de la fecundidad en los paises desarrollados. La
incorporación de medidas que concilien la vida familiar y laboral parecen haber
quedado relegadas al olvido como una de tantas medidas de incentivación del
empleo y la productividad. Las sociedades necesitan el rejuvenecimiento de sus
estructuras humanas y las garantías que permitan el relevo generacional. Las
causas pueden encontrarse en la redistribución de la riqueza. El agravamiento
de la crisis económica afecta a la salud de la democracia. La soberanía popular
se ve coartada cuando la incidencia de otros parámetros ajenos a la política
imponen su ley, que no es otra que la de los mercados. Hace unos días una
delegación del magnate norteamericano del juego, Sheldon Adelson visitó Madrid
y Barcelona para comprobar los posibles terrenos de construcción de una ciudad
del juego. Resultó cómico ver como un nutrido grupo de políticos de ambas
ciudades y respectivas comunidades autónomas, rodeaban a los "hombres
de negro". Nunca mejor dicho pues en su atuendo y medios de locomoción
el color que imperaba era éste. Y ahí
vemos a aquéllos, adocenados y solícitos para tratar de causar a éstos
la mejor de las imágenes. Sólo les quedaba desenrollar la alfombra y
extenderla. Precisamente con el contexto de la crisis parece no importarles que
una de las condiciones para implantar su lúdico negocio es mantenerse al margen
de las regulaciones laborales de nuestro país. Una especie de burbuja laboral
de derechos y obligaciones.
A
pesar de las circunstancias económicas, que hablan más de un
desmembramiento de la economía que de una respuesta común y esperanzadora
promovida desde la política, es prioritario que el trabajo, la maternidad y los
derechos laborales se conviertan en una triada con un sólido contenido
transformador en las relaciones laborales. La animosidad de los ciudadanos
consternada por un incierto futuro del que nadie les aclara, incide en la
celebración y continuidad de la vida a través de los hijos. Cuidar esta faceta
es esencial. Una sociedad envejecida, desregulada en derechos e inicua en la
consideración del trabajo femenino, está abocada a la satisfacción
cortoplacista del lucro y la despiada intencionalidad de corromper y envilecer
el valor del trabajo.
Pedro Luis Ibáñez Lérida, poeta, articulista, coeditor de Ediciones En Huida. Contacto: pedrolerida@gmail.com