Letras tu revista literaria

viernes, 20 de septiembre de 2013

Macchiaioli, manchas de conciencia en la pintura desde lo rural y cotidiano

La lentitud del magma

Pedro Luis Ibáñez Lérida*

 
"La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quien doblan las campanas:doblan por ti".
John Donne

                        Señala Nicolás Carrera: "Como el mundo se ha olvidado del pueblo, nos traemos el mundo hasta aquí". Es uno de los poco más de cien habitantes que viven en la pedanía leonesa de Villar de los Barrios. El noventa por ciento de su población es mayor de ochenta años. Tan sólo hay cuatro niños. Dos de ellos hijos de Nicolás. Su propuesta ha generado expectación en un intento de hacer resurgir del olvido a su pueblo. Ha organizado el festival de arte y música Villar de los Mundos. Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en los últimos quince años han desaparecido aproximadamente 1000 pueblos en España. Otra de las propuestas del vecino de Villar de los Barrios es la edición de un libro con la participación de fotógrafos, pintores y vecinos.


                        También desde el ámbito rural los macchiaioli -manchistas- crearon y provocaron una mirada nueva sobre la sociedad, desde sencillas escenas campesinas, cotidianas e incluso históricas. Su nombre fue adoptado de las críticas peyorativas que recibían, pero también por la técnica que empleaban. La vitalidad de sus composiciones venían determinadas por el uso tan especial y significativo de la luz. Eran artistas preocupados y ocupados por la realidad social . Jóvenes pintores atraídos por la revolución en su país, Italia . Procedían de entornos agrícolas y quizás de ahí provenga su afán por la búsqueda de la verdad, de lo primigenio, alejado de los círculos burgueses y de los modelos pictóricos románticos.

                        Su conciencia revolucionaria les llevó a implicarse en la guerra de independencia italiana. Fue en en 1855, en Florencia, cuando estos jóvenes pintores decidieron adoptar otra visión de la realidad, rehusar de la academicista y proponer un rumbo artísitico diferenciador. El mecenas Diego Martinelli les apoyo en esta tentativa de resultados sorprendentes y rompedores. La brillantez de sus composiciones destila un uso realmente exquisito de cuanto desvela la atmósfera que trata. La pintura posee un encanto que magnetiza la mirada y la interroga. La realidad se nos muestra sin pretensiones, pero con aguda introspección nihilista que se equilibra con las manchas en ese ansia por encontrar la definición del color y los claroscuros, luz y sombra.

                        Los lienzos son de pequeño tamaño. Algunos no alcanzan los quince centímetros. Su disposición a salir en busca de las imágenes al aire libre, les condicionaba el transporte. En muchos casos las maderas recicladas de cajas de puros o embajajes, eran el soporte de sus pinturas al óleo, cuyas vetas se quedaban al descubierto. Tenían forma apaisada para conseguir el efecto del instántaneo suceso con una visión más amplia. La fotografía fue un elemento con el que mantuvieron una relación de interés común, al facilitarles el ademán de la naturalidad que buscaban.
fervientemente.
                        La novedosa perspectiva, la modulación de los colores según la luz y la aguda penetración en el cuerpo social al que remitían constantemente, sin desmerecer las escenas intimistas, definen someramente una pintura embebida en la fijación de la realidad. Los precursores de lo que fue el impresionismo francés poseían un altísimo concepto de la involucración social del artista pero sin desvariar hacia un arte ideológico. Hay un apartamiento de lo esténtoreo y monumental sin, en cierta manera, dejar de serlo. Porque ese efecto es tratado con el aplomo pigmentado de conciencia artística. Es un principio transgresor en cuanto a que requiere de la naturalidad para experimentar sobre ella misma. Hay un fondo de desencanto que abruma e hipnotiza al espectador. Las pinturas cantan su soledad en el silencio de quien las contempla. Todo un prodigioso efecto tan real como la vida misma. En los tiempos que vivimos, la apreciación en el compromiso social  y la estética pictórica, como lo fue en los Macchaioili, sería como maná caído del cielo. El arte nos salva del embrutecimiento y consagra al ser humano en la búsqueda de su identidad.

*Pedro Luis Ibáñez Lérida,  Patrocinado por LetrasTRL N.º 62-septiembre-2013


                       

            

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