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martes, 23 de diciembre de 2014

Sexo y literatura

Sexo y literatura: Los medios construyen paulatinamente el modelo de adolescente. Y de esa manera, jóvenes sin ideología, sin futuro, sin ganas, borran las clases sociales. 


Fuente: Carlos Penelas para Palermonline
Fecha: 05 de Diciembre 2007

De joven, de muchacho conocía, intuía, había leído, me habían enseñado, cómo funcionaban los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. 
El atropello, el engaño sistematizado, las invasiones, la delación, la justicia y el orden que imponían. Eso estaba claro, explícito. La moral, el objetivo imperialista, la acción de los marines. Lo que debía confirmar era cómo funcionaba el Partido Comunista en el mundo y en especial la participación siniestra de la Unión Soviética. En todos lados. 
Desde la Guerra Civil Española hasta las purgas, las intrigas, las traiciones en el cielo de la patria proletaria, en el corazón del sueño internacionalista. 
Todo el poder a los Soviets. Y la acción de los intelectuales, por ignorancia, por conveniencia o por cobardía. Algunos fueron sicarios y se comportaron de esa manera. 
Nadie puede dejar de maravillarse ante el talento de Tina Modotti pero no se pude (ni podía) ignorar su participación como agente de los servicios soviéticos. Igual que los asesinatos de Julio Antonio Mella, de Andrés Nin, la intervención del Komintern, las cartas interceptadas por la OVRA, millones de víctimas ocultas, los crímenes consumados por Koba, la influencia de Togliatti, el asesinato de Camillo Berneri por Vittorio Vidali, el general Lister y su percepción de la vida, las sospechas sobre Octavio Paz, el recibimiento de los comunistas franceses a los refugiados españoles, la GPU eliminando uno tras otro a todo marxista, socialista o anarquista que se opusiera al Terror. 
Y los nombres oscuros de Ramón Mercader, hijo de Caridad Mercader del Río, el asesinato en Nueva York del sindicalista Carlo Tresta, la muerte de Víctor Serge, la poesía militante y pagada por Moscú de Pablo Neruda, el suicidio de Serguéi Esenin y la larga lista que comienza con Maiakovski ante “los escritores con uniforme”. Y la moralista Elena Stasova, presidente del Socorro Rojo Internacional, primero secretaria de Lenin, luego de Stalin, que se prestará a lo peor hasta ser enviada, ella también, a un gulag de Siberia en 1936. 
Una monstruosidad de la cual la izquierda no quiere hablar ni discutir. Ni recordar. De estudiante leía estas cosas. Y mientras descubría muchachas hermosas y reíamos leía a R.D. Lang, a Erich Fromm, a Simone de Beauvoir, a Henry Millar, a Pietro Aretino… 
Sobre cuatro mil casos, en la actualidad, la preferencia audiovisual argentina se desglosa así: Internet 34%, televisión 33%, 17% el celular. 
Un país, además, seccionado en incluidos y excluidos. Lo sabemos, la vida digna suena a hueco. Uno de cuatro jóvenes no tiene trabajo. Miles de jóvenes que no estudian ni trabajan ni buscan empleo. El 95% trabaja en negro. Lo impone la patronal, del sindicalismo ni hablar. 
El 68% que trabaja abandonan sus estudios. El segmento, como les gusta llamar a los señores de marketing, va desde los quince hasta los veinticuatro años. Entre los jóvenes se practica el sexo oral en público, besos entre chicas, niñas que muestran sus cuerpos en ropa interior por Internet. Se diluyó la frontera entre lo que consumen por televisión los padres y los hijos. 
En muchos pijama parties las niñas imitan a las vedettes de moda. Falta proyecto de vida y lo sexual les come la cabeza. Los medios construyen paulatinamente el modelo de adolescente. Y de esa manera, jóvenes sin ideología, sin futuro, sin ganas, borran las clases sociales. 



Paredes que hablan: Grafismos sobre las paredes de Palermo
A partir de los trece años aparecen las “transas”, las matinées en los boliches, los disfraces que van desde las enfermeras sexy hasta la mujer policía con portaligas. Nace un nuevo género, una nueva palabra entre las chicas y los chicos: petear. Y petera. Piensan, sospechan que la relación sexual es sólo la penetración. 
El Gran Hermano se hace presente, esta vez sin la visión de Orwell. Hay muchachitas, entre los doce y los catorce años, que ofrecen sexo oral para pagar la cuota del celular. No hay barreras inhibitorias, en Alemania o en Holanda es casi normal. Aquí, por ahora, no tanto. ¿Aumenta la bisexualidad? No lo sabemos, son modas, comportamientos, tendencias. 
Estructuras de un sistema. Le sumamos el alcohol, la droga, las risas y la falta de lenguaje. Y el desconocimiento de todo o casi todo. La historia, la política, los hechos culturales son ignorados como la geometría o la metafísica. Se sacan fotos, se graban, se conforman. 
A esta altura del artículo, el lector atento preguntará: “Penelas ¿qué relación encuentra entre los crímenes del estalinismo, las invasiones de los marines o las lecturas de Fromm con lo que ocurre con la sexualidad en el mundo o en nuestro país?” 
Ahora pregunto yo: “Usted, ¿qué cree?” 

Carlos Penelas Buenos Aires, diciembre de 2007

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