La lentitud del magma
Pedro Luis Ibáñez Lérida*
John Donne
Señala Nicolás Carrera: "Como el
mundo se ha olvidado del pueblo, nos traemos el mundo hasta aquí". Es
uno de los poco más de cien habitantes que viven en la pedanía leonesa de Villar
de los Barrios. El noventa por ciento de su población es mayor de ochenta años.
Tan sólo hay cuatro niños. Dos de ellos hijos de Nicolás. Su propuesta ha
generado expectación en un intento de hacer resurgir del olvido a su pueblo. Ha
organizado el festival de arte y música Villar de los Mundos. Según los
datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en los últimos quince años han
desaparecido aproximadamente 1000 pueblos en España. Otra de las propuestas del
vecino de Villar de los Barrios es la edición de un libro con la participación
de fotógrafos, pintores y vecinos.
También
desde el ámbito rural los macchiaioli -manchistas- crearon y
provocaron una mirada nueva sobre la sociedad, desde sencillas escenas
campesinas, cotidianas e incluso históricas. Su nombre fue adoptado de las
críticas peyorativas que recibían, pero también por la técnica que empleaban.
La vitalidad de sus composiciones venían determinadas por el uso tan especial y
significativo de la luz. Eran artistas preocupados y ocupados por la realidad
social . Jóvenes pintores atraídos por la revolución en su país, Italia .
Procedían de entornos agrícolas y quizás de ahí provenga su afán por la
búsqueda de la verdad, de lo primigenio, alejado de los círculos burgueses y de
los modelos pictóricos románticos.
Su
conciencia revolucionaria les llevó a implicarse en la guerra de
independencia italiana. Fue en en 1855, en Florencia, cuando estos jóvenes
pintores decidieron adoptar otra visión de la realidad, rehusar de la
academicista y proponer un rumbo artísitico diferenciador. El mecenas Diego
Martinelli les apoyo en esta tentativa de resultados sorprendentes y
rompedores. La brillantez de sus composiciones destila un uso realmente
exquisito de cuanto desvela la atmósfera que trata. La pintura posee un encanto
que magnetiza la mirada y la interroga. La realidad se nos muestra sin
pretensiones, pero con aguda introspección nihilista que se equilibra con las
manchas en ese ansia por encontrar la definición del color y los claroscuros,
luz y sombra.
Los
lienzos son de pequeño tamaño. Algunos no alcanzan los quince centímetros.
Su disposición a salir en busca de las imágenes al aire libre, les condicionaba
el transporte. En muchos casos las maderas recicladas de cajas de puros o
embajajes, eran el soporte de sus pinturas al óleo, cuyas vetas se quedaban al
descubierto. Tenían forma apaisada para conseguir el efecto del instántaneo
suceso con una visión más amplia. La fotografía fue un elemento con el que
mantuvieron una relación de interés común, al facilitarles el ademán de la
naturalidad que buscaban.
fervientemente.
La
novedosa perspectiva, la modulación de los colores según la luz y la aguda
penetración en el cuerpo social al que remitían constantemente, sin desmerecer
las escenas intimistas, definen someramente una pintura embebida en la fijación
de la realidad. Los precursores de lo que fue el impresionismo francés poseían
un altísimo concepto de la involucración social del artista pero sin desvariar
hacia un arte ideológico. Hay un apartamiento de lo esténtoreo y monumental
sin, en cierta manera, dejar de serlo. Porque ese efecto es tratado con el
aplomo pigmentado de conciencia artística. Es un principio transgresor en
cuanto a que requiere de la naturalidad para experimentar sobre ella misma. Hay
un fondo de desencanto que abruma e hipnotiza al espectador. Las pinturas
cantan su soledad en el silencio de quien las contempla. Todo un prodigioso
efecto tan real como la vida misma. En los tiempos que vivimos, la apreciación
en el compromiso social y la estética
pictórica, como lo fue en los Macchaioili, sería como maná caído del
cielo. El arte nos salva del embrutecimiento y consagra al ser humano en la
búsqueda de su identidad.
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